Rafael Sosa, de 68 años, ha vivido toda su vida en el barrio La Lucha, Caracas, y votó temprano en la Escuela Primaria María Angélica Lusinchi. El proceso fue rápido y sin irregularidades. Después de votar, volvió a su puesto de trabajo a vender sus productos. Un vecino informó que la apertura del centro de votación se retrasó una hora debido a demoras de los miembros de mesa. En el Barrio José Félix Ribas, un grupo de mujeres coreaba a favor del candidato opositor Edmundo González, aunque algunas temen represalias por identificarse.
En Petare, un enfrentamiento surgió cuando se impidió votar a Sandra Ramos por su camisa con la bandera de Venezuela. A pesar de demoras y calor, muchos venezolanos esperaban pacientemente para votar, muchos deseando un cambio en el país y con la esperanza de ver a su familia reunida nuevamente. En otros centros, como la U.E.N Ricardo Zuloaga y la Escuela Rafael Napoleón Baute, había una atmósfera de alegría y una gran afluencia de votantes, con algunos vendiendo productos. En otros lugares, como la UPEL, la espera bajo el sol exasperaba a los votantes.
En la Escuela Abajo Cadenas y otros centros, pocos se atreven a hablar debido al temor de perder beneficios gubernamentales. Entre los relatos de los votantes, se destacaron sus deseos de mejores condiciones laborales y la esperanza en un cambio. La jornada en el U.E.N Ricardo Zuloaga fue fluida con pequeños inconvenientes, mientras en el Colegio Simón Bolívar y Gabardi, la afluencia fue menor y hubo estricto control para ingresar. En general, los votantes mantienen la esperanza de que las elecciones presidenciales de Venezuela 2024 marquen un cambio significativo en el país.
Rafael Sosa, de 68 años de edad, ha vivido toda su vida en el barrio La Lucha, ubicado en la Avenida Rómulo Gallegos de Caracas. Allí tiene un pequeño puesto donde vende bollitos, helados, chupetas y hasta hallacas. Votó en la Escuela Primaria María Angélica Lusinchi a donde acudió temprano, a las 6:00 am, cuando abrió el centro de votación. El proceso fue rápido y sin irregularidades: dejaron avanzar primero a los de la tercera edad. Después de votar, fue a su puesto de trabajo, abrió la ventana y aprovechó de vender a todo aquel que se acercara a votar.
El centro de votación, según un vecino de la zona que no quiso identificarse por temor a represalias, abrió sus puertas a las 7:00 am después de que los presentes lo exigieran. Les habían informado que abrirían a las 6:00 am y se demoró una hora por retrasos de los miembros de mesa. Después, el proceso fue lento e irregular. Algunos motorizados sin ningún tipo de identificación ayudaban en la mañana a los miembros de mesa como voluntarios, detalló el residente. Especificó que al igual que muchos de los presentes, las votaciones se están llevando a cabo con discreción: incluso a los voluntarios se les indicó no llamar mucho la atención.
«Todo ha salido bien, muy fluido. Nos han tratado bien a los adultos mayores. Aquí ya sabemos cuál es la dinámica. Espero que con estas elecciones presidenciales sí haya un cambio completo», asegura. Junto a él, ayudándolo con las ventas, está Martín Martínez de 66 años de edad. Como Sosa, señala que salió a votar porque como muchos quieren una mejora en el país.
En en Barrio José Félix Ribas un grupo de mujeres no teme gritar a todo el que pase por el centro de votación una consigna a favor del candidato de la oposición Edmundo González. Vestidas de blanco con la bandera del país sobre sus hombros, afirman que ya todas ejercieron su derecho al voto por un cambio. A pesar de estar coreando «Edmundo, Edmundo, Edmundo» en la vía pública, algunas de ellas temen identificarse al dar una declaración por miedo a represalias.
Al ser preguntadas sobre su motivación para salir a votar, ambas coincidieron con la mayoría de los votantes: «Yo solo quiero un cambio», responden secamente y con algo de hostilidad. Luego continúan en su cola para ejercer su derecho al voto en unas elecciones presidenciales que podrían marcar la historia de Venezuela.
En el Centro de Control de Petare se vivió un enfrentamiento similar entre una de las votantes y un oficial de la Guardia Nacional encargado de pedirle a los venezolanos sus cédulas laminadas para dirigirlos a las mesas de votación. Sandra Ramos llevaba aproximadamente dos horas en la cola, esperando para ingresar, cuando el guardia se le acercó para decirle que no podía ingresar a votar por llevar puesta una camisa blanca con el nombre de Venezuela junto al tricolor de la bandera. «No entendí por qué, no entendí la razón. Aquí no dice ningún tipo de política solo dice Venezuela. Le dije que me mostrara el artículo o ley que prohíbe este tipo de camisas. No me lo ha traído, estoy esperando a que lo traiga».
