Los gatos tienen una inmerecida y mentirosa fama de ser ariscos e independientes sin razón aunque, a la postre, terminan siendo animales adorables. Amados por su actitud, por sus ronroneos y por sus maullidos de afecto, para cuidarlos correctamente hay que entenderlos y aceptarlos sabiendo cuáles son realmente sus necesidades.
Empecemos. A los gatos no les gusta que los tengan en brazos ni que los abracen, aunque unos pocos se acostumbren y pueden llegar a tolerarlo. Es que, en general, a estos felinos no les resulta placentera esta posición porque se sienten vulnerables y atrapados, devolviendo actitudes de descontento ante nuestras sinceras y efusivas muestras de cariño.
A algunos gatos les encantan los mimos, mientras que a otros no les gustan y huyen cuando alguien se acerca para darles amor. De todas formas, existe una manera correcta -una verdadera clave- para acariciar a los gatos y demostrarles cuánto los queremos. La interacción positiva con los seres humanos debe comenzar durante el proceso de adaptación y de socialización, en las primeras semanas de vida del animal.
Durante el resto de la vida del gato hay que prestar mucha atención a su comportamiento para saber si está cómodo. Está comprobado que los mimos pueden durar más tiempo cuando es el gato el que va en busca de la persona y no al revés. Para que una caricia sea aceptada y comprendida por un gato debe cumplir la regla de las cuatro ‘P’ acerca de ellas:
-Debe ser previsible: si no la ve venir y se asusta no será algo agradable para él.
-Debe ser permitida: Si no hay consentimiento por ambas partes, se puede arruinar la relación. No hay que ser invasivos y no se debe insistir si el animal se incomoda.
-Debe ser placentera: Es una condición “sine qua non” ya que cuando se trata de gatos y caricias, menos es más.
-Debe ser productiva: la caricia debe ratificar algo positivo y no perturbar alterando una situación de paz y equilibrio.
Los gatos, a pesar de que su domesticación tuvo lugar hace miles de años, siguen teniendo grabada en su cerebro más primitivo una serie de comportamientos que proviene de sus antepasados silvestres. Su cabeza está todavía programada para pensar, dirimir y actuar como felinos silvestres en muchas circunstancias. Esa es la clave de su accionar solitario, observando todo lo que ocurre en su entorno y entendiendo como amenazas -a priori- lo que ocurre en el ambiente.
Analizando todo lo visto la gran conclusión es que lo mejor es dejar que sea el gato quien se acerque para que lo acariciemos. Así, sabremos si el animal está a gusto cuando su expresión facial esté relajada y sus orejas miren hacia delante.
Existen zonas preferidas para acariciar a uno de estos felinos y son aquellas en las que se encuentran las glándulas faciales: debajo del mentón, en la base de las orejas y en las mejillas. Las zonas difíciles o vedadas para la caricia son la panza, en algunos casos el lomo y en otros la base de la cola.
Si hay una palabra que resuma la relación con los gatos es el respeto. Evitando actitudes que los incomoden o provoquen su descontento, podremos entablar una cariñosa relación con estos animales adorables. Tan adorables que se pueden volver esenciales en nuestro paso por la vida: la ciencia ha demostrado que el proceso degenerativo natural de las personas puede al menos ser más lento cuando convivimos y cuidamos durante algunos años a un gato.
A su vez, las personas mayores que han convivido y atendido a un gato -y también a un perro- durante años demuestran un deterioro menor y más lento de la memoria verbal. Comprender la relevancia que tienen estos felinos en la vida de los humanos es tan importante como aprender la mejor manera de relacionarnos con ellos.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.