The New York Times

Los adolescentes están enfermando debido a la marihuana cada vez más potente

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Elysse tenía 14 años cuando empezó a vapear cannabis.

Por Infobae

No olía, por lo que era fácil de ocultar a sus padres. Y era cómodo: sólo había que pulsar un botón e inhalar. Después del segundo o tercer intento, estaba enganchada.

“Era una locura. Una euforia demencial”, dice Elysse, que ahora tiene 18 años y cuyo apellido se mantiene en reserva para proteger su privacidad. “Todo se movía lentamente. Me dio mucha hambre. Todo era divertidísimo”.

Pero la euforia acabó transformándose en algo más inquietante. A veces la marihuana hacía que Elysse se sintiera más ansiosa o triste. En otra ocasión, se desmayó en la ducha y se despertó media hora después.

No se trataba de la hierba normal. El aceite y las ceras que compraba a los traficantes solían tener un 90 por ciento de THC, el componente psicoactivo de la marihuana. Pero como estos productos se derivaban del cannabis y casi todo el mundo que conocía los consumía, supuso que eran relativamente seguros. Empezó a vapear varias veces al día. Sus padres no se enteraron hasta un año después, en 2019.

“La metimos en un programa para ayudarla con ello. Intentamos el amor firme, para ser francos, lo intentamos todo”, dijo el padre de Elysse sobre su adicción.

A partir de 2020 empezó a tener misteriosos brotes en los que vomitaba una y otra vez. Al principio ella y sus padres —e incluso sus médicos— estaban desconcertados. Durante un episodio, dijo Elysse, vomitó en el baño de un centro comercial durante una hora. “Sentí que mi cuerpo levitaba”.

En otra ocasión, calcula que vomitó al menos 20 veces en el lapso de dos horas.

No fue hasta 2021, después de media decena de viajes a la sala de emergencias por enfermedades estomacales, incluyendo algunas estancias en el hospital, que un gastroenterólogo le diagnosticó el síndrome de hiperémesis cannabinoide, una condición que causa vómitos recurrentes en los consumidores de marihuana.

Si bien el cannabis recreativo es ilegal en Estados Unidos para los menores de 21 años, se ha vuelto más accesible en tanto que muchos estados lo han legalizado. Pero los expertos afirman que los productos de cannabis con alto contenido de THC de hoy en día —muy diferentes de los porros que se fumaban hace décadas— están envenenando a algunos consumidores habituales, incluidos los adolescentes.

Como droga, la marihuana no es tan peligrosa como el fentanilo, pero puede tener efectos potencialmente nocivos, sobre todo para los jóvenes, cuyos cerebros aún se están desarrollando. Además de los vómitos incontrolables y la adicción, los adolescentes que consumen con frecuencia dosis elevadas de cannabis también pueden experimentar psicosis que podrían conducir a un trastorno psiquiátrico de por vida, una mayor probabilidad de desarrollar depresión e ideas suicidas, cambios en la anatomía y la conectividad del cerebro y mala memoria.

Pero a pesar de estos peligros, la potencia de los productos que se comercializan actualmente no está regulada.

‘Me sentía tan atrapada’

En 1995, la concentración promedio de THC en las muestras de cannabis incautadas por la Administración de Control de Drogas era de alrededor del cuatro por ciento. En 2017, era del 17 por ciento. Y ahora los fabricantes de cannabis están extrayendo el THC para hacer aceites; comestibles; cera; cristales del tamaño del azúcar; y productos concentrados similares al vidrio llamados shatter que anuncian altos niveles de THC que en algunos casos superan el 95 por ciento.

Mientras tanto, el nivel medio de CBD —el compuesto no tóxico de la planta de cannabis relacionado con el alivio de las convulsiones, el dolor, la ansiedad y la inflamación— ha ido disminuyendo en las plantas de cannabis. Los estudios sugieren que los niveles más bajos de CBD pueden hacer que el cannabis sea más adictivo.

Los concentrados de THC “son tan parecidos a la planta de cannabis como las fresas a las Pop Tarts de fresa con cobertura azucarada”, escribió Beatriz Carlini, investigadora del Instituto de Adicciones, Drogas y Alcohol de la Universidad de Washington, en un informe sobre los riesgos para la salud del cannabis altamente concentrado.

Aunque el cannabis es legal para uso recreativo en 19 estados y en Washington DC, y para uso médico en 37 estados y DC, únicamente Vermont y Connecticut han impuesto límites a la concentración de THC. Ambos prohíben los concentrados por encima del 60 por ciento, con la excepción de los cartuchos precargados, y no permiten que el material de la planta de cannabis supere el 30 por ciento de THC. Pero hay pocas pruebas que sugieran que estos niveles específicos sean de algún modo más seguros.

