Agasajar a la banda del momento era una buena estrategia para captar el voto joven. El líder del partido Laborista, Harold Wilson, había ganado por poco margen las elecciones de 1964 en el Reino Unido. De frente a los nuevos comicios, necesitaba un golpe de efecto. Y ahí estaban los Beatles, llegando a la cima de todos los charts. La Beatlemanía ya era un fenómeno mundial. Si el primer sencillo Love me do, lanzado tres años antes, había sido un éxito, Please Please me, primer álbum de estudio, fue arrollador.
La influencia de la banda no solo se daba en el plano musical. El estilo en la moda, cortes de pelo y costumbres se popularizaban con el nombre de Swinging London. La calle Carnaby Street de Londres era el centro neurálgico de esta tendencia.
Por sugerencia de Wilson, la Reina Isabel II incluyó en la lista de quienes recibirían la Cruz de Miembro de la Excelentísima Orden del Imperio Británico (MBE su sigla en inglés) a los cuatro integrantes de la banda. La distinción había sido creada en 1917, por el Rey Jorge V en 1917 para homenajear a quienes habían servido en roles no vinculados con la Primera Guerra Mundial.
Al llegar la carta de la Reina en manos del manager del grupo, Brian Epstein, los integrantes del grupo no entendían de qué iba la distinción. Ante la respuesta, la reacciones fueron de alegría, excepto una. Para Paul McCartney era un halago. Para Ringo, ser recibido por la reina era algo ya fabuloso. A John Lennon no le despertó ninguna clase de entusiasmo, incluso pensó en rechazarlo. “Al ver el sobre con el membrete de la OHMS (Al Servicio de Su Majestad, por sus siglas en inglés) creí que me llamaban para enlistarme en el ejército… Pero en realidad, antes de concederte un MBE, el Palacio te escribe preguntándote si vas a aceptarlo, porque no puedes rechazarlo públicamente, entonces primero te sondean. En aquel momento puse la carta con el correo de mis fans, hasta que Brian me preguntó si la tenía. Él y algunos otros me habían persuadido de que no nos interesaba aceptar. Me resultaba violento”, resumió John en una oportunidad. Sin embargo, su mánager los persuadió durante un tiempo. “Si no la aceptan, nadie sabrá que la habrán rechazado”, les dijo Epstein, y los terminó convenciendo.
La banda y la Reina ya habían tenido un primer encuentro en 1963 cuando fueron incluidos en el programa del espectáculo de variedades que anualmente se ofrecía a la monarca. Fue el día en que Lennon lanzó una mirada al palco real antes de entonar Twist & Shout y pidió que los de los “asientos baratos batan palmas” al tiempo que sugería que los de las butacas “más caras” podían “batir sus joyas”.
Primero la corona británica realizó una conferencia de prensa para hacer los anuncios de quienes eran los condecorados, el 12 de junio de ese año. Para dar la nota de disconformidad, Lennon llegó una hora tarde. Una falta grave para las reglas de cortesía de los ingleses y mucho más tratándose de un evento organizado por la realeza.
Ese día también protestaron otras personalidades. El Coronel Frederick Wagg, devolvió las 12 medallas que le habían dado por su actuación en las dos Guerras mundiales y renunció al partido laborista como forma de oponerse a la distinción de los músicos, cuya moral no era aceptada por los sectores más conservadores de la sociedad. La noticia de la distinción para los “fabulosos cuatro”, rebasó el vaso, que no aceptaban el nuevo orden social.
De todas maneras, a pesar de las críticas, la Reina no dio ni un paso atrás. Había tomado nota del cambio de época. El 26 de octubre se realizó la ceremonia en el Palacio de Buckingham. Los Beatles llegaron a las 11 de la mañana y los esperaban frente a las puertas unas 4000 personas. Eran jóvenes en estado de euforia que al ver a sus ídolos a pocos metros se lanzaron a saltar las rejas del palacio. Algunos lo lograron, pero la custodia los obligó a retroceder.
