Historias
Después de mentir para viajar con sus amigos, un adolescente desapareció y nunca fue encontrado
Fueron, en total, 156 meses, 4745 días y 113.880 horas. El impiadoso calendario mantuvo todo ese tiempo en carne viva, con las heridas a la intemperie, a la familia de Brittanee Drexel, quien tenía 17 años la noche en que se esfumó en Myrtle Beach, estado de Carolina del Sur, una tranquila zona de playas y hoteles de los Estados Unidos.
Por Infobae
Que alguien se evapore de un momento a otro y su familia no sepa su destino es una de las peores pesadillas. La vida cotidiana termina convirtiéndose en un infierno del que no hay escapatoria. ¿Qué pasó? ¿Dónde está? ¿La tendrán retenida contra su voluntad? ¿Qué más podemos hacer para encontrarla? ¿Podría estar siendo sometida como una esclava sexual? ¿La habrán asesinado?¿Cómo nadie vio nada en un lugar tan turístico? ¿Estará sufriendo? ¿Pensará que hemos bajado los brazos y abandonado su búsqueda?
Mil incógnitas y temores irresueltos que, noche tras noche, atribularon a sus padres.
Algo en qué creer
Brittanee Drexel nació en Rochester, Nueva York, en 1991. Dawn había quedado embarazada de un hombre de origen turco, pero fue Chad Drexel quien adoptó a Brittanee de bebé, cuando se casó con su madre. Poco después nació otra bebé a la que llamaron Myrissa y la familia se mudó a un barrio en las afueras de la ciudad llamado Chili.
Brittanee era bajita, apenas llegó a medir un metro y medio, pero desde chica demostró tener excelentes habilidades para jugar al fútbol. Como era muy rápida terminó siendo titular en el equipo femenino del colegio. Durante el secundario, solía decir a sus amigos que iba a estudiar enfermería o cosmetología. Ultra coqueta, luchaba para disimular un defecto congénito en su ojo derecho. Había nacido con un trastorno oftalmológico poco común llamado vítreo primario hiperplásico persistente. Como consecuencia de esto, pasó por varias cirugías. Con ese ojo casi no veía y usaba lentes de contacto de color turquesa para que no se notara.
Brittanne era muy alegre, pero también tenía bajones de ánimo. La separación de sus padres, en 2008, la deprimió y su rendimiento escolar disminuyó notablemente. Vivía con su madre, pero extrañaba a su padre con quién era muy cercana.
En abril de 2009, en su último año del secundario, llegaron las ansiadas vacaciones de primavera, el famoso Spring Break norteamericano. Brittanee le consultó a su madre si la dejaba ir, con otros adolescentes de su edad, a pasar la semana a Myrtle Beach, en Carolina del Sur. Le dijo que quizá también fuera su novio, John Grieco. Dawn, temerosa por los clásicos desmanes que pueden protagonizar los adolescentes sumados al hecho de que no habría adultos responsables supervisando, le dijo que no. Dawn presentía que podía pasar algo. Y se lo hizo saber.
Como era esperable, Brittanee tuvo un ataque de furia. Discutieron mucho y las peleas se prolongaron durante varios días. Brittanee no logró convencerla. Fue entonces que cambió de táctica: le pidió a sus padres permiso para pasar unos días en la casa de una amiga para poder calmarse y disfrutar de esa semana sin clases. Dawn, esta vez, no pudo negarse. La dejaron ir.
Pero Brittanee había mentido. Todo era una estrategia distractiva. En vez de ir a lo de su amiga, la joven se escapó a Myrtle Beach el 22 de abril de 2009.
Uno de esos primeros días, culposa, llamó a su madre. En su breve conversación no le dijo exactamente donde estaba, solo mencionó que habían pasado el día en la playa. Dawn no sospechó nada, cerca de Rochester está la costa del lago Ontario a la que también todos llaman “playa”. Hacía calor, casi 30 grados, así que entendió como algo normal el paseo de su hija. Pero lo cierto era que Brittanee estaba a mil trescientos kilómetros de distancia.
