Sociedad
El 9 de mayo se cumplen 94 años del nacimiento del Che Guevara. En este día, seguimos los pasos del líder revolucionario argentino-cubano a través de su ciudad natal, Rosario.
-Ernesto Guevara, quiere decirnos su lugar natal.
Por Infobae
-Bueno, usted sabe, porque es una cosa pública y notoria, que nací en la Argentina.
-Lugar y fecha de nacimiento, si tiene la bondad.
-En 1928, en la ciudad de Rosario.
El diálogo fue publicado en la revista mexicana Siempre, en septiembre de 1959, pocos meses después del comienzo de la Revolución Cubana. Un periodista lo interroga sobre su nacionalidad y el Che responde categóricamente, desenterrando dudas si había nacido o no en la ciudad de Rosario, como ventilaban ciertos rumores. Algo que nunca, al menos legalmente, estuvo en real discusión. En efecto, el documento que no resiste ninguna prueba en contra es la partida de nacimiento expedida por el Registro Civil: allí, textualmente, se dice que Ernesto Guevara de la Serna había nacido en dicha ciudad santafesina el 14 de junio de 1928, hijo de Ernesto Guevara Lynch y Celia De la Serna Llosa.
Salvo que hubiera sido falsificado. Así lo investigó Jon Lee Anderson en su notable Che Guevara, una vida revolucionaria, donde consta que en realidad había nacido un mes antes, el 14 de mayo, y explicó que la mentira había sido necesaria porque el día de la boda de Ernesto y Celia ella estaba en el tercer mes de embarazo. Fue por eso por lo que, inmediatamente después del casorio, la pareja se alejó de Buenos Aires en busca de la remota selva de Misiones. Allí, mientras su esposo se instalaba como emprendedor dueño de una plantación de yerba mate, ella vivió los meses de embarazo lejos de los ojos escrutadores de la sociedad porteña. Poco antes del alumbramiento, viajaron río abajo por el Paraná hasta la ciudad de Rosario. Allí dio a luz y un médico amigo falsificó la fecha en el certificado de nacimiento: la atrasó un mes para proteger a la pareja del escándalo.
“Si ese niño no hubiera llegado a ser el célebre revolucionario, los padres podrían haberse llevado el secreto a la tumba. Es una de las pocas personalidades públicas de los tiempos modernos cuyos certificados de nacimiento y defunción son falsos. Con todo, parece singularmente apropiado que Guevara, quien dedicó la mayor parte de su vida adulta a las actividades clandestinas y murió a causa de una conspiración secreta, iniciara su vida con un subterfugio”, escribe el periodista Jon Lee Anderson en su libro.
No es el único paso que ha dejado el Che Guevara en Rosario, donde al menos vivió sus primeros meses de vida y aprendió a caminar. Después del encierro de la pandemia, en la ciudad donde nacieron Messi, el Negro Olmedo, Roberto Fontanarrosa y Fito Páez, se ha reactivado lo que se llama como “El circuito del Che”, guiado desde una aplicación del celular: una serie de visitas hacia lugares emblemáticos que reviven cercanamente su presencia. El recorrido es organizado por la comuna local y ahora, en un nuevo aniversario del nacimiento del Che, el 94, se vive con expectativa.
“El circuito turístico recupera los lugares por donde el Che dejó su huella. Está la casa natal (solo puede visitarse por fuera ya que es propiedad privada), el Parque de la Independencia donde se sacó su primera foto en la vida junto a sus padres y otra justo antes de partir a su viaje por Latinoamérica, la estatua que le rinde homenaje en el Parque Yrigoyen, entre otros. El Che representa uno de los personajes rosarinos de mayor trascendencia mundial y son muchos los que nos visitan para conocer su historia”., precisa Alejandra Mattheus, Subsecretaria de Turismo.
“Su nacimiento fue una simple casualidad, pero no importa: el guerrillero eterno es nuestro. La ciudad, sin embargo, no lo siente así. Es que son demasiados, tristemente, quienes lo ven como a un simple asesino. Sin embargo, el Che es símbolo de la pelea por un mundo más justo. Mal que les pese, tiene dimensión universal”, piensa el escritor y periodista local Sebastián Riestra, y recuerda que el Che fue declarado Ciudadano Ilustre “post mortem” por un decreto de la Municipalidad de Rosario del 24 de octubre de 2002. Contemporáneamente a esa distinción, se dispuso además que el tramo inicial de la autopista Rosario-Córdoba, dos ciudades ligadas con su vida, llevara su nombre.
