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Deportes

1. El gol de Iniesta en la final de la Copa del Mundo de 2010 2. La final de la Copa del Mundo de 2014 entre Alemania

Los Mundiales marcaron la historia del fútbol. Ya sea por la aparición de grandes leyendas como Pelé, Johan Cruyff o el mismísimo Diego Maradona, o por acontecimientos que pasaron de generación en generación sin importar la calidad de las imágenes, las Copas del Mundo también tienen un archivo cargado de situaciones poco felices que sobrevuelan en la previa de una nueva cita cada cuatro años.

Por Infobae

Desde el puntapié en Uruguay 1930 hasta la última edición en Rusia 2018, hay escándalos que superan las épocas como el famoso gol fantasma en la final que se jugó en Wembley entre Inglaterra y Alemania en el 66′ o los siete goles que le propinó el equipo bávaro a los locales, Brasil, en el 2014, que marcó para siempre la carrera de varios futbolista de aquel equipo de la Verdeamarela y se convirtió en una derrota histórica. O el recordado cabezazo de Zinedine Zidane a Marco Materazzi en la definición del título de 2006.

“Hasta pronto porque la vida no termina aquí”

Para muchos, Colombia llegaba al Mundial USA 94 como una de las gratas sorpresas que podía dar el golpe en el torneo que organizaron los estadounidenses. Es que después del recordado 5-0 contra Argentina en el estadio Monumental, aquel equipo integrado por entre otros Carlos Valderrama, Freddy Rincón, Faustino Asprilla y varios más, era favorito a pasar a la segunda ronda porque tenía rivales accesibles en la previa para el ambiente futbolero en la fase de grupos como lo fueron Rumania, Suiza y el seleccionado local.

El estreno fue un cimbronazo para las ilusiones de los colombianos. El 1-3 ante los rumanos de Gheorghe Hagi (más tarde eliminaría a Argentina) cayó como un balde de agua fría para el equipo, que tenía revancha en la siguiente presentación ante Estados Unidos. Sólo cuatro días más tarde, el 22 de junio de 1994, se produjo el fatídico hecho deportivo que derivó en uno de los sucesos más conmocionante del fútbol.

Hacía mucho calor en el Rose Bowl en Pasadena, California. El equipo que dirigía Pancho Maturana iba a buscar la victoria para recuperarse, pero a los 33 minutos, Andrés Escobar desvío un centro y descolocó a Óscar Córdoba, que había salido a quedarse con el centro. Gol en contra, 0-1 y partido cuesta arriba para Colombia, que no pudo y perdió un duelo que lo dejó afuera de la próxima fase de la Copa del Mundo.

A partir de esa derrota, algo se rompió entre el pueblo colombiano y aquellos héroes que habían pisado territorio estadounidense como candidatos al título. El defensor, al igual que el DT de ese seleccionado, había arreglado con un diario local publicar una columna tras cada encuentro. Y claro, a pesar de la eliminación luego del triunfo ante Suiza (2-0), Andrés tomó la pluma y dejó su reflexión en el medio del caos.

“Sigo pensando que Colombia es más futbolísticamente que sus enemigos, pero esos argumentos se refundieron en la cancha y perdimos totalmente la concentración. Nos ganaron por un elemento muy valedero como es la fe”, relató el defensor en el periódico El Tiempo el día después de quedar afuera del Mundial.

Conocido en esa época como “El caballero del fútbol”, no se ahorró palabras para marcar su malestar. “Una experiencia muy dolorosa que simplemente es un llamado a la cordura, a la reflexión y no lanzar alegres conceptos tratando de analizar todo un proceso de siete años, por un sólo momento de derrota”.

En su despedida, Escobar remarcó algo que luego sufriría en carne propia horas antes de su muerte. “Por favor, que el respeto se mantenga… Un abrazo fuerte para todos y para decirles que fue una oportunidad y una experiencia fenomenal, rara, que jamás había sentido en mi vida. Hasta pronto porque la vida no termina aquí”.

Una vez que el plantel volvió a su país, Andrés viajó hasta Medellín para estar junto a su familia y su novia Pamela Cascardo, con quien tenía planificado casarse en noviembre. También visitó a los dirigentes de Atlético Nacional para definir los pasos de su traspaso al Milan, de Italia. Hasta que la noche del 2 de junio, luego de cenar con unos amigos y su pareja, ocurrió lo peor.