La motivación de ambos para ejercer su derecho es el mismo: ver a sus familiares que migraron por causa de la crisis política, económica, social y humanitaria que se vive en el país. «Queremos ver a nuestros nietos crecer, a nuestros hijos y a la familia que nos hace falta. Tenemos muchos sentimientos encontrados con estas elecciones presidenciales», asegura Martínez. En la zona, a pesar del fuerte sol del mediodía, los venezolanos hacen sus respectivas colas para ejercer su derecho al voto. Adultos mayores y niños esperan sentados en las calles, algunos juegan con pelotas y otros conversan entre ellos. Hay quienes aprovechan los comercios abiertos para comprar algo de beber y así refrescarse mientras las colas avanzan con rapidez y sin mayores contratiempos.
Por El Nacional
Ni el sol ni las irregularidades ni los retrasos. Tampoco las largas colas para ejercer el derecho al voto impidió que los venezolanos salieran este domingo 28 de julio a sus centros de votación a ejercer su derecho al voto durante las elecciones presidenciales 2024. En la U.E.N Ricardo Zuloaga de la Av. Principal Los Chorros las cinco colas de las mesas de votación se mantienen repletas de gente a pesar del fuerte sol de la mañana. En las listas de los votantes inscritos hay dos testigos suplentes, una de ellas, quien se ofreció de voluntaria para agilizar la logística, ayuda a los presentes a ubicarse en la cola que corresponde.
Las personas acuden con sus sillas, botellas de agua y paraguas para sentirse más cómodos durante la espera. Otros van en grupo o con sus familiares y charlan animadamente. Cada vez que llega un nuevo votante, Ana Sofía Villamil, de 23 años, pregunta si necesitan ayuda. Siempre con una sonrisa en los labios a pesar del sol y el calor.
«Mi familia siempre ha estado muy involucrada en este centro electoral. Yo trabajo como testigo suplente, pero como no nos dejan ingresar a las mesas de votación, estoy ayudando afuera con la logística«, contó. La joven explicó que el centro de votación abrió a las 8:00 am después de que se anunciara que Nicolás Maduro ya había ejercido su derecho al voto.
Una atmósfera de algarabía y felicidad parecida se vive en la Escuela Rafael Napoleón Baute en la avenida principal en José Félix Ribas de Petare. Los puestos de frutas y verduras aprovechan la larga cola de votantes para ofrecer sus mercancías, los motorizados pregonan sus servicios de traslado y los vendedores ambulantes exhiben en la calle sus puestos de ropa en oferta. La cola avanza con rapidez en la zona donde predominan los venezolanos vestidos de blanco. Algunos de ellos cargan banderas de Venezuela, gorras o franelas con el nombre del país. Reluce la ausencia de camisas del oficialismo o propaganda de Nicolás Maduro.
Guillo Carrillo, de 51 años de edad, se encuentra entre los votantes de la Escuela Rafael Napoleón Baute. «Como todo venezolano vine a participar en busca de un buen futuro para mis hijos y por todos los venezolanos que están afuera. Hacer patria», afirma. Su espera en la cola ha sido breve, sin irregularidades, a pesar de los pequeños inconvenientes en la mañana. «Esperemos que salga lo mejor que pueda salir de esto. Ya toda mi familia votó».
Solo Eliani Díaz Ovalles, licenciada en enfermería desde hace 9 años, no tiene miedo de lo que podría pasarle por dar su opinión: lo poco que gana no le da para su sustento. «No me importa si me botan porque no gano un coño», expresa con efusividad antes de reiterar que no le importa que se conozca su preferencia política. Si la despiden, explica, no perdería mucho. «Sigo estudiando y especializándome porque quiero lo mejor para mí y porque quiero un cambio en el país. Fue muy rápido mi proceso para votar en las elecciones presidenciales. Quiero una Venezuela libre, hospitales con buenos insumos, buenos profesionales ejerciendo su carrera».
No en todos los centros de votación se vivieron las elecciones presidenciales con algarabía y felicidad. En la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), ubicada en la Avenida Rómulo Gallegos, los votantes se alejan del centro de votación exasperados por el largo tiempo de espera: algunos estuvieron hasta más de dos horas bajo el sol para ejercer su voto. Entre los presentes hay quienes incluso optaron por esperar frente a la institución, bajo la sombra. Los votantes buscan sus teléfonos, se sientan y hablan entre ellos para distraerse mientras esperan. Nadie les ha informado el por qué de la demora o si se han presentado irregularidades en las mesas de votación.
Frente a las listas se aglomeran las personas buscando información de los inscritos en el centro. Entre ellas, llega un señor de la tercera edad con gorra y bastón que espera su turno para revisar el listado. «Yo solo vengo a curiosear si mi papá aparece en la lista de votantes. En el Centro Nacional Electoral (CNE) no han actualizado sus datos. Aparece que no ha fallecido«, dijo. Inmediatamente, una de las testigos suplentes lo ayudó a buscar el número de cédula. Tras asegurarse de que su progenitor no aparecería como un votante activo, se retiró del lugar: «Menos mal que no aparece, imagínense que salga como un voto para Nicolás Maduro», dijo.
