El papa Francisco concluyó su visita de nueve horas a Córcega con una misa en la plaza d’Austerlitz en Ajaccio, bajo el monumento a Napoleón, asistida por miles de personas. Participó en la clausura del congreso sobre “Religiosidad popular en el Mediterráneo”, donde destacó la profunda devoción católica de la isla. Recorrió Ajaccio en el papamóvil, siendo recibido con entusiasmo.
Francisco enfatizó en la necesidad de una “sana laicidad” que fomente el diálogo entre la religión y el Estado, citando a Benedicto XVI sobre la separación beneficiosa entre la política y la religión. También alertó sobre el riesgo de manipulación de manifestaciones religiosas por agendas identitarias.
El papa instó a los jóvenes a implicarse en la vida socio-cultural y política, y subrayó la importancia de la cercanía de las autoridades al pueblo. Antes de partir, se reuniría con el presidente francés, Emmanuel Macron. La visita resalta la relevancia de la piedad popular y su papel en expresar la historia y cultura de los pueblos.
Ajaccio (Francia) (EFE).- El papa Francisco concluyó este domingo su visita de nueve horas a la isla francesa de Córcega con una misa en la plaza d’Austerlitz en Ajaccio bajo el monumento dedicado a Napoleón y en la que participaron varios miles de personas.
Por EFE
Francisco llegó a la isla para participar a la jornada de clausura de un congreso dedicado a la “Religiosidad popular en el Mediterráneo”, lo que había provocado algunos resquemores por no haber participado en la ceremonia de inauguración de Notre Dame.
Tras participar en el congreso y reunirse con los religiosos, celebro misa en la Place d’Austerlitz, también llamado “U Casone”, en recuerdo a un antiguo edificio, lugar donde, según la tradición, Napoleón iba a jugar cuando era niño.
El papa durante la jornada recorrió en varias ocasiones con el papamóvil las calles de Ajaccio donde se agolparon miles de personas para saludarlo con entusiasmo.
A Francisco le había conquistado a la hora de elegir este destino la profunda devoción popular en Córcega, donde aún persisten tradiciones católicas como las cofradías, existen numerosos santuarios y parroquias y un importante culto a la Virgen, ‘a Madonnuccia’, que según la tradición protegió la isla de la peste cuando aún se encontraba bajo aquel dominio genovés.
En Córcega, el 80 % de sus cerca 350.000 ciudadanos se consideran católicos y hay más de 430 parroquias.
“Hermanos y hermanas, lamentablemente sabemos bien que no faltan motivos graves de dolor entre las naciones: miseria, guerras, corrupción, violencia. Sin embargo, la Palabra de Dios nos conforta siempre”, dijo el papa en su homilía. Y recordó, por ejemplo, el dolor de los niños ucranianos.
Continuó: “Ante las devastaciones que oprimen a los pueblos, la Iglesia anuncia una esperanza segura, que no desencanta, porque el Señor viene a habitar entre nosotros. Por eso, nuestro compromiso por la paz y la justicia encuentra, en su venida, una fuerza inagotable”.
En el altar, colocado justo bajo el alto pedestal con la estatua de Napoleón, una escrita en lengua corso: “A pace” (la paz).
También en su homilía lamentó: “¡Cuán difundidos están hoy estos males espirituales, especialmente donde se propaga el consumismo! Una sociedad así, envejece insatisfecha porque no sabe dar; quien vive para sí mismo nunca será feliz”.
Antes de regresar a Roma, el papa se reunirá en el aeropuerto con el presidente francés, Emmanuele Macron, quién acudirá sólo para la entrevista y no participará al resto de actos. El Vaticano como es habitual no informará sobre el contenido del encuentro.
Francisco pidió desde la isla francesa de Córcega “una sana laicidad” sin prejuicios ni oposiciones para que se pueda instaurar “un dialogo franco y fructífero”, durante su discurso en el congreso “La religiosidad popular en el Mediterráneo” en Ajaccio, donde llegó para pasar sólo unas horas.
En el país en que se defiende fuertemente la laicidad del Estado, el papa indicó “la necesidad de desarrollar un concepto de laicidad que no sea estático y rígido, sino evolutivo dinámico, capaz de adaptarse a situaciones diversas o i inesperadas y de promover la colaboración constante entre las autoridades civiles y eclesiásticas” aunque “permaneciendo cada uno dentro de los limites de sus propias competencias y espacio”.
Citó a Benedicto XVI que aseguraba que ” una sana laicidad significa liberar la religión del peso de la política y enriquecer la política con las aportaciones de la religión, manteniendo la distancia necesaria, la clara distinción y la colaboración indispensable entre las dos”.
Para el papa Francisco, “dicha sana laicidad garantiza que la política actúe sin instrumentalizar a la religión, y que se pueda vivir libremente la religión sin el peso de políticas dictadas por intereses, a veces poco conformes, y con frecuencia hasta contrarios a las creencias religiosas”.
Y de esta “manera se podrán aprovechar más las energías y sinergias, sin prejuicios y sin oposiciones de principio, en un diálogo abierto, franco y fructífero”.
Aseguro que “la piedad popular, muy arraigada aquí en Córcega, pone de relieve los valores de la fe y, al mismo tiempo, manifiesta el rostro, la historia y la cultura de los pueblos.
La importante tradición religiosa en Córcega, donde por ejemplo están muy difundidas las cofradías y el culto a la Virgen, fuer el principal motivo que empujó al papa a visitar la isla y participar a este congreso, después de la negativa de acudir a París para la inauguración de la catedral de Notre Dame tras la restauración.
“En este entrelazamiento, sin confusiones, se configura el diálogo constante entre el mundo religioso y el laico, entre la Iglesia y las instituciones civiles y políticas. Ustedes llevan mucho tiempo trabajando sobre este tema y son un ejemplo virtuoso en Europa” añadió.
También animó en su discurso a los ” jóvenes a participar aún más activamente en la vida socio-cultural y política, con el impulso de los ideales más sanos y la pasión por el bien común”.
Asimismo, exhorto a los pastores y a los fieles, a los políticos y a quienes tienen responsabilidades públicas “a permanecer siempre cercanos al pueblo, escuchando sus necesidades, comprendiendo sus sufrimientos e interpretando sus esperanzas, porque toda autoridad sólo crece en la proximidad”.
Además, Francisco advirtió este domingo del peligro que algunas manifestaciones religiosas puedan ser instrumentalizadas por grupos que quieren fortalecer su propia identidad.
En el palacio de Congresos de la capital de la isla francesa, ante unos 400 invitados llegados también de Italia y España, el papa habló de “la belleza y la importancia de la piedad popular” que además “atrae e involucra también a personas que están en el umbral de la fe, que no son practicantes asiduos y, sin embargo, descubren en ella la experiencia de las propias raíces y afectos, junto con los valores e ideales que consideran útiles para la propia vida”.
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