Dos personas lo increparon en un local bailable de la zona céntrica de la ciudad. “Autogol, Andrés, autogol”, le gritaron. ¿Qué hizo Escobar? Como lo había propuesto en su columna, les pidió “respeto” con sus modales. Luego de otros cruces el jugador eligió partir junto a Pamela en su auto, pero fue interceptado por estos dos individuos, que le cruzaron su camioneta para seguir con los insultos. Y tras una nueva discusión, el chofer de estos personajes se bajó y disparó seis balazos al cuerpo del futbolista.

En estado de shock, su novia tomó el volante y se dirigió al hospital más cercano para intentar salvarle la vida a su futuro marido. Los intentos fueron en vano y Andrés Escobar fue declarado muerto. Rápidamente, la justicia actuó y se determinó que el autor material del asesinato, el chofer Humberto Muñoz, fuera sentenciado a prisión por más de 40 años aunque terminó siendo liberado en 2005. Las dos personas apuntadas por iniciar el conflicto fueron los hermanos Pedro y Santiago Gallón Henao, sospechados de vínculos con el narcotráfico y con las fuerzas paramilitares, aunque quedaron liberados de culpa y cargo.

“No quiero dramatizar pero te juro que me cortaron las piernas”

El sábado 25 de junio en el Foxboro Stadium de Boston se produjo uno de los más grandes hitos en la historia de los Mundiales. Ese día, Diego, el ícono de la número 10 de Argentina, jugó su último partido en la cita más significativa de la disciplina. Con el valioso triunfo 2-1 ante Nigeria como punta de lanza, la selección argentina que dirigía Coco Basile se posicionaba como candidata a ganar el torneo después de la exhibición en el estreno ante Grecia (4-0) con el grito a la cámara de Pelusa en el festejo.

Todo era felicidad después de los dos tantos de Claudio Cannigia ante los africanos. Pero lo que parecía una imagen risueña de la enfermera llevando de la mano a Maradona al control de dopaje, se convirtió en una de las postales más sospechadas de la historia. Y Sue Carpenter, el nombre de la asistente contratada por la organización, quedó en la memoria colectiva como la dama que llevó a Diego por el túnel en sus últimos días con la camiseta de la Selección en versión futbolista.

La historia cuenta que el frasco con la orina de Maradona tras el control tenía el rótulo FIFA 220. Una vez que la delegación viajó rumbo a Dallas de cara al duelo contra Bulgaria, el tercero y último de la fase de grupos, la noticia de un supuesto doping en el plantel cayó como una bomba. A partir de ahí se activaron las comunicaciones entre Julio Grondona, presidente de la AFA, y el por entonces secretario general de la entidad que rige el destino del fútbol mundial, Joseph Blatter. “Lo lamento mucho, pero el análisis dio positivo”, fue una de las primeras frases que escuchó el titular de la Asociación del Fútbol Argentino.

Los rumores fueron muchos. La leyenda nunca comprobada cuenta que el mismísimo Joao Havelange intentó descalificar al seleccionado de Basile del campeonato mundial. Otra versión fue la de un llamado desde Argentina a Estados Unidos con pedidos hasta del propio Carlos Saúl Menem buscando ser salvavidas de una historia que estaba terminada. Y claro, después de la oficialización, en una cita con la prensa de todas partes del mundo, la FIFA anunció con bombos y platillos que Maradona estaba suspendido y tenía que dejar la concentración argentina.

De ahí en más, se produjeron una serie de imágenes que terminaron con una de las frases populares más icónicas que dejó el deporte moderno. “No quiero dramatizar pero te juro que me cortaron las piernas”, le confesó Diego al periodista Adrián Paenza en un mano a mano para la TV que dio la vuelta al mundo y marcó el final de una era en el fútbol y en la historia de los Mundiales. El rey dejó su corona vacante.

“Perdí el Mundial pero gané la vida”

“Me fui a dormir la siesta como habitualmente antes de cada partido y desperté rodeado por todo el mundo en mi habitación… Ahí ya me contaron lo que me había pasado”. Esas son palabras del propio Ronaldo hace pocos días, cuando presentó lo que será un documental sobre su trayectoria marcada por los goles, sus conquistas y las lesiones que no lo dejaron completar una gloriosa carrera.

