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La cantante italiana Gianna Nannini, que interpretó el himno de los mundiales “Un’estate italiana” en 1990, ha contado su dramática historia

La cuenta regresiva está en marcha para que Qatar reciba a las 32 selecciones de fútbol que buscarán llegar a la final de la Copa del Mundo y alzarse con el trofeo más hermoso que tiene este deporte. Ese que levantaron bien alto Pelé, Franz Beckenbauer, Diego Maradona, Zinedine Zidane e Iker Casillas, entre unos pocos elegidos. Ya está todo listo, no hay que tocar nada, hasta la música oficial ya preparada para que el DJ ponga Play. A propósito de esto… ¿Cómo se llama la canción y qué ritmo tiene?

Una consulta que tal vez muy pocos puedan responder. Y tal vez pase con la mayoría de las citas mundialistas, a excepción de Sudáfrica (y el “Waka Waka” de Shakira). Pero sobre todo, de Italia 90. Esa melodía que apenas comienza a sonar eriza la piel, quien sabe por qué se convirtió en un verdadero himno del fútbol. Pasan las los años, pasan los jugadores, pasan los dirigentes, pero “Un’estate italiana” sigue reinando. Los intentos por destronarla han sido en vano, no hay caso.

Por Infobae

La canción que crearon y cantaron Gianna Nannini y Edoardo Bennato es insuperable por distintos motivos. En especial en la Argentina, cuya Selección llegó de forma heroica al partido final en la Península Itálica. Tal vez la nostalgia juegue su papel en el futbolero, porque ese mundial dejó imágenes que se volvieron inmortales, grabadas en el corazón: los penales de Sergio Goycochea, las gambetas de un Maradona diezmado físicamente y las corridas endiabladas de Claudio Caniggia.

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Pero lo que sucede al sur de América, se repica de igual modo en otras latitudes. Pero eso que generó en la gente, de alguna manera repercutió en sus creadores. De un día para el otro a estos dos músicos ignotos los tapó la ola de la fama, y poder salir a flote no les fue fácil. Bennato regresaría al anonimato por decisión propia. En cambio, para Nannini fue un padecimiento.

De un día para el otro las luces del éxito los apuntaron directamente, como un seguidor en el teatro, el destino se torció para hacerlos vivir varias vidas en una. En el caso de Gianna, al poco tiempo de la fama obtenida con “Un’estate italiana” cayó en las adicciones. Años después lograría ganar la batalla, formar una familia y convertirse en madre, pero desde 1990 a este presente con 68 años, su vida atravesó por distintos matices que la colocarían en la cornisa.

Gianna Nannini nació el 14 de junio de 1956 en Siena, Italia. Desde muy chiquita estudió piano y canto en el Conservatorio de Lucca, en la región de la Toscana. Cuando terminó el colegio no dudó en perseguir su sueño. Con el apoyo de su madre, pero no tanto de su padre, se mudó a Milán para enfocarse en su carrera. Puso todas sus energías ahí y rápidamente empezó a crecer: era claro que poseía talento.

En 1976 sacó su primer disco, que llevó como título su nombre. Un año más tarde lanzó Una radura y en el 79 ya su vida cobró otra identidad cuando editó California. En ese instante comenzó a transformarse en una de las referentes del rock italiano. El sencillo América le abriría las puertas de otros mercados.

Mencionamos a su papá, al señor Danilo Nannini; la relación nunca fue la mejor. Rompiendo mandatos y prejuicios, durante su adolescencia Gianna le contó a su familia que era homosexual y presentó a su pareja, pero su padre no la aceptó. No solo enfrentaría la indiferencia de don Nannini sino también de sus colegas, que no le hicieron fácil su llegada a la industria. Otros tiempos, quizás. Pero Gianna los enfrentaría a todos. Actualmente suele generar repercusiones en Italia por una remera que usa asiduamente, que tiene en su pecho la leyenda: “Dios es una mujer”.

La década del 80 la tuvo en pleno crecimiento artístico, ganando discos de oro en varios países de Europa por copias vendidas. Hasta que con la canción de Italia 90, lo dicho: su fama fue mundial. Editó más de 20 trabajos discográficos. Todo parecía felicidad, pero puertas adentro vivió un infierno del cual decidió hablar recién en 2016 cuando afrontó el desafío de escribir sus secretos en Cazzi miei (Mis mierdas, en español).

En su libro autobiográfico Gianna relató todo lo acontecido bajo el cielo de un verano italiano. Está claro que la canción no tuvo nada que ver, pero fue la llave de una puerta que se abrió y que le costaría cerrar. “Esta es la historia de una yo que cayó en un abismo”, fue la frase que se convirtió en una suerte de resumen para todo lo que volcó en el interior de un libro escrito entre lágrimas y con el corazón en sus manos.

“Excepto la heroína, lo probé todo. Nunca estaba sin cocaína, viajaba con ella siempre”, es el primer recuerdo que volcó en sus páginas, ya repasando sus experiencias. Como suele ocurrir con quienes caen en las drogas, relató que en un principio creyó que podía manejarlo a su gusto, pero que terminó convirtiéndose en una adicción, que se volvió incontrolable. Ella misma buscó una salida, cuando se vio en un estado deplorable.

Nannini remarcó que ese día bisagra fue cuando estaba en un baño, después de un concierto multitudinario. Se le cayó una bolsa de cocaína al inodoro y metió una mano para salvarla. Apenas sus dedos tocaron el agua, su cabeza hizo un click. “La vi desaparecer en el agua y, mientras se derretía lentamente, a punto de meter las manos, me dije: ‘No puedo hacer esto, no puedo rebajarme así’”. Esa escena se produjo luego del concierto en el que la droga y el tequila fueron pasando durante toda la noche. Eso la llevó a colapsar y a terminar arrodillada frente al retrete.

A partir de entonces iniciaría una larga recuperación. Estuvo internada en un centro para tratar su adicción y, poco a poco, volvió a salir el sol en su vida. Actualmente volvió a recuperar su lugar de referente del rock y los recitales se multiplican por toda Europa. Sin ir más lejos, el 10 de septiembre, en Grecia, terminó su tour que incluyó 19 fechas en 19 países.

A todos estos lugares va acompañada de su pareja y de Penélope, su hija, la que tuvo en noviembre de 2010, a sus 56 años. Siempre remarcó su necesidad de ser madre y apostó por la inseminación artificial. Luego de tres intentos fallidos por esa vía, al fin pudo hacer realidad su más profundo anhelo.

Hoy, aquel pasado resuena como un eco para Gianna Nannini. Tanto como lo hacen para millones de futboleros las estrofas de “Un’estate italiana”. Ese himno que sin ella, no hubiera sido posible.

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