¡Alerta! ¿Está Colombia en peligro por un volcán dormido?
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“Pequeño pero picoso” es la definición que le otorga la geóloga Gloria Cortés al volcán Cerro Machín, ubicado en el departamento del Tolima, Colombia. A 2.750 metros y con su última erupción hace 800 años, el Machín es un volcán bajo pero altamente explosivo que sigue activo. Su cráter de 2,5 km está cubierto de vegetación, y su próxima erupción podría ser extremadamente violenta, alertan los expertos.
Este volcán tiene la capacidad de generar lahares, flujos destructivos de agua y materiales volcánicos. Depósitos de lahares del Machín son los más grandes de Colombia, algunos datan de hace 9.000 años. A pesar del peligro, el cráter alberga viviendas y una escuela, y su área de influencia, con poblaciones como Cajamarca y Toche, afecta a un millón de personas y al comercio del Túnel de La Línea.
El fantasma de Armero, tragedia de 1985 por la erupción del Nevado del Ruiz, sigue vivo en la memoria nacional. Cortés insiste en la necesidad de una gestión de riesgo eficiente para prepararse para el peor escenario sin que una gran erupción implique un gran desastre. La vigilancia del Servicio Geológico Colombiano es incansable, esperando el día en que el Machín vuelva a despertar.
Toche (Colombia) (EFE).- “Pequeño pero picoso” es la definición que le otorga la geóloga Gloria Cortés al volcán Cerro Machín, una formación “atípica” ubicada en el centro de Colombia, donde predominan las cumbres nevadas de mayor altura. Este, en cambio, es un volcán bajito “pero altamente explosivo” y un reto para el país, que todavía recuerda la tragedia de Armero.
El Machín está a 2.750 metros, ubicado en el departamento del Tolima, en el centro del país. Según los estudios, su última erupción fue hace 800 años, pero la vulcanóloga del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales, del Servicio Geológico Colombiano (SGC), recuerda en que es un volcán activo.
En estos ocho siglos la vegetación ha crecido alrededor del volcán, que pasa desapercibido como una montaña más si uno no sabe que está ahí, durmiendo entre cimas. Aunque no se puede predecir cuando se producirá su próxima erupción, los expertos alertan que será muy violenta.
Otra de sus particularidades es su cráter, de 2,5 km, que forma una especie de tapa con mucha vegetación y al que se puede acceder fácilmente.
“En el caso de una nueva actividad en la que venga mucho magma desde profundidad, buscando llegar a la superficie y hacer erupción, lo primero que tendría que hacer es botar esta tapita para quedar libre y empezar a salir todo el material de la erupción”, describe la experta.
Prueba de la capacidad explosiva del Machín son los depósitos de lahares que han dejado sus erupciones, los más grandes de Colombia.
El lahar es el flujo volcánico compuesto de varios materiales, entre ellos agua, que se desplazan por los cauces de quebradas y ríos tras una explosión, y que suponen uno de los mayores peligros tras una erupción por su capacidad destructiva.Algunos de los rastros del volcán datan hasta de 9.000 años de antigüedad, según los expertos.
A pesar de esta peligrosidad, en el cráter sigue viviendo gente e incluso hay una escuela donde estudian niños. Y más allá, en su área de influencia, hay poblaciones que han construido una vida alrededor del volcán como Cajamarca, Anaime, Coello, Toche y Tapias.
En su área de influencia se estima que viven un millón de personas y también afectaría el Túnel de La Línea, por donde se mueve cerca del 50 % del comercio colombiano. Además, está muy cerca del río Magdalena, el más grande de Colombia.
“Nosotros los consideramos como un paciente, y un paciente de mucho cuidado”, añade la geóloga.
El fantasma de Armero sigue presente en el imaginario colombiano después de la tragedia de 1985 cuando el volcán Nevado del Ruiz hizo erupción y el deshielo de sus glaciares provocó una avalancha que sepultó la ciudad de Armero, en el departamento del Tolima, matando a más de 23.000 personas.
“Cajamarca -que está a tan solo 7 kilómetros del volcán- es al Machín lo que Armero fue al Ruiz”, recuerda Cortés, quien además tiene una estrecha relación con este último.
El día de la erupción tenía que haber hecho una excursión a Armero como parte de sus estudios de Geología, pero un examen la salvó de la tragedia, en la que murieron muchos de sus amigos y compañeros y que la acabó empujando a estudiar volcanes para evitar otra catástrofe.
“Tenemos que aprovechar las lecciones aprendidas como el Ruiz, que fue una erupción geológicamente no tan grande, pero que generó un desastre por alta exposición, vulnerabilidad y por no haber hecho una gestión de riesgo exitosa”, y ese es el reto, según Cortés.
El Machín, “además de ser tan explosivo está ubicado en una zona neurálgica de Colombia, casi en el corazón. De hacer una erupción como las que ha hecho en el pasado (…) tenemos que prepararnos para el peor escenario y tenemos que estar a la altura en esas acciones de gestión de riesgo” cuya meta es salvar vidas.
“Una gran erupción no tiene que ser sinónimo de un gran desastre, porque el ser humano puede hacer la diferencia. No podemos tapar el cráter de un volcán, pero si movilizarnos con las medidas prácticas como la evacuación”, insiste la geóloga.
Cortés concluye subrayando que no tienen una bola de cristal para predecir el futuro, pero están seguros en algún momento volverá a hacer erupción: “Los volcanes tienen su carácter y la tendencia a repetir en futuras erupciones el comportamiento que ha sido usual hace miles de años”.
Quizás nosotros no lo presenciamos, ya que un millar de años es un pestañeo en el tiempo de vida que tiene el planeta, explica la experta; pero, por si acaso, el Servicio Geológico Colombiano actúa como vigilante incansable de este pequeño peligro que duerme en Colombia.