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Richard Gere, de 70 años, se encuentra enamorado de una mujer 33 años menor que él

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Es infalible. Solo hay que buscar cualquier ranking de las escenas románticas más icónicas en la pantalla grande para que aparezca Richard Gere encabezando ésa y mil listas más. Un romance con final trágico en el otoño de Nueva York junto a Winona Ryder. Una versión de la leyenda del Rey Arturo donde sir Lancelot se roba el protagonismo para cruzar miradas furtivas con Ginebra. El cadete de la Escuela Naval que alza en sus brazos a Debra Winger, la chica obrera que suspira por su uniforme blanco en Reto al Destino. Y claro, el yuppie sensible Edward Lewis asomándose por el techo de su limusina con unas rosas en la mano, en un intento torpe y adorable de recuperar a Vivian, la prostituta que vive un amor improbable con un carismático empresario. Al actor de cabellera plateada, ojos rasgados y voz apacible le llegó tarde la fama de galán.

Por Infobae

Luego de convertirse en el deseo platónico de millones de fans con su protagónico en American Gigoló, la década de los 90s lo consolidó a los 40 años como el “hombre más sexy del planeta” y uno de los solteros más codiciados de Hollywood. Sus romances con supermodelos y actrices tampoco escaparon al radar de los tabloides, pero fue recién en la tercera edad que conoció a su tercera esposa y amor definitivo, la española Alejandra Silva. El actor que eligió bajar los decibeles de su carrera para dedicarse al activismo político y a la vida familiar, hoy cumple 73 años.

En 1980, una escena de dos minutos y medio fue la bisagra que cambió la trayectoria de Richard Gere para siempre: su torso lampiño se mueve impúdico por la habitación. De fondo suena una balada de Smokey Robinson & The Miracles mientras el taxi boy elige sus mejores trajes para seducir a las clientas.

El actor nacido en Pensilvania un 31 de agosto de 1949, no esperaba que un desnudo frontal iba a ser su pasaporte a la celebridad. Cuando leyó el guión de Paul Schrader para interpretar al escort masculino Julian Kaye, estaba por cumplir los 30 años y nada parecía augurar una estrella con su nombre en el paseo de la fama: de adolescente se perfilaba como músico, gimnasta y licenciado en filosofía. Recién a los 20 años le tomó el gusto a las tablas y fue en Londres que estrenó el escenario con un protagónico en la comedia musical, Grease. Pero a diferencia de otros aspirantes actores, las cámaras no parecían interesarle demasiado. Tanto así, que en lugar de correr por las filas de los castings prefirió tomarse un año sabático para visitar Nepal y convertirse al budismo. Fue entonces una sorpresa cuando lo eligieron para el rol que lo catapultó como un ícono sexual de Hollywood.

“Cuando acepté el papel no tenía claro que quisiera convertirme en un sex symbol. Pero supongo que, si querés triunfar como estrella de cine, de rock o lo que sea, en parte querés ser deseado. Y supongo que eso es algo básicamente sexual”. Gere no era la primera opción de los productores sino John Travolta, quien declinó la oferta preocupado por las inclinaciones homosexuales que sugería el personaje. Él, en cambio, abrazó las zonas oscuras del gigoló antihéroe e inauguró un estilo propio de virilidad en el cine. El hombre carilindo, que desplegaba una serena gestualidad frente a cámara se convirtió en la nueva cara del drama romántico durante los 90s.

Su nombre fue sinónimo de furor en taquilla y suspiros en las butacas del cine, aunque el estereotipo de galán no fue un camino buscado. Cuando recibió el guión de Reto al Destino para interpretar al cadete militar Zack Mayo, el argumento le parecía demasiado sentimental y la escena final “rescatando” a su interés romántico de la fábrica, algo graciosa. Pero la suma de clichés no hizo mella en el público y la película fue un éxito. Azaroso también fue su papel en Mujer Bonita. En su versión original, la historia naufragaba aguas más turbias: el millonario Edward Lewis no se enamoraba de su co-protagonista; la prostituta terminaba fulminada por una sobredosis al final del contrato sexual y Michelle Pfeiffer y Al Pacino sonaban como los protagonistas. Fue la entonces desconocida Julia Roberts quien lo convenció para dar el sí. “Por favor, aceptá”, le escribió en un post-it cuando el director Garry Marshall lo llamó para ofrecerle el nuevo guión. La dupla que enamoró al público se reencontró 9 años más tarde en Novia Fugitiva.

