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La película de la saga de Freddy Krueger que se convirtió en un emblema de la comunidad Lgbt+ La película de la saga de Freddy Krue

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En 1984 Freddy Krueger llegó a la historia del cine de terror para convertirse en uno de los personajes más populares y temidos por niños de más de una generación. Aunque en la actualidad cuenta con una extensa saga, un reboot y hasta una de las fusiones más grandes de todos los tiempos -su mítica pelea en contra de Jason-, el eje central de A Nightmare on Elm Street tiene una cinta que se ha convertido en todo un emblema para la comunidad LGBT+ sin haber sido pensada, aparentemente, con ese objetivo.

Por Infobae

La primera parte de la exitosa franquicia conquistó las taquillas americanas y mundiales con la historia de Frederick Charles Krueger, un hombre con un pasado oscuro y tormentoso pues su madre había sido abusada sexualmente por internos de un hospital psiquiátrico, su padre era un alcohólico abusador y desde niño tenía un comportamiento psicopático -un trastorno antisocial de la personalidad-.

Sin embargo lo que cautivó al público fue su presente, cuando trabajaba en la central eléctrica local y en la caldera de la central había capturado a más de 20 jóvenes del vecindario y los había asesinado. La policía no pudo resolver el caso, mientras los periódicos lo apodaron “El Acuchillador de Springwood”. El fenómeno fue tan grande que esta historia tenía que continuar y por ello Warner Bros Entertainment dio luz verde para su sangrienta secuela, sin imaginar en lo que se convertiría con el paso del tiempo.

A solo un año de su primera parte, en 1985 llegó la cinta de la cual hablaremos a lo largo de este texto: Pesadilla en la calle del infierno 2: La venganza de Freddy. Con altas expectativas que se vieron reflejadas en su presupuesto (3 millones de dólares, recaudando 30 solo en Estados Unidos) la secuela cumplió con todo menos con expectativas de los amantes del terror que la catalogaron de mala, aunque sí tuvo un éxito comercial aceptable. La crítica hizo reseñas en importantes periódicos ovacionando o criticando las innovaciones que se veían reflejadas en el producto final, sin darse cuenta que todo conectaba a un punto en común: ¿la trama hablaba sobre la comunidad LGBT+?

Para entender mejor el contexto, es importante recapitular la historia. Cinco años después de los sucesos de A Nightmare on Elm Street, Jesse -interpretado por Mark Patton- se mudó, con su familia, a la que fue la casa de Nancy Thompson -personaje principal de la primera parte-. Aún sin instalarse totalmente comienza a tener pesadillas, lo que provoca que no pueda dormir bien por las noches y despierte a gritos. Él recibe la visita de Freddy Krueger en uno de sus sueños y descubre en su casa un diario de ella en el que relata sus pesadillas y habla del gran asesino.

Si bien la historia podría parecer de lo más normal, existe un primer elemento para argumentar que esta película tenía toda la intención de romper con el paradigma del género dictado para los años 80: El protagonista es un hombre, cuando en toda película de terror para ese momento siempre es una mujer. Una primera gran novedad dejar atrás el final girl, para así contar un final boy. Situación que para los tradicionalistas fue una tragedia, aunque para los vanguardistas les permitió ver algo fresco a la fórmula cansada y repetida de toda cinta de la época.

A lo largo del filme existe más de un paisaje inusual que ha sido retomado por la comunidad de la diversidad como un argumento de que se trató de una historia bisexual que aunque su director Jack Sholder ha negado, y hasta mostrado arrepentimiento por lo hecho, no ha podido explicar el porqué de las escenas.

Hombres jóvenes y con todos los estereotipos de belleza de esa época (altos, rubios, de cuerpos fornidos) jugando sensualmente en las duchas de la escuela, mientras practican algún deporte, mientras son regañados por su entrenador. Situaciones que en la actualidad podrían parecer de lo más normal, pero para ese momento eran todo lo contrario de lo que Hollywood le daba al público -mujeres bajo las mismas circunstancias y situaciones-.

