Si no lo hubieran traicionado los nervios y en lugar de huir hubiera seguido caminando con normalidad, posiblemente los militares habrían seguido su camino y no hubieran dado con el plantío de hoja de coca más grande descubierto hasta la fecha en México.
Pero en cuanto vio que la caravana del Ejército mexicano se aproximaba hacia donde él estaba, el pasado martes 9 de agosto el joven jornalero corrió hacia el interior de un arroyo ubicado en un punto cercano a la aldea Plan de las Delicias, en pleno corazón de la sierra de Guerrero, levantando todo tipo de sospechas.
A tan solo unos metros de ahí, sierra adentro, en el municipio de Atoyac de Álvarez, los soldados que persiguieron al joven se toparon minutos después con tres terrenos de planta de hoja coca, aproximadamente siete hectáreas, con sistema de riego incluido, área de descanso para los agricultores, una cocina improvisada, charolas para germinar, herbicidas, un vivero y un intento de laboratorio con utensilios y productos químicos.
“Se puede considerar como el plantío más grande que hemos localizado”, dijo el pasado jueves a Infobae México el teniente coronel del 109 batallón de Infantería, Benito Hilario García Vázquez, mientras sus hombres arrancaban desde la raíz, y quemaban en una hoguera, las primeras plantas de hoja de coca.
Desde febrero del año pasado, cuando se encontró por primera vez un cultivo de este tipo en Guerrero, y por segunda ocasión en México, la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) ha descubierto 21 plantíos de hoja de coca en el país: siete en 2021 y catorce en lo que va de este año. Llama la atención que todos fueron encontrados únicamente en la zona serrana de Atoyac de Álvarez.
No es normal que una planta endémica de los andes, separados por más de 4 mil kilómetros de Guerrero, crezca en ese municipio de la Sierra Madre del Sur de México, a menos que alguien la haya sembrado en esa zona montañosa y húmeda con intenciones muy específicas, probablemente debido a sus similitudes climáticas y geográficas con ciertas áreas de Perú y Bolivia.
Los humanos antiguos comenzaron a prestarle atención a las hojas de coca desde hace unos 8 mil años. Durante el Imperio Inca existía la creencia de que el Dios del Sol había inventado la coca para mitigar el hambre, la sed y la fatiga.
En el siglo XVII, con la llegada de los españoles, la planta adquirió bastante notoriedad, pero su uso únicamente estaba extendido entre los indígenas peruanos y su consumo era apenas permitido por los conquistadores solo porque sus efectos inducían al trabajo sin descanso.
Un jesuita de la época se refirió a la planta como “La Perla de América”, y en cuestión de años su popularidad llegó hasta Europa. En 1794, el médico y estadista Hipólito Unanue publicó el ensayo “Disertación sobre el aspecto, cultivo, comercio y virtudes de la famosa planta del Perú nombrada coca”.
El médico y antropólogo italiano Paolo Mantegazza, después de que se tomó una infusión con hojas de coca y mascó alrededor de 40 gramos, dijo que Dios era injusto “por no permitir al hombre que viviera siempre coqueando” y que era preferible “vivir diez años con coca a un millón de años sin ella”.
El alemán Friederich Georg Carl Gaedcke es reconocido oficialmente como la primera persona que logró aislar el alcaloide de la hoja de coca en 1855, pero fue el profesor A. Niemann, cuatro años después, el que consiguió hacerlo mediante un proceso más refinado, mezclando alcohol, ácido sulfúrico, bicarbonato de sodio y éter. También fue el responsable de formular por primera vez, para nombrar el resultado de su experimento, la palabra “cocaína”.
Los primeros extractos de la planta, sin embargo, no tuvieron forma de polvo blanco ni se inhalaron por la nariz. En 1863, el químico corso Angelo Mariani mezcló vino francés con extractos de hoja de coca. La bebida resultante, nombrada “Vin Mariani”, tuvo tanto éxito que el papa León XIII le otorgó una medalla de honor a su creador.
Una década más tarde, el British Medical Journal publicó que la cocaína era “una novedad incitante” y su uso no tardó en experimentarse en el ámbito de la guerra. Sin decirles, el médico Aschenbrandt dio cocaína a soldados bávaros y concluyó que era “un buen alimento para los nervios” antes de arriesgar la vida en el combate.
En 1884, un médico austriaco llamado Sigmund Freud publicó la monografía “Über Coca” y señaló sus efectos en al menos seis campos terapeúticos: como estimulante, para trastornos gástricos, para la caquexia, para curar morfinómanos y alcohólicos, para el tratamiento del asma, como afrodisiaco y en aplicaciones locales.
Cuenta la leyenda que Freud ya era todo un “cocaínomano”, es decir, que casi siempre estaba bajo los efectos extasiantes de la droga, cuando empezó a formular la teoría del psicoanálisis.
Como suele suceder con múltiples asuntos, las primeras noticias de la cocaína llegaron a México, pese a ser una planta endémica del continente, después de que se volvió un tema popular en Europa.
En la segunda mitad del siglo XIX, entre el gremio de médicos mexicanos se empezó a correr la voz —y con ello a despertar cierto morbo— sobre el ensayo dedicado a la coca de Hipólito Unanue.
El doctor Don Vicente Gómez y Cuoto fue el primer mexicano en intentar aislar el alcaloide de la coca y en lograr transformar la planta en aquel polvo blanco característico para inhalar, aunque, pese a los varios intentos, no consiguió tener éxito en la eficacia del producto final.
