En la explanada donde ocurrió la masacre del festival Nova el 7 de octubre, familiares y amigos lloran mientras los bombardeos de Israel sobre Gaza resuenan. Mishel Koren, superviviente, sufre estrés postraumático al recordar el ataque en el que su amiga Noa Farag murió. Durante el ataque, Koren logró llevar a sus amigas a un refugio, del que solo siete de 41 sobrevivieron.
La respuesta israelí continúa con un saldo devastador en Gaza. En la ceremonia conmemorativa del ataque, las explosiones recordaron la violencia persistente. Omer, cuyo hermano murió, intenta retomar su vida sin éxito, mientras Liya mantiene la esperanza de ver regresar a los rehenes.
El tema de los 101 rehenes restantes sigue siendo crítico para Israel. Las familias presionan a Netanyahu por un alto el fuego que garantice su retorno. Isaac Herzog aseguró que se están utilizando todos los medios para recuperarlos, en un contexto de guerra constante y desafío político.
Paula Bernabéu |
Por EFE
Reim (Israel) (EFE).- En la explanada en la que se celebró el festival Nova, escenario de la mayor masacre que los milicianos palestinos perpetraron el pasado 7 de octubre, cientos de familiares, amigos y algunos supervivientes lloran a sus allegados mientras los bombardeos de la aviación israelí sobre Gaza, a apenas unos 5 kilómetros, retumban sin descanso.
A cada estallido que sacude la Franja, Mishel Koren, que logró escapar con vida del festival, se agacha y resopla: “Es el estrés postraumático”, comenta en tono irónico.
Lo hace junto al pequeño altar en el que ondea una bandera con la imagen de su amiga Noa Farag, una de las 364 personas asesinadas en la madrugada del pasado 7 de octubre en el festival.
Cuando el ataque comenzó, a las 6.29 de la madrugada, Koren logró sacar en coche a sus amigas del festival de música y condujo hasta el kibutz de Reim, próximo al recinto, donde entraron a un refugio para guarecerse de lo que pensaban que era solo una andana de cohetes.
Noa salió del refugio a fumar para calmar los nervios tan solo cinco minutos antes de la llegada de los milicianos -en total, más de 3.000 entraron en territorio israelí el día del ataque- y nunca volvió a entrar: “Fue la primera de la fila para ser disparada”, lamenta su amiga.
Mishel recuerda cómo solo siete de las 41 personas que estaban en el refugio de Reim salieron con vida después de que los atacantes lanzaran granadas al interior.
Ella se salvó gracias a que estaba sentada en el suelo en ese momento y los cadáveres de quienes estaban de pie cayeron sobre ella, cubriéndola.
“No sé explicar si estoy feliz de estar viva o si querría estar muerta, porque todo sería más fácil”, concluye justo cuando una nueva explosión en Gaza le hace sobresaltarse.
La respuesta israelí al ataque de Hamás, en el que casi 1.200 israelíes murieron y otros 251 fueron secuestrados, continúa en marcha y acumula cerca de 42.000 cadáveres en una Franja de Gaza devastada.
Poco antes de que comenzara la ceremonia del aniversario, justo a las 6.29 hora local (3.29 GMT), las autoridades advertían a los asistentes de que iban a escuchar numerosas explosiones poco después de que acabara, asegurando que era un bombardeo preventivo para evitar posibles ataques desde Gaza en ese momento.
Al minuto de silencio en honor de las víctimas le precedió una reproducción de la última canción de música electrónica que sonaba en el festival cuando todo ocurrió, ‘Clear Test Signal’.
Alejado de la multitud de casi mil asistentes, en un pequeño homenaje con bancos presidido por la foto de tres jóvenes, se sienta Omer, abatido. Las tres víctimas de la imagen son su hermano, la novia de este y otra amiga.
“Trato de volver a mi vida, pero no ocurre. Es por la situación en el país”, dice, sobre un Israel aún inmerso en la guerra en Gaza, a lo que se suma la ofensiva terrestre y los bombardeos diarios en Líbano y la amenaza de nuevos ataques desde Irán.
Omer también iba a ir al Nova, pero el 6 de octubre por la noche decidió echarse atrás. Cuando piensa en la actualidad nacional, se limita a decir que no está contento, pero decide no hablar más.
En contraposición, Liya, que perdió a su amiga Ron en el festival, asegura haber elegido ver la situación con optimismo: “Tenemos que creer que los rehenes van a volver de Gaza”, asegura. Solo en el festival Hamás secuestró a unos 40 de los 251 cautivos que acabaron en Gaza el 7 de octubre.
La cuestión de los rehenes es la gran herida abierta de Israel tras un año de guerra. Del total, 97 -más cuatro secuestrados con anterioridad- siguen en Gaza, de los que el Ejército estima que al menos una treintena están muertos.
A un año de su rapto, las familias sienten cada vez más la presión y exigen al primer ministro, Benjamín Netanyahu, un acuerdo de alto el fuego que garantice su retorno.
A la ceremonia también acudió Isaac Herzog, presidente de Israel, que les dedicó a los rehenes parte de su discurso al asegurar que el país hace todo lo posible “por todos los medios” para traerlos de vuelta.
Parte de esos medios para traer la paz, dijo, es “la batalla de Israel contra sus enemigos”, que calificó como “la batalla del mundo libre”.
Entre respingos por los bombardeos contra la Franja y los llantos de algunos asistentes, la superviviente Mishel dice que el país ha pasado página, pero se pregunta: “¿Cómo podemos seguir adelante si sigue habiendo 101 rehenes?”.