Sin dejar rastro
En esos días la adolescente Brittanee Drexel se sentía dueña del mundo. Era su semana de vacaciones y pensaba pasarlo bomba. Con sus amigos se alojaron en el Hotel Bar Harbor, situado en la primera línea sobre la playa. Era un área muy concurrida y llena de hoteles. De un lado, el mar; del otro, la avenida Ocean Boulevard.
La noche del sábado 25 de abril de 2009, cerca de las ocho de la noche, Brittanee dejó su hotel para ir a visitar a un conocido que estaba en otro alojamiento, el Blue Water Resort, situado sobre la misma avenida a 2.4 km hacia el sur. Sería menos de media hora caminando, no más que eso. Brittanee disfrutó de su paseo y llegó al resort. La cámara de seguridad del Blue Water la registró al entrar y, un rato después, al salir a las 20.45. En las imágenes se ve vestida con una musculosa estampada en tonos de blanco y negro, sandalias y un short oscuro. Lleva un bolso beige colgando de su hombro.
Esa sería su última imagen con vida. Nunca nadie volvió a verla.
Sí se supo que estuvo un rato más chateando por mensaje de texto con su novio John. Él, al final, no había podido viajar y estaba en Rochester. El último texto que Brittanee le escribió fue a las 21.15 de la noche.
A esa hora dejó de responderle. El joven se preocupó y comenzó a llamar a sus otros amigos que habían viajado a Myrtle Beach. ¿Dónde estaba Brittanee? Nadie sabía nada. A su hotel tampoco había llegado…
A medianoche, sumamente alarmado, juntó coraje y llamó a Dawn Drexel.
En ese corto trayecto entre palmeras, edificios y arena, con el ruido del mar como telón de fondo, se había diluido el rastro de Brittanee.
Pistas necesarias
Apenas John llamó a Dawn, ella entró en estado de desesperación. La mentira, la mala premonición que había sentido desde el día uno en que su hija le había pedido viajar… Temblando, llamó a Chad, su ex. Y, acto seguido, se comunicó con la policía de Rochester para que ellos contactaran al destacamento policial de Carolina del Sur. Mientras, todos seguían llamando inútilmente al teléfono de Brittanee. El celular, mudo.
Al día siguiente, Dawn viajó a Myrtle Beach. La policía empezó a buscar a la adolescente esa misma mañana del domingo 26 de abril. Al principio había esperanzas. No sería la primera vez que una joven desaparece por unas horas y, luego, todo resulta ser un malentendido, aparece y la vida se encarrila… Pero eso no sucedió.
No había señales de Brittanee por ningún lado.
En su cuarto de hotel había quedado su valija abierta y su ropa. Solo faltaba lo que llevaba puesto y el callado celular. La señal de su móvil estaba interrumpida desde la madrugada del domingo. Sin señal mala señal… pensaba aterrada su madre.
Las imágenes de la cámara del Hotel Blue Water eran la única pista. La policía entrevistó al joven a quien Brittanee había ido a ver: Peter Brozowitz, 20, promotor de clubes nocturnos y fiestas. Se habían conocido con Brittanee en un boliche de la zona la noche anterior. Sin pistas. La policía interrogó también a los otros jóvenes con quienes él compartía habitación. Ninguno sabía nada de la chica que buscaban.
Los investigadores siguieron rastreando en el área de playas durante once días. No hubo ni un solo resultado, nada.
La madre de Brittanee y el joven promotor Peter Brozowitz discutieron acaloradamente en el famoso programa de televisión Dr. Phil. Peter estaba enojado por el daño que le hacía a su reputación estar asociado al caso. Dawn estalló, a ella no le importaba en lo más mínimo el trabajo de Peter, solo quería hallar a su hija. Después de todo, él era el último en haber estado con ella… Cuando lo encararon para reprocharle por qué no había dicho al inicio de la investigación que la había visto aquella noche, su respuesta desafiante fue: “Yo no era su niñero”. Claramente, la empatía no era lo suyo.
