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La noche de niebla en Berlín fue el escenario perfecto para el primer intercambio de espías de la Guerra Fría

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A los pocos que la vieron, la escena debió parecerles sacada de una película de suspenso y de hecho, medio siglo después, se hizo una que la recreó: dos hombres caminan de noche con paso tenso, controlado, envueltos por la niebla sobre un puente de 128 metros. Cada uno de ellos ha salido de los diferentes extremos y los dos saben que hay armas, muchas armas, apuntándoles. Caminan al mismo ritmo, como se les ha ordenado, y cuando se cruzan, exactamente en la mitad del puente, agachan la cabeza y no se miran. Eso también se lo han ordenado. Después, dándose las espaldas, siguen caminando y llegan al mismo tiempo al otro extremo del puente. Solo entonces, los dos hombres, los soldados armados que apuntan desde las dos entradas, los oficiales y civiles presentes respiran aliviado. Todo ha terminado, después de meses de negociaciones.

Por Infobae

La escena real – no la de la película – ocurrió la noche del 10 de febrero de 1962, en uno de los momentos más críticos. La caminata se desarrolló sobre el puente Glienicke, sobre el río Havel, entre la zona de Berlín bajo administración de los aliados y Postdam, Alemania Oriental. Los hombres eran el piloto norteamericano Francis Gary Powers, capturado por los soviéticos, y el espía soviético nacido en Inglaterra Vílyam Guénrijovich Fisher, alias Rudolf Abel, capturado por los norteamericanos.

El hecho no solo pasó a la historia no sólo por la importancia de sus protagonistas, sino fundamentalmente por ser el primer intercambio de espías entre soviéticos y norteamericanos en la Guerra Fría.

El espía que manejaba la red

Vílyam Guénrijovich Fisher era un espía altamente experimentado cuando llegó a los Estados Unidos. Había sido agente de la NKVD (Comisariado del Interior) hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial y durante el conflicto se dedicó a doblar agentes enemigos, fundamentalmente radiotelegrafistas enviados por los nazis a Rusia, a los que convenció u obligó a pasar información falsa a sus jefes en Berlín. Aquel juego, conocido como Operación Berezinó, se prolongó hasta mayo de 1945.

Después de terminada la guerra, Vílyam Fisher, alias “Mark”, fue enviado a los Estados Unidos, donde llegó en noviembre de 1948. Usando el nombre falso de Emil Robert Goldfus, “Mark” se instaló en la zona de Brooklyn, en Nueva York, donde montó un estudio fotográfico como fachada, y procedió a la creación de una amplia red de agentes que mantendría comunicación constante con Moscú, generaría su propio sistema de codificación e iba a funcionar exitosamente durante muchos años.

Entre los agentes reclutados por “Mark” estaban Morris Cohen y su esposa Leontina, la cual demostró una valentía y un ingenio extraordinarios para obtener datos secretos desde el laboratorio nuclear estadounidense de Los Álamos. Gracias a esta información, la URSS pudo fabricar su primera bomba atómica en plazos más breves.

El grupo de Mark informaba a Moscú sobre los preparativos estadounidense para la Tercera Guerra Mundial. Entre otras cosas, había un plan para lanzar contra el territorio soviético 300 bombas atómicas. Ocho bombas se reservaban para la capital, Moscú, y otras tantas, para Leningrado, la segunda en importancia ciudad del país.

Un borracho delator

Todo marchaba a la perfección hasta la llegada desde Moscó del teniente coronel de la KGB Konstantín Ivanov, con documentos falsos a nombre de Reino Heihanen, para que lo ayudara en el manejo de la red.

Mark le entregó a Heihanen una suma importante para crear un laboratorio fotográfico, y para que ayudara a la esposa de un agente que estaba en prisión. Sin embargo, el coronel prefirió gastar el dinero en alcohol, amantes y otras diversiones. Faltó en varias ocasiones a las citas fijadas y en 1955, cuando Mark estaba de vacaciones, colocó toda la red al borde del fracaso. Moscú decidió repatriarlo, pero Heihanen desobedeció para evitar el seguro castigo que le esperaba y se ofreció a colaborar con la CIA.

Lo primero que hizo fue delatar a “Mark”, que fue detenido por agentes del FBI en un hotel de Nueva York el 21 de junio de 1957. Los soviéticos supieron de inmediato que lo habían capturado, porque Fisher, alias “Mark”, se identificó como Rudolf Abel, un espía amigo que había muerto hacía unos años en una misión secreta.

Cuando los diarios dieron la noticia de un agente extranjero capturado llamado Rudolf Abel, los jefes de Mark se dieron cuenta de que el detenido era Vílyam Fisher. Durante la investigación, él rechazó todo vínculo con servicios secretos, se negó a prestar declaraciones ante el tribunal y no se dejó tentar por las propuestas de colaboración.

Rudolf Abel fue condenado a 37 años de cárcel. Después de emitida la sentencia, en 1957, lo pusieron en una celda solitaria de la prisión preventiva de Nueva York y, más tarde, lo trasladaron a un centro penitenciario de Atlanta. Mientras iba cumpliendo la condena, él se entretenía resolviendo problemas matemáticos, estudiaba la teoría del arte y pintaba al óleo y recibía las visitas de su abogado, James Donovan.

La suerte de Vílyam Guénrijovich Fisher parecía echada: moriría de viejo en una cárcel estadounidese, hasta que un avión espía norteamericano tuvo un percance en territorio soviético.