Y eso que la existencia del Che en Rosario no fue tan significativa, más allá de su nacimiento. En rigor de verdad no existen registros de cuánto tiempo vivió Ernesto Guevara en Rosario, aunque se calcula que sólo fueron sus primeros meses de vida. Poco tiempo después, como el niño sufría de asma, la familia decidió mudarse a Alta Gracia, por recomendación médica y aprovechar así el clima seco de esa zona de Córdoba. Su padre, en el libro Mi hijo el Che, no otorga demasiadas pistas. “El Che nació en Rosario. No debió nacer en Rosario. Nació en Rosario por casualidad. Yo venía viajando desde Caraguatay (Misiones) al norte de Buenos Aires, donde estaba trabajando. Tomamos un barco porque ya Celia estaba por tener al chico. Se me ocurrió bajarme ahí porque andaba en negocios de yerba mate. De pronto, sin saber, sin mayor aviso, vino el Che”. Así escribe Ernesto Guevara Lynch en su libro de memorias cómo nació el primero de sus ocho hijos, el que fue médico, político, escritor, pero que se hizo un lugar en la historia agitando revoluciones en Cuba, en el África o en Bolivia.
A finales de la década de 1920, la familia Guevara-De la Serna alternaba sus días entre Buenos Aires y Caraguatay, un pequeño poblado rural de la provincia de Misiones donde tenían una plantación de yerba mate. Los Guevara recorrían los más de 1.000 kilómetros que separan un lugar del otro a bordo de los vapores que por aquel entonces navegaban el río Paraná. En uno de esos viajes, el primer embarazo de mamá Celia se complicó a la altura de Rosario y papá Ernesto tuvo que pedir prestada una casa en la esquina de Entre Ríos y Urquiza para atenderla. La familia tuvo al menos 12 domicilios en Argentina, pero Rosario siempre será recordada como la cuna del Che.
La casa natal, de dueños privados y aunque tiene un cartel que rememora su épica, está en venta hace unos años pero nadie la quiere comprar. Cerca de la costanera y del Monumento a la Bandera, la propiedad, de estilo francés y diseñada por el prestigioso arquitecto Alejandro Bustillo, pertenece a dos empresarios que, según sus propias palabras, intentaron sin mucho éxito llevar adelante un proyecto cultural. No pocos denunciaron que la casa sólo abrió sus puertas para visitas ilustres. “No hay museo del Che en esta ciudad. En Alta Gracia o en Neuquén, sí. En Misiones y en Caballito también. En Rosario, no. El departamento donde nació y vivió los primeros meses de su vida tiene vedado el acceso al público”, apunta Mauro Aguilar, que publicó un extenso informe de las huellas del Che en Rosario en la revista Barullo.
El lugar conserva fotos de Guevara, los pisos de pinotea, la tina de baño original. Algunos turistas se fastidian porque todo lo que pueden encontrar en el 480 de la calle Entre Ríos se ofrece sobre la vereda. “Un sencillo cartel y nada más”, repiten con fastidio. La huella del mito les resulta escasa, enfatiza Aguilar. Un portero del edificio oficia de improvisado guía de turismo. Se llama Ignacio Piedra, y preparó una carpeta que exhibe con orgullo: contiene imágenes e información sobre Guevara. Incluso fotografías del interior del departamento en el que vivió. “Los visitantes se sacan fotos, pero quieren algo más. Hay gente que se queda triste y con esto se van más contentos, más agradecidos”, cuenta el encargado hoy, en un nuevo aniversario del nacimiento del Che.
Más de una vez, el sitio fue vandalizado. Hasta se habla de que cierta noche estalló una granada. En distintos discursos políticos aún se recuerda que la figura de Guevara estuvo durante largo tiempo “casi oculta” en su ciudad natal. Cuando se lo declaró ciudadano ilustre, un concejal se opuso a distinguirlo con el argumento de su “metodología violenta”, otro se abstuvo de votar y un tercero se retiró en el momento en que debían contarse las voluntades a favor y en contra de la norma. La ordenanza 21878/02, en definitiva, describe al Che como “el rosarino que mayor trascendencia internacional ha alcanzado”, destaca “la coherencia entre su discurso y su accionar” y aclara que, “más allá de las opiniones diversas que sus métodos de lucha pueden merecer, es un hecho histórico que no dirigió jamás sus armas contra ningún gobierno elegido democráticamente”.
En Rosario, Guevara también tiene, entre muchos homenajes, un monumento y un centro de estudios latinoamericanos que lleva su nombre (CELChe) y que hasta hace algún tiempo fue dirigido por un medio hermano del revolucionario, Ramiro Guevara, el único de los ocho hijos de papá Ernesto que nació en Cuba y el único que reside en Rosario. El centro abrió sus puertas en 2011, está ubicado en una de las más exclusivas zonas de la ciudad, a orillas del Paraná, y exhibe cerca de cien fotos y paneles de una historia difícil de abarcar en una síntesis. Pero el lugar no es un museo. Allí se propone otro desafío: mantener vigentes las ideas del Che, sus proyectos y sus paradojas. Y tratar las derivaciones actuales. Hay una biblioteca abierta al público y se organizan seminarios y debates para abordar temáticas como feminismo y procesos revolucionarios, literatura y luchas obreras.