Ringo, Paul, John y George miraban hacia todos lados mientras ingresaban a la Sala del Trono. Fueron recibidos por la banda de los Coldstream Guards (regimiento de guardias a pie del Ejército británico), que interpretó algunas canciones hasta que el cardenal Lord Cobbold mencionó sus nombres. Tal como habían sido llamados, formaron una fila. La reina sujetó las medallas en cada una de las solapas de sus trajes. Dieron un paso al frente e hicieron una reverencia. La reina les estrechó la mano, intercambiaron algunas palabras y ellos volvieron a sus lugares, para hacer otra nueva reverencia. Después llegó el momento de los autógrafos para miembros de la monarquía y luego, la conferencia de prensa.
Según relatos de la época, la Reina buscaba demostrar familiaridad con la banda, pero lo cierto es que no estaba muy empapada “(La Reina) me preguntó: ‘¿Han estado juntos durante muchos años?’ -contó Paul en aquella oportunidad-. “Yo dije ‘sí, muchos años’. Y Ringo agregó ‘como 40″. “Ella tenía esta extraña y burlona mirada en su cara. Como que se quería reír o tal vez estaba pensando: ‘¡Córtenles las cabezas!’”, agregó Ringo, con humor.
Las anécdotas sobre el día de la visita a Buckingham son muchas. John había contado una versión de que estaban tan nerviosos con el encuentro con la reina en el palacio que había llevado cigarrillos de marihuana escondidos en las botas y que habían fumado en el baño antes del encuentro. “Sonreíamos como tontos porque acabábamos de fumarnos un porro en el baño del palacio de Buckingham. Estábamos nerviosísimos, no sabíamos qué decir. La reina estaba sentada en una cosa muy grande y dijo algo así como ‘bla, bla bla’, no lo terminamos de entender”, fueron las palabras del músico. Harrison se ocupó de desmentir lo dicho por Lennon. Reconoció que sí fueron al baño a fumar, pero que era tabaco. Por su parte, Ringo no ayudó a despejar el asunto: “No estoy seguro sobre si habíamos fumado marihuana. De todas formas, el palacio es un sitio rarísimo”.
Durante la conferencia de prensa, Paul describió el Palacio de Buckingham como “una vivienda estupenda” y que la Reina los había tratado “como una madre”. Cuando les preguntaron si estaban asustados, John dijo: “No tanto como otros”.
Ringo guardó en su casa la condecoración. Y Paul y George la exhibieron con orgullo en la tapa del álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, lanzado en 1967. John, marcó la diferencia. Se la regaló a su tía Mimi, quien la colocó encima de la chimenea de su casa.
Y no quedó ahí. Al cumplirse cuatro años de haberla recibido, en medio de la radicalización de sus ideas políticas y ya unido con Yoko Ono, la devolvió, con una carta dirigida a la reina, que decía así: “Su Majestad, estoy devolviendo mi MBE a modo de protesta en contra del involucramiento de Gran Bretaña en el conflicto entre Nigeria y Biafra, en contra del apoyo a Norteamérica en Vietnam y en contra de la caída de (la canción) ‘Cold Turkey’ en los charts. Con amor, John Lennon”. Ese tema era uno de sus primeros lanzamientos por fuera del popular grupo y se lo tomó como un truco publicitario, debido a la bajas ventas.
Luego, Lennon contó que en los últimos años había estado pensando: ‘Tengo que deshacerme de la medalla, es necesario’. Cuando me planteé cómo, pensé que si lo hacía en privado la prensa se enteraría igualmente y saldría a la luz. Por eso, en lugar de esconderlo, decidí convertirlo en todo un acontecimiento”. Su MBE fue hallada en una bóveda en el Palacio de St. James, Westminster, en 2009.
En cambio, Paul y Ringo, continuaron recibiendo con alegría las condecoraciones de la Reina Isabel II. Ambos fueron nombrados Sir. “Este es un gran honor para mí y para mi familia. Pienso en lo orgullosos que se hubiesen sentido mi madre y mi padre en Liverpool”, dijo Paul en 1996. Años más tarde Ringo recibió el mismo título. “Es un honor y un placer ser considerado y reconocido”. A través de su cuenta en Twitter, Paul felicitó a “Sir Ringo! ¡El mejor baterista y el mejor compañero!”.
Paul McCartney había sido distinguido por “sus servicios a la música”. En cambio, a Ringo Starr, en 2018 se le concedió el título por su labor, que excedió su trayectoria en la música. Se agregaron sus “aportaciones a causas como el SIDA, el hambre y la pobreza, entre otras”.