Cuando Mariana Enriquez dice que ella le daría el Nobel a Stephen King, no se está dejando ganar por el entusiasmo del fan. Desde hace mucho tiempo que King tiene el reconocimiento de sus pares, que antes, claro, fueron sus lectores. Mariana Enriquez nació en 1973; Carrie, la primera novela de King, es del 74. Stephen King lleva casi cincuenta años escribiendo —describiendo— y a la vez moldeando el pensamiento occidental. La hora del vampiro, El resplandor, La zona muerta, Cementerio de animales, It, Misery, La cúpula, Todo oscuro sin estrellas, 22/11/63, Doctor Sueño: como dice Daniela Pasik, dejemos de pensar quién va a hacer la gran novela norteamericana porque la está escribiendo Stephen King libro a libro… y ya lleva unos cien.
Por Infobae
Entre historias de terror, fantasy, cuentos morales, novelas de aprendizaje, policiales y hasta ensayos sobre escritura, trafica ideas sobre la cultura pop, los despojos del american way of life, las pesadillas del imperativo categórico en el que se ha convertido el éxito, la ética del héroe en la actualidad, la relación con la tradición, las formas de la piedad. Es muy significativo que sean los escritores y críticos que crecieron leyéndolo los que valoren su obra como corresponde, mientras que los grandes maestros como Harold Bloom la denostan. ¿Cómo es posible que Bloom, que tenía a Shakespeare por el inventor de lo humano, no haya podido entender que King comparte esa naturaleza con respecto al hombre moderno?
Stephen King nació en Portland, Maine, el 21 de septiembre de 1947: hoy cumple 75 años. Y la editorial que lo publica en español se anticipó unas horas al festejo para presentar en Buenos Aires la nueva novela, Cuento de hadas, que desde los primeros días de octubre estará en librerías y tiendas digitales. Hay que decir que Argentina es un país entregado desde siempre a la kingmanía y que aquella escena de It en la que él aparece con un mate de Independiente se festejó como un Mundial, y todavía hoy despierta pasiones entre los hinchas de fútbol.
La presentación de Cuento de hadas fue en una sala de escape del barrio de Colegiales. Con un aire de desprolijidad adolescente y varias salas de juego, el salón estaba lleno de globos —que en este contexto no necesariamente son sinónimo de alegría—. Una gran torta con dos bengalas y la tapa del nuevo libro esperaba a que llegaran los invitados.
Ariel Bosi hizo las veces de maestro de ceremonias. Bosi es el autor de Todo sobre Stephen King, una guía (casi) definitiva del universo creativo del escritor. Contiene sinopsis de los libros publicados, curiosidades, algunos guiones de películas, la lista de novelas inéditas, datos, anécdotas y un largo etcétera. Bosi, además, es el dueño de Restaurant de la Mente, una librería dedicada exclusivamente a King.
Cuento de hadas, explicó, es el regreso al fantasy tras una larga temporada alternando entre el terror y el thriller. Y es comprensible: King empezó a escribirla en pandemia, mientras miraba las calles vacías y trataba de pensar una historia que le diera felicidad. Así nació esta novela de mundos diferentes. El libro, seguía Bosi, atraviesa los tópicos habituales de King —la amistad, la soledad, el paso de la infancia a la adolescencia— pero de una manera muy distinta a cómo lo venía haciendo en los últimos años. La trama se ordena en la relación que se da entre un chico que está dejando de ser niño y un viejo ermitaño: es un tipo de relación que King también ha realizado con cierta frecuencia, pero, si antes lo hacía como un autor joven, ahora lo hace desde el otro extremo.
Después de hablar de la nueva novela, Bosi contó que iba a pasar cuatro cortometrajes basados en cuentos de King, que se conocen como “dollar babies”. Él vende los derechos de adaptación por un dólar para promover la carrera de directores y productores, con la condición de que se exhiban únicamente en festivales —tampoco están online—. Entre los realizadores de estas historias se puede mencionar a Frank Darabont, quien, después de adaptar un viejo cuento de El umbral de la noche, dirigió Sueños de libertad y Milagros inesperados. Y así, mientras un grupo de invitados se quedaba viendo los cortos, otros se metían en una sala de escape dedicada a El Resplandor. Here is Johnny!
Estoy seguro de que puedo contar esta historia. También estoy seguro de que nadie se la creerá. Eso me da igual. Me basta con contarla. Para mí —y esta claro que para muchos escritores, no solo los novatos como yo—, el problema es decidir por dónde empezar.
Primero pensé que el punto de partida debía ser el cobertizo, porque es allí donde comenzaron en realidad mis aventuras, pero después caí en la cuenta de que tendría que hablar antes del señor Bowditch y de cómo nació nuestra estrecha relación. Aunque no habría ocurrido de no ser por el milagro que le aconteció a mi padre. Un milagro muy corriente, diréis, uno que ha sucedido a muchos miles de hombres y mujeres desde 1935, pero para un crío fue un milagro.
Solo que tampoco ese es el comienzo idóneo, porque dudo que mi padre hubiese necesitado un milagro de no ser por aquel maldito presente. Es por ahí, pues, por donde debo empezar, por el maldito puente de Sycamore Street. Y ahora, mientras pienso en esas cosas, veo un claro hilo que conduce a lo largo de los años hasta el señor Bowditch y el cobertizo cerrado con candado detrás de su vieja y ruinosa casa victoriana.
Aunque un hilo puede romperse fácilmente. Por tanto, no un hilo, sino una cadena. Una cadena sólida. Y yo era el crío con el grillete en torno a la muñeca.