El nene de 7 años caminó rumbo a las montañas a su destino final. No sabemos si sabía lo que le deparaba el futuro inmediato, ni si sintió miedo en algún momento. Murió hace unos 500 años en un ritual del Imperio Inca. En ese momento llegó acompañado por un grupo de sacerdotes hasta lo que en ese momento llamaban un apu, se trata de una montaña sagrada en la que se realizaban los rituales de sacrificio de personas y animales.
Luego de permanecer 500 años en la montaña, entre hielos eternos, el nene fue hallado momificado en 1985 por una expedición de montañistas argentinos que pasaron por el lugar de casualidad. Ahora, la Dirección de Patrimonio de Mendoza anunció que volverá al Aconcagua, al mismo lugar donde fue hallado, a una altitud de 5.300 metros.
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El plan es construir una cripta y un pequeño santuario que podrá ser visitado por los escaladores que se le animen al Aconcagua. El pequeño cuerpo, de un niño de entre 7 y 8 años, no será exhibido. Será depositado en una cripta. Según explicó el director de Patrimonio Cultural de Mendoza, Horacio Chiavazza, “por política patrimonial no se exponen los cuerpos”.
Cómo fue el hallazgo
Gabriel Cabrera, los hermanos Fernando y Juan Carlos Pierobon y Franco y Alberto Pizzolon realizaron una expedición al pico más alto de América. Una mañana, mientras caminaban por una de las laderas del Aconcagua, hallaron una zona sin hielo. Se sorprendieron ya que estaban a 5.000 metros de altura.
Primero pensaron que era un cóndor muerto, pero al acercarse se sorprendieron por lo que habían encontrado El grupo de montañistas se acercó y vieron unas plumas amarillas y negras. Era el tocado del nene sacrificado por los incas.
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Dos semanas después llegó al lugar otra expedición, encabezada por el arqueólogo Juan Schobinger. Las fotos que acompañan esta nota fueron tomadas por el Centro cultural de alta montaña, un grupo dedicado al andinismo hace más de 20 años. Los expertos conocen cada piedra y ladera del Aconcagua y estuvieron con el especialista que fue en busca del nene inca sacrificado hace más de 500 años.
El cadáver momificado del nene estaba envuelto en restos de telas. Su cráneo estaba roto y se veía el colapso por deshidratación. El lugar donde fue hallado en una zona de sacrificio. Había dos gruesos muros semicirculares y un círculo de piedras. El niño estaba semienterrado con sus huesos en posición fetal, solo sobresalía su cabeza.
Junto a la momia, la expedición halló seis estatuillas incas de oro y plata de más de medio metro de altura. Estos elementos conformaban el ajuar que acompañaría al pequeño inca a su destino final. Un año después, en mayo de 1986, el peso de la momia era de 11 kilos con 200 gramos. Esto era un tercio del posible peso originario del nene, producto de una desecación por el paso del tiempo.
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Según los estudios, el nene estaba vestido con una túnica sin mangas de lana llamada “uncu”, y estaba calzado con ojotas hechas de pelos de animales con la suela de fibra vegetal.
La momia conservaba alrededor de su cuello un collar formado por cuentas de piedras multicolores. Tenía además unos mantos que lo cubrían que eran de algondón y presentaban una decoración geométrica y de aves, que corresponde a una tradición de la costa central peruana. Nunca antes se habían hallado en las alturas de la cordillera.
Los sacrificios incas
El nene fue sacrificado según el ritual de la capacocha. Se trata de una de las ceremonias que se realizaba generalmente durante el mes de las cosechas y consistía en hacer ofrendas de gratitud al sol.
Se usaban las estructuras o pircas de piedras enclavadas en la cumbre de alguna montaña, como en este caso el Aconcagua. Se practicaban ceremonias de dos tipos, las que involucraban sólo ofrecimientos de objetos, y otras en que el ceremonial contemplaba una ofrenda humana, la que era sepultada con un rico ajuar como parte de la capacocha. Los rituales de este tipo más importantes se realizaban en Cusco. Allí se enviaban nenes elegidos para ser ofrendados. Eran recibidos por el soberano en la plaza principal y llevados a un espacio de veneración o huaca, donde debían rendir honores a las imágenes sagradas de Wiracocha, el Sol, la Luna y el Trueno. Debían ser sanos, hermosos y sin defectos físicos, porque se consideraba que entregaban su energía y vitalidad al Inca.
