Relinquo vos liberos ab utroque homine. La frase, ”los libero de los dos hombres”, en relación al Papa y al Emperador Romano, fue pronunciada por Marino en su lecho de muerte y está escrita en las monedas, en los sellos y tallada en las paredes de un pequeño enclave perdido en medio de la península itálica que asciende por el Monte Titano y que se encuentra coronado por tres castillos medievales. Este microestado europeo con fuerte influencia italiana ha sabido construir una identidad propia en base a las múltiples particularidades que rodean su larga y rica historia, pese a tener unos 38.000 habitantes y apenas 61 km cuadrados de superficie.
La Serenísima República de San Marino posee una forma de gobierno única en el mundo; una relación particular con la Unión Europea; carece de puerto, aeropuerto o trenes, así que solo se puede acceder a ella a través de Italia; hay más automóviles que habitantes; posee una fuertísima tradición cristiana y religiosa pero acaba de aprobar la legalización del aborto en un referéndum; fue el país con más muertes por millón de habitantes durante la pandemia del COVID-19 y, a su vez, fue el único que se quedó fuera del reparto de vacunas europeas, por lo que debió recurrir a Rusia y vacunó a toda su población con Sputnik V, lo que confinó a sus habitantes —que estudian y trabajan en Italia— por carecer de un pasaporte de vacunación…
“Lo que es seguro es que nuestro equipo lo intenta y lo hace con muchas ganas, con mucho ímpetu”, responde Giovanni Maria d’Avossa, embajador en Argentina que conversó con Infobae sobre otra peculiaridad de su país que suele causar risas y burlas: San Marino también posee la selección nacional de fútbol que ostenta el récord de ser uno de las peores de acuerdo al ránking anual de la FIFA y de haber ganado apenas un partido en toda su historia.
Es lógico que cuando un país puede ufanarse de ser la república más antigua del mundo, los fracasos futbolísticos de su selección ocupan un segundo plano entre las preocupaciones de su población. En realidad, San Marino es la única de las llamadas ciudades-Estado que, tras dominar el centro y el norte de la península itálica entre los siglos X y XV, logró sobrevivir hasta la actualidad. Algunos consideran que se trata de un caso de arqueología política.
Marino, su historia, la leyenda y un legado
En el año 300, Marino era un picapedrero originario de la Costa Dálmata (actual Croacia) sobre el Mar Adriático, frente a lo que hoy es Italia. Diocleciano, uno de los últimos emperadores romanos, emprendió una brutal persecusión contra su comunidad por ser cristiana, por lo que el grupo con frecuencia huía de las costas y subía a ocultarse al Monte Titano.
La leyenda religiosa cuenta que Marino curó la ceguera del hijo de doña Felicitas, dueña de todas las tierras de la región y que ésta, en agradecimiento por el milagro del futuro santo cristiano, le obsequió los territorios que se extendían sobre el monte. Otras versiones aseguran que la mujer simplemente donó esos terrenos al reconocer el rol de Marino como líder de su comunidad.
Al morir, además de pronunciar la frase que sembraba la semilla de la independencia del pequeño estado, Marino también dejó el lema LIBERTAS, que se dice que fue extraído de sus últimas palabras. Desde entonces, precisamente desde el año 301 después de la era cristiana, San Marino ha logrado esquivar con éxito las ambiciones tanto de conquistadores como de sus vecinos gracias a una mezcla de hábil diplomacia, buenos modales y, muy importante, sus condiciones geográficas: desde sus puntos más altos se obtiene una vista privilegiada que permite una visión que llega hasta las costas italianas sobre el Mar Adriático.
Dos jefes de Estado y un profundo sentimiento democrático
San Marino posee una forma de Gobierno que fue establecida entre el Siglo XIII y el XIV y que consiste en dos jefes de Estado llamados Capitanis Reggentis, cuyo mandato dura apenas seis meses. La idea es que funcionen como una pareja en la que uno controla al otro y viceversa, con el objetivo de garantizar los controles de un sistema auténticamente democrático. Hasta tal punto es así, que si un Capitani Reggenti recibe una invitación oficial al exterior, no puede viajar sin el otro. Ese mismo hecho ha causado problemas en eventos oficiales en el extranjero en los que no se previó la cantidad de sillas que iba a requerir la presencia del pequeño país.
Los Capitanis Reggentis, sin embargo, tienen un rol bastante simbólico. Son elegidos de entre los miembros del Consejo Grande y General, un organismo monocameral del que, a su vez, emerge un Secretario de Estado, cuyas funciones son un poco más concretas, parecidas a las de un primer ministro. A diferencia de los seis meses de mandato de los Capitani, la composición de la Cámara se define en elecciones celebradas una vez cada 5 años.
“San Marino posee un sentimiento democrático muy profundo, vinculado al concepto griego de la democracia. Era algo que estaba muy metido en la conciencia de esta comunidad”, explica al respecto Giovanni Maria d’Avossa antes de recordar, divertido, una tradición de ese entonces que ahora se volvió un problema: “Los primeros Capitanis Reggentis fueron elegidos en el año 1243, y se estableció la costumbre de tallar los nombres de los dos elegidos en los muros de la ciudad, para recordarlos. Pero son tantos y esta tradición ha durado por tantos años ¡que las paredes están completamente llenas de nombres y han tenido que construir más espacio donde seguir escribiendo los nombres de las personas que asumen cada seis meses!”.
