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Un niño con pesadillas, exorcistas y un asesino: “El diablo me obligó a matar”

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Todo pasó en menos de un minuto. Arne Cheyene Johnson comenzó a gruñir como un animal y sacó un cuchillo con un filo de 13 centímetros y apuñaló varias veces a Alan Bono, el vecino y casero que le alquilaba la casa. Luego, Johnson les dijo a los policías que lo detuvieron a tres kilómetros del lugar:

Por Infobae

-El demonio me obligó a hacerlo. Me obligó a matar.

El que es considerado el primer asesinato en la historia de Brookfield, Connecticut, ocurrió el 16 de febrero de 1981.

Los forenses dictaminaron que la víctima sufrió cinco heridas, sobre todo una en su pecho que recorría desde el corazón hacia su estómago.

Para entender el comportamiento del asesino hay que ahondar en la historia de la familia de Debbie Glatzel, su novia. Según refiere el expediente del caso y lo relatado por Arne, el hermano menor de Debbie, David, de 11 años, de un día para el otro -según él- tuvo visiones demoníacas.

“El niño dice que ve a un hombre anciano con ojos negros, una cara delgada con rasgos animales y dientes afilados, orejas puntiagudas, cuernos y pezuñas”, declaró su madre, Judy Glatzel, a la revista People.

El niño, cuñado de Arne, tenía pesadillas horrendas por la noche y despertaba con rasguños y moretones en todo el cuerpo. Su madre llamó un sacerdote para que bendijera la casa. Pero no hubo resultados. El niño seguía viendo al anciano demoníaco, que según su relato terrorífico le pegaba, lo rasguñaba, lo empujaba y lo ahorcaba.

Su familia, desesperada, convocó al matrimonio de demonólogos Ed y Lorraine Warren para que les practicaron un exorcismo. Se habían hecho famosos por su investigación en el conocido caso del Terror de Amityville. El proceso duró cinco días e intervinieron cuatro sacerdotes.

Arne y Debbie presenciaron el acto. “Durante la ceremonia, Arne tentó al espíritu maligno para que entrara en su cuerpo y dejara en paz al pobre niño”, declaron los Warren.

Tiempo después de los hechos fueron más específicos. Lorraine contó que una neblina negra cubría al niño. “Debbie y su madre nos dijeron que habían visto a David ser golpeado y vapuleado por manos invisibles y que unas marcas rojas habían aparecido en su cuello tras el incidente. David había empezado a gruñir, a silbar, a hablar con voces de otro mundo, y a recitar versículos de la Biblia o del Paraíso Perdido”, dijo Lorraine. También que el niño dijo ver al demonio mientras cambiaba de formas: era un animal monstruoso, un viejo con barba blanca y túnica, un insecto gigante.

Por entonces, los Glatzel decidieron turnarse cada noche para hacer guardia por si el niño sufría espamos y convulsiones. Lorraine aseguró que David levitó, cesó de respirar un tiempo, e incluso demostró la capacidad sobrenatural de la premonición. “Lo curamos después de días extenuantes”, se jactó.

Desde ese día, David no tuvo más visiones diabólicas. Como si fuera poco, Debbie, que no tenía trabajo y aún vivía con su familia, fue contratada por Alan Bono para trabajar en su veterinaria y le alquiló su departamento al lado del local.

Pero Arne, de acuerdo con los testimonios de su novia y de su suegra, comenzó a ser otro. “Entraba como en un trance. Gruñía y decía que veía a la bestia. Pero después no recordaba nada. Justo como pasó con mi hermanito David”, dijo Debbie.

El día del homicidio, Bono invitó a almorzar a Arne y Debbie, quienes estaban acompañados por las hermanas menores de él: Wanda, de 15 y Janice, de 13, y por su prima Mary, de 9 años.

Bono tomó mucho alcohol durante la comida y comenzó a comportarse de forma grosera. Es por eso que Debbie intentó llevarse a las niñas pero Bono atrapó a Mary y la encerró en un cuarto. Bono empezó a gritar que Arne violaría a la niña. Arne volvió y enfrentó a Bono. Su novia buscó persuadirlo y alejarlo, pero Arne estaba enajenado.

Ninguna de ellas llegó a ver los cuchillazos porque iban en busca de la policía, hasta que escucharon rugir a Arne como un animal. “Vimos algo brillante en el cielo. Y luego vimos a Arne caminando como en trance hacia al bosque, mientras Alan Bono agonizaba. Al lado suyo estaba el cuchillo que Arne siempre llevaba con él”, declaró Wanda, la hermana del homicida.

En el juicio, seguido por los medios que bautizaron al caso como “El diablo me hizo hacerlo”, Arne alegó en su defensa que se encontraba bajo posesión demoníaca al momento de cometer el homicidio. Los jueces no le creyeron, lo consideraron un disparate y el 24 de noviembre de 1981 lo condenaron a 20 años de cárcel. Lo extraño es que fue liberado cinco años después por buena conducta.

Durante sus años de encierro, se casó con su novia Debbie, quien murió a los pocos años de cáncer. De Arno se sabe poco. Según Lorraine, huyó a un pueblo a trabajar con un terrateniente.

Nunca estuvo claro como el “demonio” salió de su cuerpo y volvió a ser un hombre normal.

Para la Justicia fue una ficción colectiva armada hasta el último detalle.

En 2007, David, el hermano de Debbie, el supuesto primer “endemoniado” confesó que los demonólogos Warren habían inventado toda la historia para hacerse aun más famosos.

Pero su hermana Debbie y el propio Arne lo desmintieron. Y proporcionaron su testimonios y “pruebas” para un documental de Discovery Channel llamado “Historias de Ultratumba” cuyo episodio tres, “Donde los demonios Moran”, trató sobre esta historia. Arne agregó que el demonio se metió en él y antes del asesinato hizo que chocara su auto contra un árbol, aunque salió ileso.

El caso inspiró libros, películas y documentales. La última fue El Conjuro 3, dirigida por Michael Chaves.

En su última declaración, Arne admitió sus errores. “Le pido perdón a la familia de Bono. Pero yo no lo maté. Mi mayor error fue haber provocado al diablo. Pedirle que viniera por mí así dejaba tranquilo al niño. Desafié al demonio y pagué un alto precio”.

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