Todavía hay días en los que Paula Forero Cabrera ve jugar a sus ex compañeras de equipo y piensa en el deporte que una vez fue su prioridad. Entonces le entran deseos de volver a las canchas y disputar torneos con las jugadoras de la selección colombiana de fútbol, con quienes participó en tres mundiales y tres Copas Américas y portó los guantes en más de 40 partidos como arquera del equipo.
Sin embargo, también piensa en lo “logrado” hasta ahora y, desde Estados Unidos, donde reside, examina lo vivido sin arrepentirse pero sin negar el dolor.
“Lloré, lloré y lloré. Fue la decisión más dura que he tomado”, resume la ex mundialista de 30 años sobre el momento en que decidió retirarse del fútbol –en 2015– para enfocarse en sus procesos académicos y universitarios.
“Ahora veo lo que he podido construir y quiero seguir construyendo. Tengo otras responsabilidades y otros fines”, le cuenta a Infobae.
Ese año estaba a punto de jugar la Copa Mundial Femenina de Fútbol de Canadá de 2015. Becada en una universidad de Estados Unidos, no encontró la “flexibilidad” requerida para asistir a los entrenamientos y prefirió renunciar para no descuidar sus exigencias académicas. El mundial pasado, en Alemania, había tenido que abandonarlo por una lesión de rodilla.
“Ninguna de mis compañeras dejó el equipo, la mayoría siguió su carrera futbolística. Unas estudiaron en el exterior y siguieron jugando, como las gemelas Natalia y Tatiana Ariza. Algunas juegan en la selección, otras en España. Hay muchos ejemplos, pero a mí me tocó decidir si quería seguir siendo futbolista profesional o empezar una carrera enfocada en mis estudios para emprender otro tipo de crecimiento personal”.
Eso hizo. Terminó Negocios Internacionales en la Universidad Barry de Miami, donde vivió 10 años. Hace uno se mudó a San Petersburgo, Florida, una ciudad soleada, turística y “apetecida” para la comunidad LGBT+. En febrero pasado, sonríe al recordarlo, se casó en Hawái con Andrea Vielma, una ex futbolista también que hace más de diez años huyó de la crisis social en Venezuela.
Crecer en un medio hostil
Se enamoró siendo niña del fútbol y de adulta jugando fútbol encontró el amor. Nació en Bogotá, la fría capital de Colombia, y con el apoyo de su madre hizo parte del Club Internacional de Fútbol de esa ciudad, el Inter. Tenía 6 años cuando supo que le encantaba el deporte. En una competencia interescolar por la que asistieron 40 niños de su colegio, ella y otra niña fueron las únicas mujeres en participar.
“Todas las jugadoras con las que crecí contaban la misma historia. Nos tocaba sobresalir como mujeres y crecer en medio del fútbol masculino. Había hombres que no te dejaban jugar por ser niña, aunque luego se daban cuenta de que eras buena”, relata.
De niña hizo parte de una gira mundial por Europa, Centroamérica y Suramérica, costeada por su madre, que ha sido su principal apoyo. Muy pronto también supo que su posición sería la portería. En un entrenamiento con el club bogotano, la arquera titular no se presentó. “Me tocó tapar a mí y ese fue el último día que jugué en el mediocampo. Me fue muy bien. Naturalmente, es una posición de mucho liderazgo y organización, pero distinta a una ubicación en la que te toca correr y correr”.
Las mismas características podrían extrapolarse a su vida hoy. Forero es vicepresidenta para el mercado hispano en una compañía multinacional de seguros, además de vicepresidenta en una subsidiaria de la misma compañía. Gran parte de sus aprendizajes los encontró en la formación del balompié. “Sin importar el género, el fútbol te ayuda a ser responsable, a tener compromiso, ser consistente”.
El deporte la hizo testigo de una de las muchas formas de la desigualdad en su país. De los 15 a los 24 años conformó un equipo de mujeres que fue su “primera familia”. “Creciendo y jugando en la selección vi que el 90% de mis compañeras no tenía qué comer. Algunas vivían en situaciones de pobreza extrema. Eso me ayudó a ver las cosas con otra perspectiva. Muchas eran lesbianas, pero no lo decían por miedo al rechazo”.
“Nunca viví como un secreto mi orientación sexual”
Paula, en un mundo donde las deportistas mujeres han salido del clóset primero que los hombres, dice haber vivido su orientación sexual sin tabúes. A los 14 años, cuando cursaba octavo en un colegio privado de la capital colombiana, la vieron besándose con otra estudiante. El colegio, con un cuerpo de directivos “conservador y religioso”, armó un escándalo. “Para no decir que nos echaban, nos obligaron a que una de las dos se fuera”. La otra compañera se quedó porque era “lo lógico”, le faltaban menos cursos para graduarse.
“De todos modos, no quería seguir en una institución así. Hoy en día no creo que reaccionen igual, no creo que puedan hacer este tipo de cosas”, cree ella.
En el fútbol, ya como profesional, en cambio, encontró “respeto” por su orientación sexual. “Nunca lo he vivido como un secreto, para mí siempre fue algo muy cotidiano sentirme más atraída por las mujeres. Y no pienso que eso me haga tener más o menos valor. Nunca tuve inconvenientes en el fútbol y nadie se sobrepasó conmigo”, agrega, y advierte que los casos de discriminación, acoso y abuso en el interior del deporte “necesitan prevenirse, pues están ocurriendo en todas partes”.
Como muchas deportistas que se retiran, Paula Forero sigue jugando porque “estas cosas no se pueden dejar de hacer, son parte de la identidad de uno”. Ya estaba retirada del deporte a nivel profesional cuando conoció en un partido “recreativo” en Miami a la que sería su esposa. Cada una cargaba consigo su historia como ex futbolista; Andrea Vielma, además, había dejado de jugar porque tenía “tres trabajos para sobrevivir”. Se siguieron viendo en eventos deportivos y empezaron a conocerse más; la próxima semana cumplen 6 años de estar juntas.
Se casaron el pasado 10 de febrero vestidas de blanco, una de traje y pantalón y otra con falda larga. Al cuello se colgaron un collar de flores, el típico que se entrega en Hawái en señal de bienvenida y afecto. Y de libre amor también, en su caso.