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A quarter-century after Titanic, the true story of Jack Dawson, an illicit love affair, and the origin of the most famous phrase

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El 19 de diciembre de 1997 se estrenó en los Estados Unidos la película Titanic, que narra la trágica historia del transatlántico. Por su costo se decía que se convertiría en el mayor fracaso de la historia del cine, sin embargo, se transformó en exactamente lo contrario.

Por Infobae

La pareja protagónica, interpretada por Kate Winslet y Leonardo DiCaprio, se convirtió en ícono, el film recaudó 2.187 millones de dólares, la canción de Celine Dion se replicó por meses en todas las radios y la película se alzó con 11 premios Oscar.

Uno de los mayores atractivos de la historia fue su mezcla de fantasía con realidad, algo que el director James Cameron supo aprovechar muy bien intercalando datos verdaderos con ficcionales. Por ejemplo, Harold Godfrey Lowe (Ion Gruffud), es el oficial que salva a Rose y el único que regresa a buscar sobrevivientes. Su actitud es totalmente cierta aunque en la historia real solo pudo rescatar a cuatro personas. Otro dato verídico y algo escalofriante que refleja el film es que el barco, pese a que tenía una capacidad para 64 botes salvavidas, solo contaba con 16 construidos en madera. Esto permitía evacuar solo a la mitad de los pasajeros en caso de emergencia como finalmente sucedió.

Entre lo que era fantasía y lo que era realidad, los espectadores se preguntaban si el personaje de DiCaprio era cierto. James Cameron se encargó de aclarar que había sido creado solo para la película. Sin embargo, al cotejar la lista de pasajeros se descubrió que existía no un Jack pero sí un Joseph Dawson.

Según descubrió National Geographic, Joseph Dawson nació en septiembre del año 1888 en Dublín, Irlanda. Sus padres eran Patrick Dawson y Catherine Madden. La familia se completaba con Maggie, la hermana menor que nació en 1892.

A los 19 años, Joseph se unió al ejército, pero en el cuerpo médico. Primero trabajó en el hospital militar Royal Victoria Hospital, cerca de Southampton, Inglaterra. Después lo transfirieron a otro en Hampshire. Estuvo tres años y el 20 de julio de 1911 se pasó a las fuerzas de reserva. Al volver a Southampton escuchó hablar de los gigantescos trasatlánticos que ofrecían grandes sueldos y decidió buscar trabajo en la industria marítima. Un registro de trabajadores indica que fue parte de la tripulación en el transatlántico británico Majestic.

Después del Majestic, este muchacho que según se pudo saber medía 1.75. pesaba 65 kilos, tenía cabello de color castaño, ojos oscuros y una pequeña cicatriz en la frente del lado izquierdo, consiguió trabajo en otro barco: el Titanic. Algunas fuentes aseguran que su tarea consistía en trasladar el carbón a los trabajadores que estaban en los hornos. Además, controlaba que las pilas de carbón se distribuyeran correctamente para que la nave mantuviera su equilibrio.

Cuando se produjo el impacto, al parecer el joven alcanzó a tomar su bolsa personal y su tarjeta de identificación donde figuraba como J. Dawson. Sin embargo, no logró salvar su vida. Su cuerpo fue recuperado y enterrado en el cementerio de Fairview en Halifax, Nueva Escocia, junto a otras 121 víctimas del naufragio. Por años, su tumba fue olvidada, pero con el estreno de la película, decenas de personas se acercaron al lugar. Al ver la lápida con la inscripción “J. Dawson” inmediatamente lo asociaron con el personaje de DiCaprio y comenzaron a dejarle flores. El entusiasmo por esa tumba fue tal, que los productores salieron a aclarar que Jack nada tenía que ver con el joven ahí enterrado, pero poco importó.

Aunque la historia de amor de Jack Dawson y Rose DeWitt Bukater no existió, sí hubo una historia de amor parecida. Fue la que vivieron Madeleine Astor y Emilio Portaluppi. Él era un albañil italiano que vivía en Nueva York. En su rubro se había hecho bastante conocido porque había realizado los relieves del imponente edificio de la Bolsa de Valores de esa ciudad. Después de ese trabajo, con el dinero ganado decidió visitar a su familia en Italia. Así lo hizo y cuando terminó la visita, en tiempos sin aviones, decidió regresar a Estados Unidos en el barco Oceanic II. Pero un telegrama cambió sus planes y su destino.