“En general, no apoyamos los límites arbitrarios de potencia siempre que los productos estén debidamente probados y etiquetados”, dijo en un comunicado Bethany Moore, portavoz de la Asociación Nacional de la Industria del Cannabis. Añadió que la mejor manera de mantener la marihuana lejos de los adolescentes es aplicar leyes que permitan a la industria del cannabis sustituir a los mercados ilegales, que no respetan las restricciones de edad, las pruebas obligatorias del estado o las directrices de etiquetado.

La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) ha emitido advertencias sobre varios productos de cannabis, incluidos los comestibles, pero hasta ahora los reguladores federales no han tomado medidas para frenar los niveles de potencia porque el cannabis es ilegal a nivel federal, dijo Gillian Schauer, directora ejecutiva de la Asociación de Reguladores de Cannabis, una organización no partidista sin fines de lucro que convoca a funcionarios gubernamentales involucrados en la regulación del cannabis en más de 40 estados y territorios.

Los legisladores de California están estudiando la posibilidad de añadir una etiqueta de advertencia sobre salud mental a los productos de cannabis, en la que se especifique que la droga puede contribuir a la aparición de trastornos psicóticos.

Las encuestas nacionales sugieren que el consumo de marihuana entre los alumnos de octavo, décimo y doceavo grado disminuyó en 2021, un cambio atribuido en parte a la pandemia. Sin embargo, en el intervalo de dos años entre 2017 y 2019, el número de chicos que informaron haber fumado marihuana en los últimos 30 días aumentó en todos los grados, casi triplicándose entre los estudiantes de último año de secundaria. En 2020, el 35 por ciento de los estudiantes de último año, y hasta el 44 por ciento de los estudiantes universitarios, declararon haber consumido marihuana en el último año.

Elysse dejó de consumir antes de entrar en la universidad, pero pronto descubrió que aparentemente todo el mundo en su piso del dormitorio consumía habitualmente hierba.

“No solo carts”, dijo, refiriéndose a los cartuchos de cannabis utilizados en los cigarrillos electrónicos o vape pens “sino pipas de agua, pipas, cuencos… absolutamente todo”. Todas las mañanas, encontraba estudiantes lavando sus pipas de agua en el baño común a las 8 a.m. para prepararse para su “fumada matutina”.

Después de unas semanas, empezó a vapear THC concentrado de nuevo, dijo, y también empezó a tener pensamientos sombríos, de vez en cuando se sentaba sola en su habitación y sollozaba durante horas. “Me sentía tan atrapada”, dijo Elysse, que ahora lleva casi dos meses sin consumir. “Esto ya no es divertido de ninguna manera”.

El cannabis afecta especialmente a los adolescentes.

Michael McDonell, experto en tratamiento de adicciones de la escuela de Medicina de la Universidad Estatal de Washington, dijo que se necesitan más investigaciones para comprender mejor hasta qué punto la psicosis y el síndrome de hiperémesis cannabinoide se han vuelto más frecuentes entre los adolescentes y otras personas que consumen productos de alta potencia.

Aun así, añadió, “definitivamente sabemos que hay una relación dependiente de la dosis entre el THC y la psicosis”.

Un estudio riguroso descubrió que el riesgo de padecer un trastorno psicótico era cinco veces mayor entre los consumidores diarios de cannabis de alta potencia en Europa y Brasil que entre los que nunca lo habían consumido.

Otro estudio, publicado en 2021 en JAMA Psychiatry, informó de que, en 1995, solo el dos por ciento de los diagnósticos de esquizofrenia en Dinamarca estaban asociados al consumo de marihuana, pero en 2010 esa cifra había aumentado hasta el seis u ocho por ciento, lo que los investigadores asociaron al aumento del consumo y la potencia del cannabis.

El síndrome de hiperémesis cannabinoide, que a menudo puede aliviarse con baños y duchas calientes, también está relacionado con el consumo prolongado de altas dosis de cannabis. Al igual que con la psicosis, no está claro por qué algunas personas lo desarrollan y otras no.

Sharon Levy, médica y directora del Programa de Uso de Sustancias y Adicción en Adolescentes del Hospital Infantil de Boston, dijo que “no hay duda de que los productos de mayor concentración están aumentando el número de personas que tienen malas experiencias con el cannabis”.

Cuando su clínica abrió en el año 2000, la marihuana era ilegal en Massachusetts. En ese momento, Levy dijo que muchos menos chicos llegaban con síntomas psicóticos “y casi nunca vimos el síndrome de hiperémesis cannabinoide”.

Ahora, dijo, esas cifras se están disparando. Los síntomas psicóticos mientras se está drogado pueden incluir alucinaciones, problemas para distinguir entre la fantasía y la realidad, comportamientos extraños (un joven se pasaba el día haciendo nudos con bolsas de plástico) o voces que les hablaban en su cabeza, añadió.