En horas de la tarde la cola para votar en la Escuela Abajo Cadenas avanzaba con más rapidez. Al igual que en la avenida principal de José Félix Ribas, nadie lleva ninguna prenda que haga alusión a Nicolás Maduro o Hugo Chávez. «Yo no sé nada. Solo vine a votar y estoy haciendo mi cola», afirmó una de las presentes. Cerca de la señora que se negó a dar su nombre, un par de amigas conversan mientras esperan. Al igual que la señora, se niegan a hablar y afirman que no saben nada de las presuntas irregularidades que las han llevado a estar en cola bajo el sol por más de dos horas.
Una joven emprendedora entre ellas, madre de dos niños pequeños, de 32 años de edad. Cuenta que como emprendedora en Venezuela le toca decidir si compra comida para la casa o si manda a sus hijos al colegio. «Mis niños siempre me preguntan por qué no pueden ir al colegio y es por eso, porque si pago su educación se quedan sin comer», revela. Confiesa le dio su voto a González, pero le da miedo identificarse: no quiere que le quiten la caja de alimentos del Clap con la que se le hace más fácil alimentar a sus hijos. Como ella, hay varias mujeres en el grupo grupo. No quieren perder los bonos económicos que da el régimen o las ayudas que reciben.
A pesar de que en la Escuela Abajo Cadenas, ubicada en el Barrio 12 de octubre de Petare, hay una gran afluencia de votantes, pocos se atreven a dar declaraciones u ofrecer sus testimonios. Los presentes están exasperados por el calor y la espera en una calle concurrida por quienes quieren ejercer su derecho al voto y quienes observan, en la acera de frente bajo la sombra, cómo se desarrolla el proceso. Hay algunos comentarios iracundos entre los votantes: se niegan a permitir que aquellos que esperan en la sombra vuelvan a ingresar en la cola de los que sí están haciendo su cola bajo el sol.
Para ella, es importante que en el país los profesionales tengan mejores condiciones laborales. Los pocos profesores que quedan en Venezuela, comenta, no tienen un buen sueldo. «Los maestros y doctores estamos aquí por vocación porque no ganamos nada. No tenemos suficiente para vivir». Díaz Ovalles toma de nuevo la bandera y comienza a corear el nombre de Edmundo González. A nadie en los alrededores del José Félix Ribas parece importarle.
Al principio de la jornada en el U.E.N Ricardo Zuloaga no hubo irregularidades. Solo un pequeño inconveniente con la mesa 3 que se solucionó rápidamente. Antes del mediodía Villasmil calculaba que alrededor de 700 personas habían logrado votar. Cómo voluntaria y testigo suplente, la afirmó que estaría prestando colaboración «hasta que haya gente. A las 6:00 pm cierran el centro pero si hay gente afuera, aquí seguiremos».
Entre los votantes presente están quienes no tienen miedo de afirmar, con alegría, que esperan un cambio en el país. «El voto es secreto pero ya todos sabemos lo que queremos. Queremos un cambio», afirma un señor en la cola. Detrás de él una pareja le informa que en el centro de votación hubo un corte del servicio eléctrico en horas de la mañana. Sin embargo, la irregularidad logró solventarse y, en horas de la tarde, la espera resulta corta, un proceso que es bastante rápido por las 9 mesas de votación que hay en la escuela, todas funcionando con normalidad.
Alrededor de la 1:00 pm un grupo de policías se acercó al centro, posaron frente a sus puertas, se tomaron una foto y se retiraron en sus motocicletas tras unos breves minutos. Al registrar fotográficamente la visita de los oficiales, una de las testigos suplentes se acercó a los votantes que tenían sus teléfonos en la mano: «Disculpen, pero están incomodando a los superiores al tomar esas fotos», informó. Los presentes aseguraron que no estaban tomando fotos a pesar de estar en una vía pública y tener libertad para hacerlo.
En el Colegio Simón Bolívar y Gabardi, ubicado en la Calle Araguare de El Marqués, los guardias se mantienen igual de estrictos con el ingreso en los centros de votación. Nadie que no sea miembro de mesa o elector puede entrar. Ni siquiera aquellos que vienen a entregar un paquete de café para aquellos que deben quedarse todo el día como miembros de mesa. La afluencia de electores es poca, la mayoría de los residentes de la zona, aseguran los guardias en la puerta, votaron a las 6:00 am cuando se abrieron las votaciones sin irregularidades.
En la cola, Jesús Álvarez, de 57 años de edad, salió a votar porque quiere un cambio en el país. «Hay que ver cómo salimos de este proceso«. Para él la experiencia fue rápida, aunque lleva 30 minutos en la cola. «Hay que ver qué sucede. Si avanzamos, avanzamos. Si toca seguir, seguiremos como todos los días. Todos en mi familia estamos votando».
A pocas cuadras de allí, en el Colegio Patria de Los Chorros, los votantes se refugian bajo la sombra de las matas de mango para ejercer su derecho. También acuden en grupos o en familia aunque las colas son mucho más cortas. Algunos llevan a sus hijos pequeños en coches o esperan sentados en la acera.