“Nuestra tarea tiene que ver con hacer pensar que el Che tenía una lucha y no era un tipo que se dedicó a salir en remeras”, dice uno de los coordinadores del espacio, Juan José Noé, quien además es profesor de historia en la Universidad de Rosario, y corrige que la mirada del ciudadano local “más que naif es simbólica, porque lo recupera más como una celebridad que como un individuo con una carga ideológica pesada. Es una figura histórica controversial, muy compleja de recuperar. La idea es generar pensamiento crítico”.
En la ciudad donde hoy también se festejan los 40 años de la Trova Rosarina, aquel movimiento musical que conquistó Buenos Aires, “el circuito del Che” se complementa con una placa en la Plaza del Che -avenida 27 de febrero y Buenos Aires-, que le rinde homenaje por su “accionar político y su compromiso revolucionario”. Allí hay una estatua donde Guevara mira el horizonte, boina y camisa arremangada hasta los codos. Para confeccionar la escultura se recolectaron 75 mil llaves. Unas 15 mil personas –vecinos de Argentina, Alemania o Sudáfrica, presidentes de Latinoamérica, el cantante Manu Chao– donaron metal. La figura se eleva cuatro metros. Andrés Zerneri, el encargado de la obra, recorrió calles, observó canchas de fútbol en Rosario y advirtió una poderosa presencia “iconográfica” del Che.
Es el primer monumento de bronce a Guevara en Argentina y está tatuado con múltiples declaraciones de amor urbano. Zerneri se define como “más guevarista que escultor”, admite que la estatua “es fea” y confiesa que sueña “con robarla para hacerla de nuevo”. “Antes de morirme voy a hacerlo”, bromea.
La estatua también recibió agresiones. Como también un mural del artista plástico Ricardo Carpani, descubierto en 1988 en una plaza ubicada a 200 metros de la casa natal del Che, que fue manchado repetidas veces con pintura y con una inscripción -en rojo, como la sangre- que resume la idea de quienes lo resisten: “Asesino”.
En 2017, la fundación Bases instaló su nombre en la prensa mundial: The Economist, Cadena Caracol, El País de España o The Wall Street Journal se hicieron eco de una cruzada anti-Guevara lanzada a cincuenta años de su muerte. La entidad solicitó que se retiraran todos los homenajes oficiales que el municipio de Rosario dispuso hacia la figura del Che: la estatua de Zerneri, el mural de Carpani y la cartelería ubicada en la puerta de la casa natal, además de sugerir el cierre del Celche y que se anulara la distinción de ciudadano ilustre. La petición, en su página web, alcanzó antes de cerrarse las 22.199 adhesiones aunque nunca pudo lograr su cometido.
Una encuesta del municipio reveló que cerca de la mitad de los rosarinos desconocían que había nacido allí. “Esta es una ciudad conservadora en muchas cosas. A él se lo negó durante mucho tiempo”, dice el músico Héctor De Benedictis, que intentó darle una impronta turística al recorrido sobre su figura. Una investigación histórica permitió sumar al recorrido gratuito que se ofrece -además del departamento natal, el Celche, el mural y la estatua- dos paradas en el parque Independencia donde estuvo Guevara. Se instalaron fotografías para recordar esos momentos. En una se lo ve recién nacido, en brazos de sus padres, y en otra hay un Che joven, junto a amigos, horas antes de iniciar su primer viaje por Latinoamérica en motocicleta.
Hay otros datos curiosos que orbitan alrededor de la leyenda. Aleida, la hija del Che, que viaja frecuentemente a Rosario, pudo recoger testimonios sobre un equipo de fútbol nacido en Córdoba, de nombre “Los harapientos”, que integraba su padre y jugaba desafíos con rivales rosarinos. Ernesto, según esas fuentes, hacía coincidir sus viajes los fines de semana en que Rosario Central jugaba en su estadio del barrio Arroyito. La simpatía de Ernesto por este club de fútbol, ha generado también no pocas controversias. Mientras Calica Ferrer y Alberto Granado, sus compañeros, aseguran que el Che era “canalla”, otros ex compañeros del guerrillero dicen que nunca lo escucharon hablar de Rosario Central.
Mientras tanto, la ciudad se prepara para un nuevo aniversario de su nacimiento. El escritor Sebastián Riestra suele pasear con su hija por la estatua del Che y se lamenta por su estado de abandono y por la indiferencia de sus vecinos. Sin embargo, con el retorno del turismo, nuevos visitantes vuelven a interesarse en el legado de uno de los ciudadanos más famosos de Rosario, tal vez eclipsado por el furor contemporáneo de Messi, pero siempre vigente en su mito, lucha y refundación.