El piloto del U-2

El 1° de mayo de 1960, Francis Gary Powers, piloto norteamericano, fue derribado por un misil cuando, desde su avión Lockheed U-2, espiaba puntos estratégicos de la Unión Soviética. Como a todos los espías, la CIA le había entregado una moneda de plata perforada desde su canto por un alfiler envenenado capaz de matar en segundos: el drástico –y único– modo de eludir los previsibles interrogatorios y torturas.

Pero Powers no se decidió a usarlo. Prefirió afrontar la cárcel, el juicio, y la segura condena a muerte que dictaría un tribunal soviético. Años después, el propio Powers daría otra versión: el impacto del misil tierra-aire destrozó el ala derecha, y él calculó que podía salir del avión antes de accionar los interruptores de destrucción para que el enemigo no se apropiara de los secretos técnicos, pero aprisionado por las mangueras de oxígeno no pudo moverse, ni para suicidarse ni para quemar el avión.

Estaba todavía aprisionado dentro del avión cuando lo capturaron unos campesinos que lo entregaron a las autoridades. De inmediato fue a parar a Moscú para ser interrogado por la KGB.

El juicio fue sumario pero, para sorpresa de todos, la condena fue benigna: tres años de trabajos forzados y siete más de prisión por espionaje. Los soviéticos no querían matarlo sino utilizarlo para denunciar a los norteamericanos por espionaje, justo cuando se estaba por realizar la Cumbre de París, en la que se discutiría el destino de Berlín entre los cuatro grandes países vencedores en la Segunda Gran Guerra.

Una vez que lograron hacer fracasar la Cumbre, los soviéticos decidieron que Powers podía servir como pieza de cambio para recuperar a uno de sus agentes más preciados: Vílyam Guénrijovich Fisher, alias Rudolf Abel, alias “Mark”.

Negociación e intercambio

El abogado de Fisher, James Donovan, era un letrado de prestigio que en el juicio no había podido salvarlo de la cárcel, pero sí de una condena a muerte que, cuatro años después de la ejecución en la silla eléctrica de los supuestos espías Ethel y Jules Rosemberg, muchos daban por descontada cuando se inició el proceso.

Pero además de buen abogado, Donovan había demostrado ser un eximio negociador. Tan bueno era que había logrado la liberación por parte del gobierno cubano de más de mil prisioneros que habían sido capturado en abril de 1961 durante la fracasada invasión a la isla con un desembarco en la Bahía de Cochinos.

En una de sus visitas a la prisión donde cumplía su condena Vílyam Guénrijovich Fisher, el espía – que jamás había confesado serlo ni dar información – le dijo:

–Si algún día un espía norteamericano cae en mi patria, puedo ser más útil vivo que muerto.

La caída de Francis Gary Powers les dio la oportunidad que esperaban. Donovan convenció primero a los norteamericanos y después viajó a Berlín para negociar con los soviéticos. Las reuniones – contaría después – eran verdaderas partidas de ajedrez, donde cada palabra era un movimiento de piezas que contaba.

Finalmente lo logró, y con más éxito que el previsto: consiguió que, además de a Powers los soviéticos también liberaran a Frederic Pryor, un estudiante de Yale de 27 años, que preparaba una tesis en Berlín Oriental y cayó en manos de la Stasi, el servicio secreto de Alemania Oriental, acusado de enviar “documentos comerciales sensibles” a su país.

El abogado Donovan fue uno de los hombres que asistieron a la tensa escena del Puente Glienicke la brumosa noche del 10 de febrero de 1962.

La vida después

De regreso a los Estados Unidos Francis Gary Powers fue interrogado por la CIA, la compañía Lockheed (fabricantes del U-2) y la Fuerza Aérea también tuvo que comparecer ante los senadores Richard Russell, Prescott Bush y Barry Goldwater para explicar, entre otras cosas, por qué no se había suicidado.

Finalmente se determinó que había seguido órdenes, no había divulgado información crítica a los soviéticos y había actuado como “un buen joven bajo circunstancias peligrosas”, como dijeron los senadores.

Salvado su honor de espía, trabajó para Lockheed como piloto de pruebas desde 1963 hasta 1970, año en el que publicó un libro acerca del incidente. Murió en un choque de helicópteros cerca de Los Ángeles en 1977, mientras trabajaba como reportero para la televisión. Fue sepultado en el Cementerio Nacional de Arlington.

En 1987, diez años después de su muerte y 25 después de su retorno, fue condecorado con la “Distinguished Flying Cross”.

Vílyam Guénrijovich Fisher fue recibido con honores en Moscú. Después de un período de reposo y tratamiento médico, se integró en la dirección del servicio de inteligencia y participó, entre otras cosas, en la formación de nuevos agentes. Fue condecorado con numerosas órdenes y medallas soviéticas por su inapreciable contribución a la defensa de la seguridad nacional.

Murió el 15 de noviembre de 1971 y fue enterrado en el cementerio Donskoie de Moscú.

Su trayectoria inspiró tres libros: “El escudo y la espada”, de Kozhévnikov; “Desconocidos sobre un puente”, del abogado que había conseguido intercambiarlo, James Donovan; y “Un cazador patas arriba”, de Kiril Jenkin, amigo y discípulo del famoso agente soviético.

Pero más allá de todos los honores, Francis Gary Powers y Vílyam Guénrijovich Fisher, los dos hombres que cruzaron el Puente Glienicke sin sinquiera poder mirarse la neblinosa noche del 10 de febrero de 1962, quedaron en la historia como los dos primeros espías intercambiados por norteamericanos y soviéticos en la Guerra Fría.

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