Dawn decidió instalarse en Myrtle Beach desde el mismo día en que llegó. Quería estar cerca, seguir el proceso de búsqueda y controlar la investigación. No podía imaginar lo extensa que resultaría.
En 2014, con cinco años de ausencia a cuestas, Dawn le expresó a un medio de prensa que estaba convencida de que Brittanee había ido a Myrtle Beach sin su permiso porque le habían “prometido algo”. Elucubró que quizá “ese algo” podría haber sido algún trabajo como modelo y que, una vez allí, podría haber sido secuestrada e introducida en el horroroso mundo del tráfico de personas. La policía no estaba de acuerdo. Consideraba que eran solo suposiciones de una madre destruida.
Acusaciones, teorías y cocodrilos
En junio de 2016, investigadores del FBI anunciaron en una conferencia de prensa un cambio en el caso: dijeron que lo consideraban un secuestro seguido de homicidio. Estaban convencidos de que Brittanee había sido asesinada muy poco después de su desaparición.
Dos meses después, el diario The Post and Courier contó algo más sobre el por qué de esa convicción del FBI. Tenía que ver con declaraciones de presos y acusaciones entre delincuentes.
El convicto Taquan Brown, quien comenzaba a cumplir una condena a 25 años por homicidio involuntario, les había dicho a los investigadores algo que había ocurrido en 2009, poco después de que Brittanee desapareciera. Les contó que había ido a una casa en McClellanville para darle dinero a Shaun Taylor, padre de Timothy Da’Shaun Taylor, un recluso que ahora cumplía condena en una prisión estatal por un cargo no relacionado con Brittanee. Aseguró que, mientras estaba en esa casa, había visto a Timothy abusar sexualmente de Brittanee Drexel junto con otros hombres. Luego, había ido hacia el patio trasero con Shaun y, mientras estaban hablando, Brittanee había intentado escapar corriendo, pero había sido recapturada. Timothy, entonces, la golpeó con una pistola y la llevó hacia otro lugar de la casa. Enseguida, relató Brown, escuchó dos disparos y supuso que la habían asesinado. Un poco más tarde, según sus dichos, había visto cómo sacaban de la casa un cuerpo envuelto y los escuchó decir que lo iban a tirar a un estanque de la zona que estaba repleto con cocodrilos.
Horrible. Podía ser cierto.
Siguieron investigando. La declaración de Brown fue parcialmente corroborada con otro informante secreto también encarcelado. Este segundo convicto -que habló sin ser identificado- relató las cosas de una manera distinta. Dijo que Timothy raptó a Brittanee en Myrtle Beach y la llevó a McClellanville, donde se la mostró a sus amigos y trató de venderla con fines de tráfico sexual. Pero como el caso había despertado la atención de los medios y se había armado mucho revuelo, Timothy habría decidido matarla para evitar ser arrestado. Esto también podía ser cierto.
Dimes y diretes de reclusos peligrosos.
La tarea de sacar algo en limpio y conseguir pruebas que demostraran los dichos era difícil.
Timothy, desde su celda, negó a la policía todo. Con vehemencia sostuvo que lo que sabía del caso era por haberlo leído en los medios de comunicación.
En concreto, nada pudo probarse.
En 2018 la madre de Brittanee, Dawn, dio una entrevista junto a su nuevo marido Bob Pleckan, a Live5news. Contó que iban a contratar a un investigador privado para que el caso progresara.
A su vez, el FBI ofreció una recompensa de 25.000 dólares para quien se animara a aportar alguna información.
Mal prontuario y aparición impensada
El rompecabezas era agotador. Pero fue por esa serie de rumores encadenados que los detectives terminaron llegando a un sujeto que, la noche en la que Brittanee desapareció, había sido detenido por conducir con exceso de velocidad. Se llamaba Raymond Douglas Moody (62). Cuando buscaron en los archivos policiales resultó que el prontuario que arrastraba era tremendo. En abril de 2009, Moody tenía 49 años, pero ya había pasado 21 años preso por haber secuestrado y sodomizado a una menor de 9 años, en 1983, en California. Había salido en libertad en 2004. En 2008 había sido multado por exposición indecente y, en febrero de 2009, la oficina del Sheriff volvió a cobrarle 250 dólares por no haberse reportado en el registro de abusadores sexuales.