Existe una escena en específico donde el temible Freddy Krueger ataca y mata a una de sus víctimas, un hombre en las duchas que quedó solo tras su entrenamiento. Lo inusual de este momento es la forma en cómo transcurre la muerte, pues los desnudos masculinos, aunque bien cuidados, son evidentes. Además de ser atormentado bajo un entorno que podría ser considerado “masoquista” y que estaba en auge dentro de la comunidad gay en la década de los años 80.

Otra peculiar escena transcurre cuando el entrenador intenta seducir, sutilmente, al protagonista en un bar Drag. El breve momento transcurre lleno de elementos LGBT+ que ahora podrían ser considerados como cliché -hombres en látex, con bigotes largos, cuerpos perfectamente marcados pero “amanerados”- pero que son claras referencias a una historia narrada indirectamente.

La negativa de sus creadores a que todo fuera interpretado como una película LGBT+ de terror se sostuvo por su director, escritor y productor durante varios años sin embargo nada de eso pudo ser contrastado al momento de que se les cuestionaba porque la habían realizado de dicha manera. Además de que su protagonista al par del estreno “salió del clóset” y mostró su interés por haber querido dejar muy en claro la dudas de la sexualidad del personaje, pues al final era un adolescente que si bien tenía pareja femenina, corría a los brazos de su mejor amigo para “sentirse a salvo”.

“Tuve que hacer lo que pude con un material problemático. Aquella era una época en la que las mujeres no querían que los hombres mostrasen debilidad, pero yo supe que, al menos, quería que Jesse tuviese un grito frágil. Si iba a hacer esta película, era importante para mí que como mínimo se mostrase un tipo diferente de masculinidad”, Mark Patton para Los Angeles Times años después.

“Simplemente se volvió imposible de negar. Estoy tumbado en la cama como en La pietà y las velas gotean y se doblan como si fueran falos…”. Robert Englund, el hombre tras el maquillaje de Freddy, mencionó que incluso le propuso al joven intérprete introducir una de las cuchillas de su guante en su boca durante uno de los ataques-seducciones, pero la escena se descartó.

“Está obviamente pensada como una película de temática bisexual”, declaró Englund en 2010. “Era principios de los ochenta, antes de la paranoia del Sida. Jesse está luchando contra el hecho de salir o no del armario y Freddy es la manifestación de sus propios deseos sexuales. Su amigo (interpretado por Robert Rusler) es el objeto de su afección. Todo eso está en la película”.

El hecho de que el protagonista de toda la saga hablara así del tema y lo defendiera terminó siendo el argumento final y más potente de la comunidad LGBT+ para ver a Pesadilla en la calle del infierno 2: La venganza de Freddy como un emblema de la comunidad LGBT+ en el cine de terror.

Durante una entrevista reciente con TooFab mientras promocionaba su nueva serie, True Terror, Englund reveló que le encantaría ver una nueva versión de Pesadilla en Elm Street 2: La venganza de Freddy.

“Si hace de nuevo Pesadilla 2 deberían realmente lidiar con ese subtexto, Freddy jugando con la sexualidad de ese chico. Ahora estamos mucho más cómodos con eso, creo que sería algo muy divertido el tener a Freddy jugando con él. Un chico podría ser gay, otro no, se podría jugar con ellos, tentarlos… Forzarlos a salir del armario o volver al armario. El público lo aceptaría ahora. Freddy haría eso porque está en tu cabeza, pero necesitaríamos a alguien muy inteligente para hacer eso”, expresó.

Pese a la critica negativa en esos años y que incluso los creativos llegaron a pensar que la innovación para el género había sido un retroceso al éxito del personaje, Freddy Krueger sigue siendo un referente cultural mundial del terror y su “venganza” es una película atemporal que la comunidad LGBT+ no ha dejado en el olvido y que podría tener una recreación justa donde ser gay o bisexual así como protagonista de una película de miedo no sea un elemento para destruir una cinta en reseñas de criticas, pues no es una inclusión forzada cuando desde el principio fue así y por medio al que dirán negaron lo innegable.

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