Para Lady Diana Spencer, una joven introvertida que nació en el seno de una familia de la aristocracia británica, codearse con la realeza era algo cotidiano. La hija menor del conde John Spencer y Frances Ruth Burke Roche, descendiente del barón de Fermo, creció en Sandringham, cerca de una de las fincas pertenecientes a la monarquía británica. Se educó en Norfolk y, a partir de los doce años, asistió al internado de West Heath School. Estudió en Suiza, donde tomó clases de francés, confección, taquigrafía y mecanografía. Soñaba con ser bailarina, pero su alta estatura no se lo permitió.
En 1977, su hermana mayor, Lady Sarah, se divertía con sus amigos junto al heredero al trono de Inglaterra, el príncipe Carlos. Incluso, fuertes rumores los vincularon sentimentalmente. Era el soltero más codiciado de la realeza europea y todo indicaba que muy pronto se convertiría en rey, algo que aún no ocurrió. Una tarde, Carlos participó de una reunión social en Althorp, la residencia familiar de los Spencer. A partir de ese momento, el destino cambiaría para la hermana menor de Sarah.
El hijo de la reina Isabel, de 32 años, quedó cautivado con la simpatía, dulzura y belleza de Lady Di, de 19. La diferencia de edad no fue un impedimento para que intentara seducirla. Al principio, la joven no le prestaba atención hasta que, al cabo de unas pocas salidas, se enamoró como jamás hubiera imaginado.
Creyendo que había encontrado al amor de su vida, desoyó los consejos de su hermana, quien le advertía sobre el turbulento pasado de Carlos. Sin imaginarlo, Diana terminó en medio de un impensado triángulo amoroso. Un secreto era guardado bajo llave: hace años que Carlos estaba enamorado de Camilla Parker Bowles, la esposa del militar Andrew Henry Parker-Bowles
Pero el amor entre Carlos y Camilla era imposible y él, debía casarse cuanto antes para convertirse en rey. Sin saberlo hasta muchos años después de su boda, Lady Di quedó atrapada en medio de una historia que la llenó de dolor y frustración.
Luego de un año de noviazgo, Carlos le propuso que se convirtiera en su esposa. Con apenas 20 años y dejando de lado las advertencias de Lady Sarah, se aventuró a dar el “sí.” La boda se llevó a cabo el 29 de julio de 1981 en la Catedral de San Pablo, en Londres. La curiosidad por conocer a la joven aristócrata era tal que el anuncio de la boda no solo sorprendió a la familia del novio, sino que acaparó la atención del mundo entero. Más de 750 millones de personas la siguieron a través de los medios de comunicación y se convirtió en el casamiento más recordado de la realeza.
Enfundada en un vestido de 150 mil dólares que se convirtió en un ícono de la moda, la novia caminó tímidamente hacia el altar del brazo de su padre, arrastrando una cola de casi ocho metros. Casi de manera automática, su prolija melena dorada y su cabello corto se transformaron en un sello de estilo. Su imagen angelical y serena cautivó al mundo. Nada hacía suponer que esa historia de amor podría tener un triste final.
La joven Diana dejó de lado su timidez y asumió con firmeza sus nuevos compromisos como princesa de Gales. Al poco tiempo, se había ganado el corazón de los británicos con su gran carisma y empeño en llevar adelante tareas humanitarias, como su inquebrantable apoyo a la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Antipersona. Así, dejó de lado el anonimato y se convirtió en la princesa más querida del mundo.
El 21 de junio de 1982 se convirtió en madre del príncipe Guillermo y el 15 de septiembre de 1984 dio a luz al príncipe Harry. Los días de Diana transcurrían entre su rol de madre amorosa y presente, y su incondicional entrega a los desfavorecidos. Niños desnutridos, víctimas de la guerra y enfermos de VIH -una de las principales causas que acompañó- iban a su encuentro con una sonrisa para compartir una charla distendida y recibir un abrazo sentido. Así, con esa simpleza para acoger a quienes lo necesitaban, se ganó el verdadero título que nadie logró arrebatarle: el de “la Princesa del Pueblo”.
Mientras tanto, Carlos seguía afianzando su romance con Camilla. Sus ausencias en el Palacio eran cada vez más seguidas y ya no le importaba justificarse. Al poco tiempo, Diana se enfrentó a la verdad más dolorosa: desde el principio de la relación, su marido tenía una amante y estaba dispuesto a renunciar a su matrimonio para poder ser feliz junto a ella.
En 1992, los llantos desconsolados de Diana desbordaron al punto que decidió ponerle punto final a su matrimonio y la pareja se separó de hecho. Sin tapujos y ante la atónita mirada de la sociedad británica, Carlos comenzó a mostrarse públicamente con Camilla. La pareja ya no ocultaba su romance, a pesar de que la familia real estaba en desacuerdo.
Luego de tres años de profundo dolor, Lady Di decidió romper el silencio en su recordada entrevista con la BBC, donde reveló la infidelidad de Carlos desde el inicio de su noviazgo. “Éramos tres en mi matrimonio y eso es una multitud”, reveló. Además, le contó al mundo sobre sus trastornos alimentarios, las autolesiones y el acoso que sufría por parte de la prensa.
Apenas un año después de esa nota, anunciaron su divorcio. A partir del 28 de agosto de 1996, la vida de Diana se enfocó en las causas benéficas y no miró al costado a la hora de ayudar a los más necesitados. A pesar de que podría haber vivido una vida de lujo y sin preocupaciones, repartía su tiempo entre la crianza de sus hijos y las cuestiones humanitarias.
En 1997, Lady Di había logrado dar vuelta la página. Sin esconderse y ante la mirada del mundo, comenzaba un apasionado romance con el empresario egipcio, Dodi Al-Fayed, hijo del dueño del Hotel Ritz de París y de la tienda Harrod’s. La vida le había vuelto a sonreír, pero solo por un corto tiempo.
El 31 de agosto de ese año, tras un brutal choque en el Túnel del Alma de la capital francesa, su pareja perdió la vida al instante y ella quedó herida de muerte. Unas horas después, llegó la noticia que nadie quería escuchar y que inundó de lágrimas al Reino Unido. A los 36 años, la “Princesa del Pueblo”, la inolvidable “Reina de Corazones”, había fallecido.