William Bradley Pitt nació el 18 de 1963 en Shawnee, una pequeña ciudad del estado de Oklahoma que en aquel momento no superaba los 20.000 habitantes. Hijo de una secretaria de escuela y de un mecánico que fundó una empresa local de camiones, fue el mayor de tres hermanos dentro de una familia muy religiosa que, durante su infancia, se mudó dos veces: primero a Tulsa y luego a Springfield, Missouri. Allí, antes de viajar a Hollywood en 1986 para iniciar una carrera con la actuación que lo depositaría en la élite de los actores más famosos e importantes del mundo (seis nominaciones al Oscar y dos premios, entre otros galardones), asistió al secundario Kickpoo y a la Universidad de Missouri –se graduó en Publicidad-. Era una época donde todavía no había dado rienda suelta a su amor por la actuación. Su pasión pasaba por los deportes. Por eso no sorprendió que en el secundario formara parte de los equipos de golf, tenis, natación y lucha libre. Sin embargo, la historia menos conocida tiene que ver con el básquet, con el doloroso rechazo que tuvo y cómo reaccionó, formando su propio equipo, con amigos y con el padre como entrenador. Una anécdota que marca su personalidad, el tesón para seguir pese a todo e incluso de su creatividad que llegó hasta al nombre que decidió ponerle al conjunto…
Era 1977 y Brad tenía 13 años. Estaba en octavo grado y lo que más le importaba era jugar al básquet, en realidad entrar al equipo varsity de high school. Pero el entrenador lo dejó afuera. No fue al único. Otros seis amigos siguieron el mismo camino. Lejos de bajonearse, Brad armó una movida. Habló con todos y decidió armar un equipo propio. Completó el escenario convenciendo a su padre, Bill, de que fuera el entrenador. Así fue, primero pensó en el nombre que le pondría al equipo y definió que fueran los Cherokee Rejects. Rejects, en castellano, significa Rechazados. Claramente en alusión a aquella negativa que todos habían tenido para formar el primer equipo del secundario. Así fue mandó a fabricar las camisetas y en el frente les puso Rejects. Para que nadie se olvidase…
Aaron Stull, compañero de equipo y amigo en edad escolar, admitió que todo fue responsabilidad del actor. “Todo fue idea de Brad. Incluso consiguió que su padre Bill fuera nuestro entrenador y decidió que nos llamáramos los Cherokee Rejects”, contó para luego resumir cómo fue la experiencia. “Su padre nos entrenaba en una de las iglesias a las que su familia solía ir y jugábamos en el Boy’s Club local. Incluso obtuvimos un trofeo, pero lamentablemente no puedo recordar cuál fue el torneo que ganamos”. A Pitt se lo puede ver en una foto grupal del equipo, sosteniendo ese trofeo individual del que habla Stull.
Pitt dejó de jugar, ya cuando estaba en la facultad. Sólo mantuvo cierta afición con algún picado entre amigos, pero eso no quiso decir que su afinidad con el básquet no continuara. Nunca dejó de ver partidos por TV y, además, de asistir a los juegos de la NBA. Como vivía en Los Ángeles, por su carrera, siempre se lo podía ver en primera fila del Staples Center, tanto en fase regular como en playoffs, junto a sus distintas parejas, en especial Jennifer Aniston.
En esos partidos, además de ser un fan declarado de Kobe Bryant, quedó cautivado por la forma de jugar de los Spurs y, especialmente, de Manu Ginóbili. Por eso, en el marco de una cena a beneficio de la Organización de Ayuda Haitiana en los Estados Unidos, pujó por uno de los premios en una subasta que formó parte del show: una experiencia exclusiva con los Spurs y Manu. Brad terminó pagando 40.000 dólares a cambio de vivir ese momento con jugadores de San Antonio, especialmente Ginóbili.
Pitt estuvo involucrado en varias películas de deportes, la última en 2011, Moneyball, como actor y productor, un éxito en todo sentido –tuvo seis nominaciones a los premios Oscar- que estuvo centrado en el mundo del béisbol, aunque va mucho más allá… Brad interpreta a Billy Beane, gerente general de los Atléticos de Oakland que acude a un joven experto en estadísticas (Jonah Hill) con un sistema nuevo y radical para evaluar a los jugadores, basado en el análisis detallado de las estadística de los jugadores, apoyándose más en la ciencia y la tecnología que en la intuición y la experiencia. Así reconstruye a su equipo tras haber perdido a los principales integrantes, pese a que la mayoría de los miembros de la franquicia descree de esa fórmula. Esta forma de fichajes cambia las reglas del juego, probando que era posible armar un equipo competitivo, desafiando a los poderosos en las Grandes Ligas, con apenas una cuarta parte del presupuesto habitual. “Las películas de deportes tradicionalmente funcionan bien porque hablan del triunfo y la superación de adversidades. Está en nuestro ADN, es por eso que amamos a nuestros héroes del deporte y equipos deportivos”, analizó quien quiso ser uno de estos referentes deportivos pero terminó siendo del cine.