Eran considerados seres sagrados y eran cuidados de forma especial. Separados del resto, solo se les permitía ser visitados por el Inca y algunos servidores de éste. De los niños y niñas seleccionados, algunos se quedaban para ser ofrendados en los centros de veneración del Cuzco. Los demás eran enviados a las cuatro provincias de Imperio en caravanas que comprendían nobles, sacerdotes, familiares de los elegidos, guerreros y servidores.
Llegados a los pies del cerro elegido, en este caso el Aconcagua, la comitiva ascendía hasta el lugar en el cual se desarrollaría la ceremonia al son de cantos en honor al Inca. Los sitios elegidos o adoratorios eran previamente preparados. Se abastecían de leña para las hogueras y se construían las pircas y la fosa en la que se depositaría el cuerpo y los demás objetos ofrendados.
El niño o la niña, vestidos y alhajados especialmente para ese momento, eran adormecidos mediante la ingesta de chicha de maíz y luego depositados en la fosa junto a los demás objetos ceremoniales. Las fosas eran cerradas herméticamente, siguiendo las técnicas que los incas utilizaban para la conservación de sus alimentos. Según la creencia, los ofrendados no morían, sino que se reunían con sus antepasados para velar, desde las altas cumbres, por las aldeas y provincias del Imperio.
Con los sacrificios, los incas buscaban mantener el equilibrio cósmico y ahuyentar todo tipo de catástrofes. La vida de este niño anónimo fue efímera. Su muerte quizá no tuvo el efecto deseado, ya que el Imperio inca se desvaneció poco después, pero su cuerpo, en un estado de conservación óptimo, se ha convertido en un tesoro para la ciencia.
El imperio inca se extendió desde el actual Perú hasta el norte de Argentina y finalizó con la muerte de Atahualpa a manos de los conquistadores españoles en 1533. En los Andes se encontraron decenas de momias infantiles, muchas de ellas en buen estado de conservación debido a la altitud de la montaña .
La vuelta del nene al lugar donde fue sacrificado es un alivio para muchos mendocinos que creen en la leyenda de que haberlo retirado del Aconcagua hizo caer una maldición sobre la provincia. Los que creen en esta teoría, marcan que mientras la expedición iba en busca de la momia, un terremoto sacudió la zona y los andinistas casi mueren aplastados por una avalancha.
La teoría conspiranoica explican que los incas realizaban el sacrificio para entregar al nene a los dioses como sacrificio a cambio de algún pedido relacionado a la abundancia.
El ADN y autopsia del nene
En el 2015 la Universidad de Compostela, España, reveló la secuencia del genoma completo de la momia hallada en el Aconcagua. Los datos fueron publicados en la revista científica Scientific Reports.
El estudio indica que el nene murió en un ritual de sacrificio. El cuerpo no presentaba zonas de tejidos muertos. Esto quiere decir que fue llevado con vida a ese lugar. También pudo haber sido narcotizado o embriagado y puede que luego le dieran un golpe que le comprimió las vértebras y le causó la muerte.
Estas son las primeras evidencias que detectaron los investigadores. La sorpresa llegó al extraer ADN de un pedazo de tejido pulmonar. Su linaje genético sería muy raro hoy en día. Y si existiera tendríamos que buscarlo en Perú.
Este linaje pudo entrar en América durante la última glaciación, a través del estrecho de Bering. La desaparición de este genoma se le atribuye al contacto con el conquistador. Las poblaciones indígenas, y en concreto los incas, disminuyeron drásticamente debido a las grandes epidemias traídas por los europeos: viruela, difteria, gripe, sarampión.
Por otro lado, las poblaciones indígenas modernas ya están mestizadas de forma muy compleja y por eso acceder al ADN de un indígena sin mestizar es como abrir una ventana al pasado. Se trata de un linaje de más de 14 mil años, muy anterior al cruce de las culturas americanas con las europeas. Las investigaciones lo ubican con el grupo de los primeros pobladores de América hace unos 15 mil años.
Los científicos confirmaron que el nene sacrificado era inca. El grupo emprendió, entonces, una larga peregrinación para ofrecerlo en sacrificio, desde Cuzco hasta el sur del continente en las laderas del Aconcagua, sobre los límites del imperio.
Luego de 500 años, el nene volverá al sitio donde fue sacrificado por los Incas. Allí, a más de 5.000 metros de altura en los confines del imperio y luego de realizar una larga caminata desde Cusco hasta su destino final.