Si un adolescente muestra estos síntomas, conseguir que esa persona deje el cannabis “se convierte en una emergencia”, dijo. “Porque tal vez, solo tal vez, lo resolverán y estaremos evitando que alguien desarrolle un trastorno psiquiátrico de por vida”.

‘Ay, bueno, es solo hierba’

Laura Stack, que vive en Highlands Ranch, Colorado, dijo que cuando su hijo Johnny admitió por primera vez que consumía marihuana a los 14 años, se dijo a sí misma: “Ay, bueno, es solo hierba. Gracias a Dios que no era cocaína”.

Ella había consumido marihuana un par de veces en la secundaria y le advirtió que la marihuana le “comería las neuronas”. Pero en ese momento no le preocupaba demasiado: “Yo consumí, estoy bien, ¿cuál es el problema?”.

“Pero no tenía ni idea”, añadió, refiriéndose a cómo ha cambiado la marihuana en los últimos años. “Muchos padres como yo son completamente ignorantes”.

Al principio, su hijo no tenía problemas de salud mental y destacaba en la escuela. Pero con el tiempo empezó a consumir productos de marihuana de alta potencia varias veces al día, y esto, dijo Stack, “lo volvió completamente delirante”.

Cuando llegó la hora de ir a la universidad, había pasado por varios programas de tratamiento de adicciones. Se había vuelto tan paranoico que creía que la mafia lo perseguía y que su universidad era una base del FBI, dijo Stack. En un momento dado, tras mudarse de la casa de su infancia, amenazó con matar al perro de la familia a menos que sus padres le dieran dinero. Su madre descubrió más tarde que Johnny había obtenido su propia tarjeta de marihuana medicinal cuando cumplió los 18 años y había empezado a ser el traficante de chicos más jóvenes.

Tras varias estancias en hospitales psiquiátricos, los médicos determinaron que Johnny tenía un caso grave de abuso de THC, dijo Stack. Le recetaron un medicamento antipsicótico, que lo ayudó, pero luego dejó de tomarlo. En 2019, Johnny murió tras saltar de un edificio de seis pisos. Tenía 19 años. Unos días antes de su muerte, contó Stack, Johnny se había disculpado con ella, diciendo que la hierba había arruinado su mente y su vida, y agregó: “Lo siento, y te amo”.

Un estudio reciente descubrió que las personas que consumían marihuana tenían una mayor probabilidad de idear, planear e intentar el suicidio que las que no consumían la droga. Stack dirige ahora una organización sin fines de lucro llamada Johnny’s Ambassadors que educa a las comunidades sobre el cannabis con alto contenido de THC y su efecto en el cerebro de los adolescentes.

‘No hay un límite seguro conocido’

Puede ser difícil determinar con exactitud la cantidad de THC que entra en el cerebro de una persona cuando consume cannabis. Ello se debe a que no solo la frecuencia de consumo y la concentración de THC afectan a la dosis, sino también la rapidez con la que las sustancias químicas llegan al cerebro. En los vaporizadores, la velocidad de entrega puede cambiar en función de la base en la que se disuelve el THC, la potencia de la batería del aparato y cuán cálido se pone el producto cuando se calienta.

Las dosis más altas de THC son más propensas a producir ansiedad, agitación, paranoia y psicosis. “Cuanto más joven eres, más vulnerable es tu cerebro a desarrollar estos problemas”, dijo Levy.

Los jóvenes también tienen más probabilidades de convertirse en adictos cuando empiezan a consumir marihuana antes de los 18 años, según la Administración de Salud Mental y Abuso de Sustancias.

Además, cada vez hay más pruebas de que el cannabis puede alterar el cerebro durante la adolescencia, un periodo en el que ya está experimentando cambios estructurales. Hasta que se sepa más, los investigadores y los médicos recomiendan posponer el consumo de cannabis hasta más adelante.

“Los chicos me preguntan todo el tiempo: ‘¿Y si lo hago solo una vez al mes, está bien?’”, contó Levy. “Todo lo que puedo decirles es que no hay un límite seguro conocido”.

McDonell estuvo de acuerdo en que evitar por completo el consumo de drogas es siempre la opción más segura, pero dijo que algunos chicos podrían requerir una conversación con más matices. Aconsejó tener conversaciones francas sobre las drogas con los estudiantes de secundaria y los adolescentes, a la vez que se los educa sobre los peligros de los productos de cannabis de alta potencia en comparación con los que están hechos principalmente de CBD.

“Creo que es algo con lo que todos estamos teniendo dificultades como comunidad”, añadió. “¿Cómo hacemos llegar esta información a los padres y a los niños lo suficientemente rápido?”.

© The New York Times 2022

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