El expresidente de Panamá, Ricardo Martinelli, condenado a más de 10 años de prisión por blanqueo y asilado en Nicaragua, genera suspicacias sobre su influencia en el Gobierno de José Raúl Mulino, quien asumirá este lunes. Mulino, de 65 años y pro empresa privada, se apoyó en Martinelli para ganar las elecciones del 5 de mayo, tras un complicado proceso electoral.
Inhabilitado por su condena, Martinelli fue reemplazado por Mulino en la candidatura presidencial. Aunque durante la campaña el eslogan era “Mulino es Martinelli, y Martinelli es Mulino”, la situación parece haber cambiado tras la victoria. Mulino insiste en que él gobernará Panamá entre 2024 y 2029, pese a mantener su amistad con Martinelli.
Mulino ha evitado nombrar a allegados de Martinelli en numerosos puestos clave, aunque ha hecho algunas concesiones. Mientras tanto, Martinelli sigue activo en política a través de redes sociales, proponiendo candidatos y denunciando ser un perseguido político.
Mulino ha manifestado que el juicio contra Martinelli, conocido como New Business, estuvo plagado de irregularidades, lo que ha llevado a especulaciones sobre posibles movimientos para favorecer al expresidente. Sin embargo, Mulino ha sido claro en que la situación de Martinelli no depende de él como presidente, destacando su compromiso con el Estado de derecho.
El analista José Stoute afirma que Mulino ha tomado distancia de Martinelli para no comprometer su Presidencia ni cuestionar la independencia del Órgano Judicial. Además, Mulino debe mantener su relación con Estados Unidos, que designó a Martinelli por corrupción. Stoute concluye que la relación entre Mulino y Martinelli está “deteriorada”.
Giovanna Ferullo M. |
Por EFE
Ciudad de Panamá, 29 jun (EFE).- El papel del expresidente de Panamá Ricardo Martinelli (2009-2014), sentenciado a más de 10 años de prisión por blanqueo y asilado en la Embajada de Nicaragua, en el Gobierno que asumirá este lunes su ‘amigo’ José Raúl Mulino, suscita en Panamá suspicacias, aunque algunos analistas ya ven una relación fracturada en aras de mantener la legitimidad de la nueva Administración.
Mulino, un político de 65 años y pro empresa privada, se montó en la popular y polémica figura de Martinelli para lograr el triunfo en las elecciones del 5 de mayo pasado, tras un proceso complicado que incluyó la ratificación ‘in extremis’ de su candidatura impugnada ante el Supremo.
Martinelli, que aspiraba de nuevo a la jefatura del Estado, quedó inhabilitado por la condena por blanqueo y lo sustituyó por Mulino, su compañero de fórmula a la Vicepresidencia. De hecho, no tendrá vicepresidente, al quedar vacante esta candidatura.
Y si en la campaña el eslogan era “Mulino es Martinelli, y Martinelli es Mulino”, tras la victoria electoral la situación parece haber cambiado.
Mulino no reniega de su amistad con Martinelli, de quien fue ministro de Estado, pero en distintas y repetidas ocasiones ha sostenido que quien gobernará Panamá en el quinquenio, entre 2024 y 2029, será él.
Los medios locales y analistas han destacado que Mulino no ha nombrado a los allegados de Martinelli en muchos cargos, algunos clave, como se había dicho que podría ocurrir, aunque también reconocen que sí está haciendo algunas concesiones en ese sentido.
Martinelli, muy activo en la política a través de las redes sociales pese a que su condición de asilo se lo impide en teoría, opina de todo, propone candidatos a la directiva del Parlamento y siempre denuncia que es un perseguido político, con su condena como resultado.
Mulino ha dicho abiertamente que el juicio por la compra con dinero sucio de una editorial de medios por Martinelli, el caso conocido como New Business y por el que fue condenado a más de 10 años y a pagar una multa de 19 millones de dólares, estuvo plagado de irregularidades.
Esto dio pie a especulaciones de que el nuevo gobernante podría mover los hilos del poder para favorecer a Martinelli, cuyos correligionarios de su partido Realizando Metas (RM) hablan incluso de impulsar una ley de amnistía para exonerar al expresidente de la condena por blanqueo.
Pero Mulino también ha sido claro. “La situación del señor Martinelli no pasa por mí como presidente”, como declaró el viernes pasado a la cadena local TVN.
“Él tiene abogados que plantearán los casos de revisión de sus sentencias, sobre todo la sentencia del caso New Business, pero eso no pasa por mi gobierno. Yo soy un hombre de ley, que cree en el Estado de derecho. Ricardo es mi amigo, y lo que en derecho yo pueda hacer para ayudarlo lo voy a hacer, nunca lo he escondido. Sin embargo, no puedo saltarme la tranca, violando la ley y la Constitución”, agregó.
El analista político José Stoute afirmó a EFE que Mulino ha tomado cierta distancia de Martinelli “por la sencilla razón de que no va a poner en duda ni en cuestión su Presidencia por intentar violentar al Órgano Judicial”.
Además, Mulino “tiene que cuidar de forma extraordinaria su relación con Estados Unidos”, cuyo Gobierno, liderado por Joe Biden, designó a Martinelli por corrupción.
Mulino “ha llegado ya a acuerdos con el Gobierno de EE.UU.” en asuntos clave como el manejo de la migración irregular, “por lo tanto yo pienso que él va a cuidar mucho la legitimidad de su Presidencia”.
“En las elecciones, Mulino era Martinelli y Martinelli era Mulino. Pero en la presidencia Mulino es Mulino”, dijo Stoute, y agregó que, en su opinión, a estas alturas la relación entre ambos está “deteriorada”.