Desde siempre, el oro, las piedras preciosas y las perlas han sido objetos de fascinación al igual que de demostración de poder. Así, durante miles de años, los gobernantes de diferentes civilizaciones se han distinguido convirtiendo las coronas, diademas, joyas o cetros en emblemas representativos de su legitimidad.
Multitud de esas piezas sufrieron tristes destinos con los siglos, pero la corona británica mantiene una de las colecciones más espectaculares de alhajas del pasado que han llegado a nuestros días y que están todavía en uso. Aparte de las joyas de la corona, un conjunto que se custodia en la Torre de Londres, Isabel II usó durante su vida cientos de piezas de alto valor histórico y artístico, además de sus cotidianos collares de dos o tres vueltas de perlas.
Las joyas de la Corona británica no solo son valiosas por sus metales y piedras preciosas, su diseño único y su carácter histórico. También lo son por los afectos que guardan y el significado simbólico que se esconde detrás de cada una de sus apariciones. Lejos de lo que se haya podido especular en muchas ocasiones, la relación entre Isabel II y Lady Di no era distante, más bien todo lo contrario. Y buena prueba de ello es el gesto que tuvo la reina cuando le prestó a Diana uno de sus pares de aros más preciados para uno de sus viajes más importantes.
A principios de la década de los 60, Isabel II mandó crear un par de aros de estilo clásico y fáciles de combinar con sus coronas y collares más adornados. La pieza engarzaba dos diamantes, uno pequeño y redondo junto con otro en forma de lágrima. Isabel II la lució en varias ocasiones durante esos primeros años, entre ellas citas destacadas como su viaje a Australia en 1970 junto a Felipe de Edimburgo.
En estos aros encontró el complemento perfecto para lucir con la corona de las Niñas de Gran Bretaña e Irlanda, heredada de la reina María y que posee motivos decorativos en forma de flor de lis. “El estilo de la difunta reina no se trataba de uno clásico per se, más allá de que las prendas que utilizaba eran de cortes más bien tradicionales, ya que las estampas y colores la alejaban de esto. Fue un estilo propio que transformó en icónico”, sostuvo en diálogo con este medio Laura Malpeli, asesora de imagen y directora de Styletto Image Studio.
La reina también viajó con ellos en su equipaje en su gira por Sudáfrica en 1999. Fueron su opción favorita para combinar con un look en color verde pastel con vestido liso y abrigo de encaje y con la corona Vladimir, una de las más llamativas de la monarca. Una pieza con círculos de diamantes entrecruzados de los que cuelgan perlas en forma de lágrima y a la que los aros de diamantes no roban protagonismo.
Sin duda, estos aretes eran muy del agrado de la reina, no en vano habían sido mandados hacer por ella. Por eso, no es cualquier cosa que ella se los prestara a Diana de Gales para realizar una de las giras más importantes de sus primeros años con Carlos: la que el matrimonio realizó a Australia y Nueva Zelanda en 1983, cuando el príncipe William acababa de cumplir un año.
Fueron dos las ocasiones en las que Lady Di optó por dar relevancia a la pieza en sus looks. La primera, para asistir a un banquete en Auckland, con un vestido de volados con lentejuelas y transparencias en azul claro. Al igual que Isabel II, ella encontró en estos aros el complemento perfecto para algunas de las piezas más emblemáticas de su joyero, como la corona Spencer, su joya familiar más preciada.
En ese mismo viaje, Diana los combinó con la corona que posteriormente se convirtió en la favorita de Kate Middleton, la Cambridge Lover’s Knot, el regalo de bodas que Lady Di recibió de parte de la reina y que la actual duquesa de Cambridge a menudo luce en recuerdo de la que hubiera sido su suegra.
Con un vestido de seda y organza de Gina Fratini, Lady Di firmó uno de sus estilismos más aplaudidos en aquella recordada gira y dejó claro que el gesto que había tenido Isabel II prestándole una de sus joyas favoritas había sido un detalle muy valorado por ella.
En el momento de su muerte, Isabel II solo compartía algunas pocas joyas con Kate Middleton, a parte de los prestamos nupciales. Por su parte, la reina Camilla, hasta el momento, usaba las tiaras que en su día usó la reina madre. A la esposa del príncipe Guillermo, la reina prestaba alhajas que ya no usaba, como el collar que le regaló el Nizam de Hyderabad a la monarca como presente de bodas y que llevó en numerosas ocasiones.