Fuera de la ficción, Gere acopiaba cuanto título de “El hombre más bonito” y “El hombre más sexy” aparecía en los rankings que lo ubicaban en el podio de los solteros más codiciados. Fue ahí cuando conoció en una barbacoa a la supermodelo Cindy Crawford. Ella tenía 22 años, él estaba por despedirse de los 39 y juntos aparecían en cada alfombra roja como un prodigio de la genética. Pero no todo era rosa: la pareja tuvo que enfrentar una serie de rumores sobre la homosexualidad de ambos. A los 42 años, Gere estaba por recibirse de soltero empedernido. Fue entonces que en 1991 decidieron ponerle un fin a las malas lenguas. “Nos casamos porque nos amamos y hemos decidido compartir nuestra vida. Somos heterosexuales y monógamos y nos tomamos nuestro compromiso el uno con el otro muy en serio”. Contra los pronósticos de la prensa, el obstáculo insalvable fue la diferencia de edad y el matrimonio anunció su separación en 1995. Para Gere, sin embargo, no fue el final de su camino hacia el altar.

En 2002 se unió a la modelo y actriz Carey Lowell luego de varios años de noviazgo y el nacimiento de su primer hijo, Homer. El matrimonio duró hasta 2013 y culminó en un divorcio conflictivo. Cultor de un bajo perfil, el actor continuó con una prolífica carrera en más de 30 películas, transitando con versatilidad distintos géneros hasta que un año después de su separación, reencontró el amor con la empresaria española Alejandra Silva.

Hija del ex vicepresidente del Real Madrid, Silva regenteaba un hotel boutique en la Costa Amalfitana donde se hospedó su futuro esposo: el flechazo fue instantáneo. Gere, quien era un viejo amigo de su familia, la conocía desde la infancia, pero fue ese encuentro el que encendió la chispa del amor romántico. Ni los 33 años de diferencia, ni los 6 mil kilómetros de distancia pudieron debilitar el vínculo. Alejandra, que adoptó la religión de su marido, relevó en 2015: “Nuestro karma se atrajo desde el primer momento en que nos vimos. Nos conocemos desde hace muchas vidas”. Ella se mudó al rancho de Gere en el estado de Nueva York. En 2018 sellaron su relación en el altar y un año más tarde tuvieron a su primer hijo juntos, Alexander. A los 70 años, Gere se convirtió en padre por tercera vez de otro varón.

Con el correr de los años, su carrera en el cine pasó a un segundo plano para dejar lugar al activismo. Desde que era joven, la estrella cambió su creencia metodista para convertirse al budismo tibetano. Fue ese el inicio de un camino espiritual que lo llevó a conocer al Dalai Lama y a involucrarse con la causa del Tibet.

En 1991 creó una fundación filantrópica donde se dedicó a recaudar fondos con fines humanitarios. Su apoyo a la independencia del Tíbet en una industria cada vez más financiada por China, pudo ser la causa de su aparición, cada vez más esporádica, en las carteleras de cine aunque Gere no parece preocupado por los reflectores. Fue así que subastó millones de dólares en guitarras, tomó el estrado en una entrega de los Oscars para criticar al gobierno Chino y fue noticia cuando apareció repartiendo comida a un centenar de refugiados que venían naufragando por el Mediterráneo.

Alejandra Silva se convirtió en una compañera de sus causas. En una reciente gala, donde su esposa recibió un premio por su labor humanitaria, Gere declaró orgulloso: “Soy el hombre más feliz del universo. Estoy casado con una mujer bella, inteligente, divertida, gran madre y comprometida. Hoy yo soy solamente el esposo de Alejandra”. A los 73 años, la estrella del cine eligió bajarse de los sets para transitar un camino más apacible.

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