Increíblemente, Moody ya había sido mencionado en el 2012 como persona de interés en el caso. Pero no habían hallado pruebas que lo vincularan a Brittanee.
El 4 de mayo de 2022, a 13 años de la desaparición de Brittanee Drexel, Moody fue arrestado acusado de ser el secuestrador y homicida de la adolescente. Primero le impusieron una fianza de 100.000 dólares y, luego, terminó quedando detenido sin posibilidad de libertad bajo palabra. ¿Qué prueba habían encontrado esta vez que antes no habían tenido? No trascendió.
Gracias a los datos que lograron recabar en esta etapa, (no se sabe quién prestó su colaboración o si fue el propio acusado), el pasado miércoles 11 de mayo hallaron el cuerpo de Brittanee en el condado de Georgetown, a 56 kilómetros de donde había desaparecido.
La policía no explicó cuál fue la evidencia clave que los llevó hasta Moody. Pero los restos óseos fueron analizados y la dentadura permitió cotejar el ADN: era lo que quedaba de Brittanee. Ya no había duda alguna.
El sheriff Carter Weaver detalló el historial de asaltos sexuales del detenido. Moody está hoy acusado de secuestro, violación y asesinato. Los detalles no fueron revelados. De llevarse a cabo un juicio podría saberse algo más, pero si el acusado se declara culpable no se celebraría.
Un detalle curioso, tanto el asesino como su víctima solo veían de un ojo. Brittanee, por su defecto de nacimiento; el asesino, como producto de un golpe.
Cosiendo la verdad
La policía sostiene que Moody interceptó a Brittanee al salir del hotel de su amigo y que de alguna manera consiguió que ella subiera a su auto. Luego condujo unos 50 kilómetros hacia el sur. Sobre una rampa de botes sobre el río Santee, la violó y la estranguló hasta que dejó de respirar. Al día siguiente, llevó su cadáver hasta un bosque donde lo enterró. Al momento de los hechos, constataron que Moody vivía en un motel apestoso.
La verdad había sido parida. Una vez revelada terminó con los rumores que corrían sobre tráfico de mujeres, violaciones grupales y cadáveres arrojados a los cocodrilos para ser devorados.
La zona recuperó un poco la tranquilidad.
Dawn Drexler, cuando Moody fue detenido este año, dijo: “Hoy es el inicio de un nuevo capítulo. Ahora la búsqueda de Brittanee es una búsqueda de justicia. Viví la peor pesadilla que puede vivir una madre. Y sigo de duelo por mi adorada hija Brittanee (…) Nunca pensé que llegaríamos hasta acá, ahora estamos aquí y pude recobrar a Brittanee y dejarla descansar (…) Ella tenía toda una vida por delante, pero un monstruo se la quitó. Me alegro de que esté tras las rejas de manera que no pueda dañar al hijo de nadie más”.
Al mes de hallar los restos, su familia celebró su vida. Llenaron el lugar de globos, flores y fotos de Brittanee. Fue su hermana menor; Myrissa Drexel, la que habló y contó entre lágrimas: “Trece años después, acá estoy con tus cosas enroscadas en mi cuello. Adorábamos arreglarnos el pelo y maquillarnos juntas, y te enojabas conmigo porque te sacaba tus zapatos porque teníamos casi la misma talla y te usaba el secador de pelo porque no podía encontrar el mío (…) Brittanee querría ser recordada como la persona que fue antes de la tragedia así que lo que quiero de todos ustedes hoy es una sonrisa, no lágrimas. Ella iluminaba cada lugar en el que entraba”.
La respuesta correcta, que demoró eternos trece años para su familia, es que Britanee nunca llegó a ver el amanecer del 26 de abril de 2009. No es un consuelo, pero más vale tarde que nunca.