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Política

El miedo domina a los electores en Venezuela antes de las elecciones presidenciales.

Nadie quiso ser grabado o identificado, temiendo represalias en Venezuela. Kevin y Edwin Guerra expresaron la necesidad de votar para cambiar el país. Los tarantines llenaban las aceras y las tiendas estaban abiertas, con un flujo normal de personas.

Jesús Godoy, chofer, opinó que casi nadie cree en el cambio. La gente estaba calmada en supermercados, aunque no se permitía tomar fotos. Las estaciones de gasolina estaban llenas, contradiciendo las promesas de abastecimiento.

El ambiente electoral era palpable, aunque con cierta preocupación. Publicidades a favor de Nicolás Maduro eran visibles, mientras que transeúntes y comerciantes discutían la importancia de votar el 28 de julio. Chacao y otras zonas mantenían su normalidad, con la capital activa como en un fin de semana habitual, pese a las restricciones en algunas vías.

Las esperanzas de muchos, como Fernando y una trabajadora de Plan Suárez, estaban puestas en las elecciones del domingo para mejorar el futuro del país.

La mujer, de unos sesenta años, fue una de las muchas personas que se intentaron encuestar el viernes 26 de julio y declinaron ser grabadas o identificarse. «No es seguro», subrayaban. «Sigue habiendo miedo a represalias». Pero dejaron saber su posición.

Kevin (quien prefirió guardarse el apellido), motorizado, compañero de labores y encargado de otro de los kioscos de Guerra, tampoco se guardó su opinión. «Sin miedo, papá. Aquí estamos y seguimos porque Venezuela necesita que la recuperemos», señaló con ánimo.

Los tarantines colmados de frutas, granos, frutos secos, hortalizas y enseres del hogar, llenaban las aceras entre despachadores, vendedores y hasta parqueros, quienes guiaban pacientemente a los visitantes del popular mercado.

Las tiendas estaban abiertas, había un nutrido flujo de personas dentro y se veían muchos transeúntes en las aceras. Lo normal para la hora. Lo mismo al pasar por el Líder, Millenium Mall e incluso la zona industrial de Boleíta que normalmente está abarrotada de carros tratando de estacionarse en los talleres automotrices adyacentes o las grandes parcelas empresariales que se extienden en el área.

Nadie habló. No les interesó. Se reían tímidamente diciendo que no podían salir en cámara; otros, con humor, recurrían a su físico para negarse. «Soy muy feo para que me grabes, mejor no». Tampoco quisieron dar su opinión. «Eso igual es evidencia», bromeaban.

Todo en absoluta normalidad. Jesús Godoy, chofer de Ridery, decía que casi nadie se cree lo que está pasando. Como conductor, comentó, ha tenido que escuchar no solo conversaciones sino responder a interrogantes de sus pasajeros, sobre todo en las últimas semanas. «Existe mucha gente que siente que el domingo es ‘otro día más’ y que no habrá diferencia».

Para Edwin Guerra, dueño de kiosco en Altamira, no hay opción: «De esta salimos porque sí. Ya es hora. No hay cuerpo que aguante esta pela, señores, y por eso hay que votar. Tenemos que salir este 28 de julio todos, sin excepción, porque este es el cambio que esperábamos, y a mí lo que me sobra es fe», dijo mientras le daba el vuelto y le regalaba una sonrisa a un efectivo de la Guardia Nacional. Este último, evitando la cámara, se marchó cabizbajo, pero sonriendo.

«No se puede grabar. Tampoco declarar. No nos interesa salir en video», decían.

La música era ensordecedora como los gritos de aquellos que querían vender más que su vecino; salsa, merengue y regguetón era lo que se escuchaba en Quinta Crespo.

Esto le preocupa. «Yo soy un chamo aún, no llego a los 40, y cuando me dicen que eso es como un golpe en el estómago. ¿Cómo que no hay diferencia? ¿En qué país estás viviendo? Y lamentablemente lo veo y escucho en estas zonas, las más vulnerables, que siempre piden sus carreritas».

Ingresar desde la Autopista Francisco Fajardo a alguna de las zonas era complicado. Mucho movimiento de personas y cantidades de vehículos llenaban hasta las islas de las principales arterias viales.

En supermercados como Plan Suárez, Gama, Plaza’s, Central Madeirense, Luvebras, Forum y algunos comercios y mercados populares de la ciudad, había calma. No había desespero entre los consumidores. El personal y supervisores no dejaban tomar fotos, mucho menos dejar registro audiovisual.

Llegar hasta el C.C. Unicentro El Marqués por la avenida Francisco de Miranda no fue fácil entre camiones de despacho, descarga, carga y largas colas, esta vez sí, para llenar gasolina. La estación PDVSA justo en la esquina del centro comercial estaba atestada de vehículos y una cola de no menos 50 se extendía hasta casi llegar a la entrada de Petare. La estatal petrolera había dicho esta semana que garantizaban gasolina a todo el país. Las imágenes dicen lo contrario.