De Napoleón a Abraham Lincoln, hasta dar refugio a los perseguidos en le Segunda Guerra Mundial
Varios destacan que la inteligencia y las habilidades diplomáticas también forman parte del legado de San Marino.
Entre finales del Siglo XVII y principios del XVIII, el país estuvo brevemente en peligro de invasión durante el auge de Napoleón Bonaparte. Pero uno de sus Capitanis Reggentis, Antonio Onofri, se ganó el respeto del francés gracias a su persuasiva amabilidad y consiguió así que garantizarse su seguridad. Años más tarde, durante la conquista de la península por parte del Imperio francés, Napoleón no sólo repetó la autonomía de San Marino sino que le ofreció entregarle los 10 kilómetros de tierra que separan a la república del mar. Los capitanis, inteligentemente, agradecieron la oferta pero la rechazaron, asegurando que no tenían ambiciones territoriales y que preferían seguir viviendo en su pequeño estado. Tras la derrota de Napoléon, cuando el Congreso de Viena celebrado en 1815 iba a imponer represalias a sus socios, todos los reyes presentes le reconocieron a San Marino haber renunciado al regalo de Napoléon. Fue una de las primeras oportunidades en las que fue reconocida su independencia y autonomía por porte de sus vecinos.
El primer país en reconocer formalmente a San Marino como un estado fue Estados Unidos, de la mano de Abraham Lincoln en 1861. Ambos estados firmaron un acuerdo que estableció sus relaciones diplomáticas ese año, por lo que en agradecimiento Lincoln y su esposa obtuvieron la ciudadanía honorífica y un monumento en su nombre. El estadounidense, a su vez, agradeció el gesto con una carta en la que escribió: “Aunque su dominio es pequeño, su Estado es sin embargo uno de los más honrados en toda la historia”.
Durante la Segunda Guerra Mundial, y después de alinearse brevemente con el gobierno de Benito Mussolini, San Marino mantuvo su neutralidad y la misma fue reconocida tanto por Il Duce italiano como por Adolf Hitler. Así, con una población de poco más de 10.000 habitantes, el microestado se convirtió en el refugio de unas 100.000 personas, entre judíos, comunistas y perseguidos en general. Hacia el final del conflicto, sin embargo, las tropas alemanas invadieron por un periodo una parte del país debido a que por allí pasaba la Línea Gótica, que era un campo de batalla. Además, las RAF (Fuerza Aérea Británica) bombardearon el país causando un núnero de muertos pese a que su territorio estaba delimitado con cientos de cruces blancas que se veían desde el cielo.
San Marino baja del paraíso para acercarse a la Unión Europea
En la actualidad San Marino utiliza el Euro como moneda, pero no es parte de la Unión Europea, como tampoco lo son los microestados Mónaco, Andorra, Vaticano y Liechtenstein. Sin embargo, desde el año 2014 comenzó un proceso de acercamiento con el bloque para obtener el estatus de cercanía de la UE. Se trata de un proceso largo debido a que la UE tiene muchos requisitos, y uno de ellos fue que dejara de ser un paraíso fiscal. Y San Marino accedió, modificando sus requisitos tributarios y eliminando el secreto bancario, entre otras medidas que le valieron un duro golpe a su economía.
“Esperamos en los próximos obtener el nuevo estatus de cercanía. Tiene muchas ventajas, la primera de ellas es que implicaría integrarse en un sistema de ayudas económicas. Otra ventaja es la sanitaria. Durante la pandemia de COVID-19, al no estar integrado al sistema de salud europeo, San Marino no tuvo garantizadas las vacunas, por lo que se vio obligado a ponerse en contacto con Rusia, el único país que podía suplirnos rápidamente con Sputnik. Esa situación tuvo muchas consecuencias, porque Sputnik no era reconocida por parte de las autoridades sanitarias europeas ni por las italianas y eso impedía a los sanmarinences entrar y salir del país, algo que es muy común tanto para estudiar como para trabajar”, recordó Maria d’Avossa sobre lo ocurrido entre 2020 y 2021.
Ahora que el circuito financiero y los bancos ya no forman parte de sus actividades económicas, San Marino cuenta con dos recursos principales. El primero es el turístico, que pasa necesariamente por Italia porque es la única forma de llegar y porque generalmente está vinculado al balneario cercano, Rímini. Hasta el año pasado, era un turismo preponderantemente de los países del este, particularmente de Rusia. Así, era común encontrar restaurantes donde los menús estuvieran escritos en cirílico. Desde que estalló la guerra en Ucrania esta afluencia se detuvo, pero se reconvirtió hacia turistas italianos, alemanes y estadounidenses. Además de eso, el microestado puesta a los recursos de las PyMes, porque apenas posee dos grandes industrias (de más de 500 empleados) que se dedican a la exportación: una que se ocupa del empaquetado plástico de los alimentos y otra que hace muebles prefabricados.
Más allá de los caminos que pueda tomar la economía de esta pequeña y peculiar república, lo cierto es que continuará encantado al mundo con sus secretos y con sus pocos —y orgullosos— habitantes.