La selección de Brasil llegaba al Mundial de Francia 1998 como gran candidata a revalidar el título que había obtenido cuatro años antes en Estados Unidos y con un Ronaldo de sólo 17 años en el plantel. O Fenómeno floreció en el mundo del fútbol como una margarita en primavera tras USA 94. Sus festejos en el PSV de los Países Bajos lo catapultaron a una temporada de ensueño en Barcelona -anotó 47 goles en 49 presentaciones- y de ahí se mudó a Italia para vestir la camiseta del Inter.

Antes de la Copa del Mundo, Ronaldo brilló con 34 tantos y fue clave para la obtención de la Copa UEFA ante la Lazio. Esa final se jugó en el Parque de los Príncipes en París, en una antesala de lo que iba a ser la gran definición mundialista poco más de un mes más tarde.

Como era de esperar, la Verdeamarela llegó a las instancias decisivas del torneo. A pesar de la sorpresiva derrota en la fase de grupos ante Noruega (1-2), fue primera en su grupo. Victorias ante Chile, Dinamarca y los Países Bajos en la semifinal (por penales), depositó al conjunto dirigido por Mario Zagallo en la final ante Le Bleus. Ronaldo, con cuatro goles, era candidato a ser el mejor del Mundial. Pero el incidente que vivió la noche previa al duelo con Francia marcó su vida.

Las crónicas de la época son dramáticas. Después del almuerzo, el plantel brasileño se había dispuesto a descansar cuando una figura del equipo salió pidiendo auxilio y despertó a todos en el búnker de los sudamericanos. “Ronaldo se muere”, gritó Roberto Carlos. El lateral, que luego compartiría equipo con el delantero en el Real Madrid, vio tendido en el piso de la habitación a su compañero.

Uno de los primeros en llegar fue Edmundo, que tiempo después confesó que vio al número 9 tener convulsiones y con espuma en su boca. “Corrí a su habitación y lo vi retorciéndose en el suelo, golpeándose los brazos contra las piernas. Hacía un ruido muy extraño, como de querer respirar y no poder. Después llegó Cesar Sampaio, yo agarré fuerte a Ronaldo y él le sujetó la lengua. Un segundo después, llegaron los médicos”, relató el experimentado jugador.

Rápidamente, el médico de la selección, el doctor Lidio Toledo, acudió al lugar para socorrer a la estrella oriunda de Río de Janeiro y lo derivó para su atención. “Se sintió mal y fue llevado a un hospital. Allí pedí exámenes neurológicos y cardiológicos, con tomografía, que apuntaron que estaba normal. Le hicimos todos los análisis que había que hacer y estaba todo bien, por eso llegué a la conclusión de que había sido una ataque de convulsiones provocado por los nervios”, explicó el especialista.

La final quedó en segundo plano para Brasil. O al menos eso pareció. Ronaldo jugó pero pareció no estar en el campo de juego y los franceses se aprovecharon de una Brasil que no fue rival: victoria 3-0 con un Zidane en estado de gracia para que los locales celebren el primer título mundial de su historia.

Tras la derrota, muchos fueron los rumores que inundaron el escenario que vivió el que para muchos era el mejor jugador del momento. O, al menos, hasta antes de la final. Se comentó que la presión fue demasiada para un joven que en esa época tenía 22 años.

¿Lo obligaron a jugar a pesar de no estar en condiciones médicas? Hasta llegaron a apuntar a la marca de ropa que viste al seleccionado y al propio futbolista, tanto que la empresa tuvo que sacar un comunicado apartándose del hecho. “No es misión de Nike interferir con las decisiones de Zagallo y las personales del jugador”, fueron las palabras del reporte que emitió el gigante de indumentaria y calzado tras la caída en la definición.

Ronaldo no esquivó los micrófonos luego del 0-3 y habló en Saint Denis. “Sentí un miedo terrible. Perdimos el Mundial, pero yo gané otra copa, la de la vida. Nunca sentí semejante malestar y espero no volver a sentirlo nunca. Lo único seguro es que lo que me pasó no fue por miedo a salir a la cancha”, dijo el hombre que pidió jugar a pesar de todo.

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