Es viernes. El país está a 48 horas de enfrentarse a la contienda más importante de los últimos tiempos. Este domingo se llevarán a cabo unas elecciones que la gran mayoría de los venezolanos consideran como el cambio que merece y necesita el país, de la mano del candidato de la oposición Edmundo González, respaldado por María Corina Machado. «El fascismo imperialista en su máxima expresión» ha dicho de la pareja el presidente de la nación y candidato chavista Nicolás Maduro.

«Sí. Voy a votar el próximo domingo, claro. Es importante que salgamos, pero por favor, no me grabes». La señora fue enfática. Cortante, aunque de sonrisa amable. Salía de un supermercado en el Unicentro El Marqués, Caracas, con 2 pares de bolsas en cada mano. No eran compras nerviosas, dijo. «Nadie sabe qué pueda pasar el 28 de julio, aunque todos sabemos qué queremos: un cambio», comentó mientras se retiraba. Dos personas que pasaban cerca le dieron la razón.

Amenazaba con llover duro. Pero solo lloviznaba. Al menos hasta las 3:00 pm cuando saliendo de aquel oeste lleno de sonidos, olores, sabores y también temores, el sol se puso vibrante y caliente en el horizonte para par de horas después darle paso a un palo de agua. Diría algún creyente: «una purga, una limpieza energética» para lo que enfrentarán los venezolanos en menos de 48 horas.

No se veían compras nerviosas, como el 24 de julio, natalicio de El Libertador, día en que según cajeros y gerente de supermercados, hubo muchas personas haciendo compras aprovechando el feriado.

En Petare pocas personas quisieron hablar. A quienes se les preguntó sobre el 28 de julio, declinaron a emitir comentario, sobre todo comerciantes y empleados de grandes cadenas de supermercado sin muchos clientes en sus locales.

Con ánimos caldeados y sensibles, emociones a flor de piel y expectativas sobre lo que ocurrirá en las próximas horas, se pensaría en la capital como epicentro del desconcierto o la desorganización, donde cientos de personas hacen largas colas en supermercados o gasolineras. Pero no, al menos no tanto.

Las publicidades en las vías se multiplicaban con cada kilómetro que se recorría. Ir hacia Petare, por ejemplo, fue como navegar entre un Ávila más marrón que verde, pero igual de majestuoso, y una infinidad de vallas, pancartas y edificios con enormes letras que llamaban a la «Fe en nuestros jóvenes, nuestras mujeres, nuestros indígenas y las nuevas oportunidades». Todas a favor de Nicolás Maduro.

Los transeúntes, como de costumbre, se tomaban su negrito bien caliente y recién salido de un termo en las afueras del metro, o se engullían sus empanadas o arepas en la colorida redoma de la barriada junto a sus hijos y adultos mayores.

Gente haciendo colas en bancos, grandes cuadrillas de seguridad ciudadana y limpieza, e incluso gente escarbando en la basura fueron parte del paisaje en las calles, plazas, urbanizaciones aledañas como La Urbina y en terminales.

En Chacao sus calles, locales comerciales, restaurantes, perros calenteros, gimnasios, plazas y mercados populares estaban llenos de gente. Parecía fin de semana, el tráfico también era pesado. La situación se repetía en Chacaíto, Sabana Grande y Plaza Venezuela.

Caracas, desde tempranas horas de la mañana, estuvo activa como de costumbre, con una normalidad de final de semana laboral. Sin ser viernes de cobro, el tráfico se movía lento en la autopista y avenidas principales, pero fluía.

Por El Nacional

Llegar hacia Quinta Crespo, a la 1:00 pm, hora pico, parecía imposible también. Diversos accesos a zonas del oeste de Caracas estuvieron restringidos o inhabilitados este viernes.

Aún al mediodía se desmontaban las tarimas dispuesta para el cierre de campaña de Maduro la noche anterior. Así, las avenidas Bolívar, Baralt, Universidad e incluso las Torres de El Silencio, estaban colapsadas por tránsito vehicular.

Llegar a Los Palos Grandes, por sus transversales, fue sencillo. Sin embargo, las avenidas Francisco de Miranda y Andrés Bello estaban más atestadas de lo normal. Fernando, que sólo prefirió su nombre y no permitió que se le grabara, dijo: «Voy a votar este domingo y lo haré por mi futuro, por una Venezuela libre». Tiene 20 años. Si no gana la oposición su única opción en emigrar, aunque no quiera.

«Yo quiero ir a votar, pero no sé si nos den libre el día o nos den el tiempo», señaló una de las trabajadoras de Plan Suárez ubicado en la Av. Principal de La Urbina. «No sabemos aún. La directriz es venir a trabajar. A juro. Pero votar… no sé, pero yo quiero», comentaba bajito.

“Vamos todos el 28 a la calle, que no haya excusa, que haya ganas y mucha fe, gente. ¡Salgamos a votar!”

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