El mensaje se lo había enviado uno de los hombres más ricos de ese momento, John Jacob Astor IV, héroe de guerra, dueño de una cadena de hoteles y varias empresas. El magnate volvía a Estados Unidos luego de unas vacaciones en Egipto con su esposa, Madeleine Talmage Astor y le pedía a Portaluppi que se uniera a ellos en la travesía. Deseaba contratarlo para realizar unas estatuas para su villa de Newport. Para convencerlo le propuso viajar en el barco más imponente y moderno de ese momento: el Titanic. Astor IV le sacó a Portaluppi un pasaje en segunda por el que pagó 12 liras y luego abonó las 247 liras que costaba el boleto de primera.

Hasta ahí, solo la historia de un hombre contratando a otro. Pero, al parecer, Talmage fue la que convenció al esposo de convocar y sobre todo invitar a compartir viaje con el italiano. La mujer había conocido a Portaluppi en Nueva York y ambos estaban secretamente enamorados. En las entrevistas que el italiano dio mucho tiempo después, daba pistas sobre un amor platónico pero también fugaz.

Lo que sí se sabe es que el 14 de abril de 1912, la misma noche en que el trasatlántico se estrellaría contra el iceberg, por invitación de los Astor, Portaluppi, el pasajero que viajaba en segunda, cenaba junto a los pasajeros de primera.

Cuando el barco se empezó a hundir, según contó Portaluppi en Discovery News, saltó al mar, nadó hasta una gran pieza de hielo flotante y logró mantenerse a flote hasta ser rescatado. Otra versión, menos probable, asegura que logró subir a un bote salvavidas, pero cayó al agua y nadó durante dos horas hasta que fue rescatado. Esta versión tiene origen en que en su demanda contra los propietarios del barco, aseguró: “estuve en el agua del Océano Atlántico durante más de dos horas, sufriendo un dolor insoportable de cuerpo y agonía mental, y me han causado y me causarán un gran dolor y sufrimiento’’. Portaluppi salvó su vida, lo mismo que Talmage, no así su marido que murió en la tragedia.

Aunque esta historia pudo haber sido tomada por Cameron, él nunca lo admitió. Lo que el director sí reconoció es que muchas de las características del personaje de Rose, las tomó no de Talmage sino de Beatrice Wood, una pintora abstracta y vanguardista, que nunca subió al Titanic, pero cuya autobiografía leyó cuando estaba imaginando la película.

Un Joseph que resultó ser Jack, un amor real que pudo haber inspirado otro irreal, a 25 años del estreno de Titanic, se siguen conociendo detalles desconocidos de la película. Durante muchos años se aseguró que Leonardo DiCaprio se convirtió en Jack luego que Matthew McConaughey rechazara el papel pero el último confesó en el podcast Rob Lowe’s Literally! que aunque dio una prueba muy buena, nunca lo convocaron. “Hice una audición, quería salir en esa película como fuera. Llegué a hacer una prueba con Kate Winslet, que me salió muy bien. Tanto que, cuando me fui a casa, estaba convencido de que el papel era mío. Pero no fue así, nunca me lo ofrecieron. Como ya he dicho alguna vez antes, si algún día me entero de que me hicieron esa oferta y nadie me lo transmitió, volveré a la agencia que me representaba en esa época para que el agente que me llevaba se encuentre conmigo en un callejón”, finalizó más serio que en broma.

Otro detalle que se supo hace un tiempo es que la famosa frase de Jack que los fanáticos de la película más de una vez repiten ya sea arriba de un bote o de un crucero, no estaba en el guión sino que fue una ocurrencia de su director. “Estaba sentado en una grúa y cada vez había menos luz. Habíamos probado muchas frases, pero ninguna funcionaba”, recordó Cameron en el programa Movies That Made Me, del canal de televisión británico BBC. “Pensé, ‘ya lo tengo’. Le pedí a Leo que diga, ‘soy el rey del mundo’, extendiera sus brazos durante unos segundos, y celebrara el momento”.

A DiCaprio la sugerencia del director le pareció algo cursi, casi ridícula, pero obediente le pidió que le repitiera qué debía hacer. Volvió a escuchar el pedido y siguió sin estar convencido pero Cameron le pidió: “Hazlo de puta madre y ya está”. El actor obedeció y lo hizo tan bien que logró un momento que quedó grabado en todos los espectadores que vieron la película. Y si no, recuerde usted lector, la vez que subido a ese bote a remo o trepado a la baranda de un balcón mirando un atardecer no gritó fuerte y aunque se sintiera ridículo: “Soy el rey del mundo”.

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