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La difícil relación de Ryan Reynolds con su padre, que finalmente logró reconciliarse poco antes de su muerte

Sobran los casos de los actores y las actrices de Hollywood que experimentan un estallido de fama por una película o un papel particular. Y están los otros, las figuras que construyeron su recorrido de manera paulatina, a escasa velocidad, para luego de consolidarse, alcanzar la popularidad. Asoma entonces una idea que parece antes consuelo que convicción: quizás de esa manera su paso por la meca del cine no sea fugaz, a diferencia de las estrellas que se consumen a poco de haberse encendido, perdiéndose en la intrascendencia de su ocaso. Ryan Reynolds se ubica entre quienes tiene un largo recorrido.

Por Infobae

Hoy, con 45 años, es uno de los rostros más conocidos. Y logró, además, no encasillarse en un género en particular, pudiendo lucir en filmes de acción, comedia y hasta drama. Su historia es bastante particular, porque si bien debutó antes de los 20 años en la pantalla chica recién a los 26 tuvo primera incursión en el cine. Desde entonces no paró de trabajar, obteniendo su punto más destacado en la saga de Deadpool.

Reynolds nació el 23 de octubre de 1976 en Vancouver, Canadá. Tras finalizar la escuela, en la que ya se había destacado como actor, se inscribió en la universidad, pero pronto entendió que allí no estaba su futuro: abandonó unos meses después de su ingreso. Y decidió probar suerte en la interpretación.

Sin embargo, no le fue fácil tomar la determinación ya que estuvo a punto de ingresar a las fuerzas de seguridad. Sucede que su papá, Jim Reynolds, era comerciante y también miembro de la Policía Montada de Canadá. Y los hermanos mayores de Ryan ya habían seguido sus pasos. “Probablemente yo también lo habría sido, si no fuera por este trabajo (la actuación). Ser un mountie es en realidad el trabajo más sucio, más duro y mucho más difícil de lo que piensas”, reconoció en una entrevista con la revista canadiense NW.

A los 17 años Reynolds fue parte de Hillside, una serie estadounidense en la que estuvo en 13 capítulos. Si bien sus participaciones eran menores, gracias a que el producto se vendió a Nickelodeon (cambió de nombre por Fifteen), alcanzó otras dimensiones y pasó a ser uno de preferidos de los adolescentes. Dos años más tarde lo convocaron para The Marchal y en 1996 tuvo un papel pequeño en Expediente X.

Ya instalado definitivamente en los Estados Unidos, el gran salto lo dio con Two Guys Girls and a Pizza Place, que se emitió entre 1998 y 2001. Esa serie le abriría las puertas del cine. Un año más tarde lo llamaron para protagonizar Van Wilder: Animal Party. Luego vino la comedia romántica Amigos (2005) y, hablando de sus roles camaleónicos, ese mismo año fue uno de los actores principales en Terror en Amityville.

La bisagra -lo dicho- se registró cuando encarnó a Deadpool, uno de los personajes más icónicos del mundo de los comics. El filme tuvo una recaudación de 85 millones de dólares en tan solo su primer fin de semana. En total, llegó a los 373 millones. Siguiendo por el mismo género, al año siguiente Ryan apareció en Adventureland. Ese mismo año también apostó por la comedia en La propuesta, otros de sus grandes logros laborales.

Más acá en el tiempo aparecen Alerta roja, Free Guy y Duro de cuidar 2, en el mismo año. Siempre dejando una impronta en cada uno de los proyectos en los que embarcó. Sin embargo, hay marcas que duelen y que están a flor de piel más allá del paso del tiempo. Hay situaciones que permanecen, con las cuales se debe aprender a convivir, como le ocurrió a Ryan en su infancia. Y de lo que decidió hablar no hace mucho.

Todo fue luego de que la prensa mencionara que tiene problemas de ansiedad. Enseguida Reynolds contó que ese trastorno surgió cuando era chiquito, y que ya nunca pudo superarlo. “Cuando estresás a tus hijos se da una extraña paradoja que consiste en que de repente el hijo asume responsabilidades que no corresponden”, comenzó explicando en una charla con The New York Times.

“Mi padre era una persona muy dura. Y eso, para muchas cosas, es fantástico. Su problema es que también lo era con nosotros”, dijo. “No quiero que nadie se tome esto como la típica historia lacrimógena, porque todo el mundo lleva una mochila muy pesada a sus espaldas y yo no soy diferente a nadie en ese aspecto, pero crecer en mi casa no era algo nada relajante ni sencillo y sé que eso, a lo largo de mi vida, ha provocado que tenga que lidiar con la ansiedad de muchas y muy diferentes maneras”.

Esa ansiedad empezó a crecer a la misma velocidad de la fama, y esto le trajo complicaciones en su carrera. Llegó un momento en el que empezó a automedicarse. El cóctel explosivo lo completaba con fiestas y alcohol. “Todo esto ayudaba a salirme de los problemas”. Al ver lo que eso provocó en amigos, en algunos colegas que no terminaron bien, decidió finalizar con esta manera de enfrentar -o más bien, evadir- los dramas que lo atormentaban.

En gran parte, su salvación fue su actual pareja, la actriz Blake Lively. Tras un romance con Scarlett Johansson, con quien se casó en 2008 y se divorció en 2010, llegó Lively. Con también contrajo matrimonio. Dieron el sí en 2012, y más tarde tuvieron tres hijas: James, Inez y Betty.

Cuando supieron que a su padre le habían diagnosticado Parkinson, Blake le sugirió a Ryan que hablara con él antes de que fuera demasiado tarde, para que no queden deudas emocionales. “Siempre me he refugiado en los chistes para escapar de la tristeza o los lamentos, pero también en mi mujer, que tiene un gran don para eso”, remarcó el actor.

“Todas las familias tienen problemas, pero al final del día es más fácil centrarse en las cosas buenas que en las malas. Y sí, mi padre murió poco después de que mi hija naciera, pero antes de irse pudo conocerla y eso me hace ahora muy feliz”, confesó Ryan, sosteniendo que el nombre de su primogénita (James, hoy de siete años) es en honor a su padre, Jim. Se trata de una especie de reconocimiento por las cosas buenas que recibió de él, más allá de que fueron pocas. En definitiva, como suele resaltar, prefirió aferrarse a eso, por ínfimo que fuera, por el bien de toda la familia. Pero sobre todo, el suyo.

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