“Busqué en vano este producto (cocaína) en las diversas droguerías de esta capital; dos veces intenté entonces prepararlo (en la CDMX era relativamente sencillo conseguir hojas de coca), en la duda de que el producto que obtuve fuese cocaína, y la falta de tiempo para hacer nuevos ensayos, tengo que limitarme en lo relativo al alcaloide a extractar de los autores de más renombre sus efectos fisiológicos y sus caracteres químicos”, citó el historiador Froylán Enciso en su libro “Nuestra Historia Narcótica”, editado por Debate.
Pese a su fracaso en sus varios intentos para intentar aislar el alcaloide, Gómez y Cuoto sigue siendo reconocido por ser el primero en la historia mexicana en elaborar un estudio científico sobre la cocaína, después de que en su bitácora registrara los efectos que le produjo consumir por un periodo determinado de tiempo hojas de coca.
A diferencia de lo que concluyeron la mayoría de los médicos europeos, quienes exaltaron los beneficios de la planta, Don Vicente advirtió sobre las consecuencias que tenía su uso inmoderado y excesivo en la salud física y las facultades mentales. Y ello a pesar de que el médico únicamente probó y experimentó con las hojas, notablemente más inofensivas que el polvillo transformado mediante procesos químicos.
“En México, sus usos terapéuticos tardaron mucho en extenderse a grados europeos. En los tiempos del Dr. Gómez y Couto se había experimentado positivamente en los dispensarios y hospitales de la CDMX. Aunque temían posibles efectos adversos por su uso prolongado, se suministraba en forma de elixir en casos en que era complicado mantener la fuerza y la energía del paciente. El Dr. Rafael Lucio Nájera la recomendó en casos de anemia profunda y en el Hospital Militar de Instrucción tuvo buenos resultados en casos de estomatitis”, escribió Enciso.
Fue en los tiempos de Porfirio Díaz cuando se empezó a popularizar, como en Europa, el uso médico y terapéutico de la coca y la cocaína. Durante los años convulsos de la Revolución Mexicana vivió un periodo de cierta prohibición, pero prácticamente fue recreacional hasta el siglo XXI.
Contrario a lo que expuso el Ejército, el profesor y director de proyectos de la División de Seguridad e Inteligencia en la consultora Strategic Affairs, Armando Rodríguez Luna, explicó a Infobae México que el narco empezó a experimentar con cultivos de hoja de coca en territorio mexicano desde la década de los setenta. El Cártel de Sinaloa, concretamente en los años noventa, intentó cultivar, transformar y producir la planta.
Las intenciones eran claras: tener más control de los precios en el mercado internacional y depender menos de los grupos colombianos y de las guerrillas que tienen control en las áreas de cultivo de dicho país, así como de la producciones bolivianas y peruanas que, con respecto a Colombia, son proporcionalmente bastante más bajas.
La escasa tecnología con la que contaban en ese momento los cárteles mexicanos, sin embargo, impidió que aquellos experimentos prosperaran, pues a falta de la instrumentación necesaria, pasaron a depender casi en su totalidad de las condiciones climáticas, siempre impredecibles y sujetas a cambio.
Los recientes hallazgos en Guerrero podrían sugerir que México se está apuntando para ser un actor importante en términos de producción de cocaína, lo que implicaría un cambio abrupto en el mapa internacional de drogas, pero contrario a lo que podrían sugerir estos experimentos, Rodríguez Luna señaló que México aún está muy lejos de alcanzar a los países andinos en materia de producción, rendimiento y calidad final del producto.
“(A finales del siglo pasado) no se había podido realizar de manera adecuada por la falta de tecnología suficiente. Si bien hay algunas partes del país que pueden cumplir con los criterios y requisitos climáticos y geográficos, en realidad sigue siendo muy pobre la capacidad de producción. Solo por dar un ejemplo, en Colombia, en el último año disponible de información, se produjeron 149 mil hectáreas de cultivo de coca. Esto da un rendimiento aproximado de entre mil y mil 200 toneladas métricas de cocaína. Generar esta posibilidad todavía se ve muy lejos”.
En el caso de Perú y Bolivia, indicó el experto, los rendimientos anuales de cocaína oscilan entre las 40 mil y 60 mil hectáreas, lo cual todavía supera con creces a plantíos de 5 o 7 hectáreas.
“Por el tema de las condiciones climáticas, la capacidad de producción (de México) todavía está muy lejos de poder competir con otros países. Si bien hay otros estados como Oaxaca, Veracruz o Chiapas, que podrían tener condiciones similares para esto, va ser muy difícil que puedan alcanzar los niveles de cultivo que les permita competir en el mercado para incidir en los precios respecto con los países andinos en general, y con Colombia en particular”.
“La verdad es que tendrían que encontrar un espacio territorial mucho más adecuado para eso. Me parece que en eso están. Me parece que está abierta la posibilidad de explorar otros espacios, no necesariamente en Guerrero, sino en otras entidades del país, y lo que vamos a ver en este sentido es justamente la emergencia por aquí y por allá de plantíos de estas extensiones mínimas, al menos comparadas con las que se se encuentran en los países andinos. Quizá esto solamente de cuenta de que la cocaína sigue siendo una de las principales drogas de consumo en el mundo”.